Este artefacto que Rodrigo nos entrega y que él ha dudado en llamar libro y prefiere llamarlo, por ejemplo, pasquín de lucha, se muestra contra toda expectativa habitado o, quizás, invadido por voces disímiles, momentos de duda, elecciones al calor de ciertos acontecimientos y revisitadas bajo el impulso de otros. Rodrigo, en los tres textos y medio que componen la materialidad del libro, abraza distintas intensidades, se deja llevar por ritmos que lo conducen a afirmar territorios hasta cierto punto contrapuestos. Y qué bueno que así sea. Al igual que en los últimos años en Chile, uno puede viajar desde una frenética o al menos afirmativa perspectiva del momento de las fuerzas políticas “radicales” (como cuando nos dice que las “sublevaciones no son la excepción, sino la regla” – en la cuarta de las 22 tesis sobre la devastación mundial) a la sensación, bastante corporal, de que la clausura y la derrota final se extiende sobre nosotros (como cuando nos enteramos que el “reino de las pasiones tristes se ha consumado, uniéndose al proceso de neofascistización global o, lo que es igual, la ‘americanización’ del mundo”, respecto a la muerte del proceso constitucional chileno en la apostilla 15). Ciertamente, este vaivén afectivo nos embarga no solo al leer, sino al seguir de más o menos cerca los acontecimientos políticos nacionales y globales. Y, sin embargo, entre medio de estas diferencias, desfases, titubeos, ensayos, aparecen unas líneas, unas fuerzas que le dan justamente por ello, un ritmo. Yo agruparía estas fuerzas alrededor de tres campos problemáticos: comunismo, revolución y forma-de-vida. Quisiera abordar brevemente los tres, a partir de lo que stasiología invita a discutir.