“Sera que la más profunda alegría
Me habrá seguido la rabia este día
La rabia simple del hombre silvestre
La rabia bomba, la rabia de muerte
La rabia imperio asesino de niños”. Silvio Rodríguez
Parafraseando a Edward Said en su bello texto sobre “la Cuestión Palestina”, la pregunta urgente en estos días de sórdida masacre palaciega; pudiera ser:
¿Qué van a hacer con Palestina?
La experiencia del pueblo palestino y su desesperada resistencia frente al ataque incesante por parte del sionismo colonial, y ante el mutismo cómplice de la comunidad internacional, y el abstracto discurso de humanismo secular que enarbolan sobre los derechos del “hombre”, en su tolerancia asesina, resultan materialmente impotente ante la arremetida de muerte que azota los territorios permanentemente ocupados de la franja de Gaza.
El exterminio de los pueblos Palestinos desde el inicio de la Al Nakba-1948- (catástrofe, quitada de tierra, despojo del pueblo Palestino de sus territorios ancestrales, para execrarlos a la nada de su existencia, para lanzarlos al límite del abismo de su sufrimiento ), marca la genealogía de muerte y de expropiación impune de la vida, que desde la “razón civilizatoria” moderna se erige como paradigma político, cultural y racial de un modelo de “humanidad que se yergue sobre la “ in- humanidad excluida de la razón liberal burguesa y su lengua imperial de guerra y acumulación.
La pregunta sigue ahí, flotando y suspendida; ¿qué van a hacer con los Palestinos? La pregunta reabre un problema para la conciencia secular y brutal del diagrama nómico, geo-referencial, europeo, blanco y liberal de las potencias ocupantes, mientras en la otra orilla, “lo otro de sí”, los retazos de esta conciencia monumental del asesinato, acumula espectáculo de horror y masacre en el “dispositivo pantalla” que todo lo glorifica como mercancía de consumo mediático a la hora del mirar obsceno la cruel representación de la muerte del “otro”, y la naturalización violenta de su matanza”. El otro de sí, siempre “fuera” en el adentro totalizante del discurso y los saberes administrativos que ilustran la mojigatería de su moral mercantil de la injusticia, haciéndose eco de la retórica neocolonial que Netanyahu y su rictus asesino despliega como lengua geo-hegemónica del nómos de la guerra global que el capital detona sobre esta tierra devastada.
Insistamos, pues, en esta pregunta intempestiva; ¿qué van a hacer ahora con los Palestinos? Que sea la insistencia en esta pregunta una forma de resistir con los despojados y los oprimidos de la tierra, que su desdicha y catástrofe; la Nakba de los desposeídos del mundo, se mimetice como eslabón de resistencia común en la lucha por la sobrevivencia que el pueblo Palestino libra hoy, en esta hora, contra el poder brutal del fascismo planetario, que como supremacía cultural, el sionismo imperial y el estado racial israelí encarna como proyecto euroatlántico de colonización, explotación y despojo desde hace ya más de setenta años en los territorios Palestinos ocupados .
El pueblo Palestino, sabrá seguir gritando rebeldía, antes que esta decisiva pregunta sea resuelta por la soberanía que la guerra del capital desata contra “un otro”.
La experiencia Palestina hoy, desde la singularidad de su lucha y frente a la necesidad de la “bestia soberana” de hacerlos desaparecer del mapa, es también la lucha de los pueblos del mundo, que palestinizados todos, se confunden y se enfrentan a la garra de la desposesión de sus vidas, como girones anónimos en el ultraje sanguinario de su desaparición.
La vida de los pueblos, es a la vez respiro y resistencia. En todo movimiento de vida hay un gesto singular y subversivo que interrumpe la facticidad misma de la catástrofe general de la existencia; como política de sobrevivencia y conatus de lucha de los pueblos por respirar libres del yugo de la máquina de exterminio total de lo viviente, pues, no podríamos estar sin irrumpir a la contra- como violencia divina – ( Benjamin) en la escena de la dominación global del capital y su norma de equivalencia general, que destruye los espacios comunes del vivir con otros, en la coexistencia cómplice de una emancipación radical de un “devenir pueblos, sin ley ni soberano”. No podríamos estar sin sublevarnos en cada momento, frente a las tecnologías de exterminio que se dejan caer cotidianamente sobre nuestros cuerpos tendidos a la excepción violenta de la aniquilación neoliberal de la “máquina humanista” y su deriva biopolitica de explotación permanente.
Hoy, y a esta hora, son los pueblos Palestinos, su experiencia histórica de lucha y resistencia, los que hacen retroceder la maniobra securitaria de “las potencias ocupantes”. La experiencia descolonizadora de la lucha y resistencia que los pueblos Palestinos libran en este momento, desafían las divisas que el poder exhibe para ocultar la frágil opulencia de su trizada soberanía, no hay ley histórica impoluta que garantice en este momento el desenlace ultimo de la eterna resistencia del pueblo Palestino, todo está por verse, las potencias imperiales y su expediente de explotación y muerte, voltean su indolencia asesina hacia la incertidumbre abierta que los acontecimientos siempre imprevistos y por aparecer en la historicidad agónica de los pueblos se dejan caer como apertura política sangrante sobre la religión del capital y su ensoñación de muerte, para lograr zafar de la administración total del mundo que la comunidad de los hablantes, y su lengua de fuego impone como límite. No hay límite para la posibilidad y la potencia del comunismo de los indomables, todo estrecho cálculo teleológico de dominación siempre está atravesado por la rabia singular y fulminia de los cuerpos masacrados por los ejércitos de la invasión y la codicia. Si La Nakba se repite, si su tradición de muerte y desolada aniquilación muta sobre la faz de los pueblos oprimidos, entonces, la intifada, la rebelión de los moribundos y su memoria maltratada, trepará por sobre el horror de la cara oficial de la catástrofe, para dejar la braza de la herida mortal de la historia, encendida en la polifonía infinita de la dignidad de una vida expresiva, que como resto irreductible a todo mitologema policial de captura, siempre escapará de la ruina de sus muros, y que hoy, como metáfora de insurgencia “genuina” de todos los pueblos avasallados, se llama Palestina, y hará estallar la pregunta por su destino en el rostro del poder que hoy no sabe qué hacer con ella.
Para la libertad sin amo de todos los pueblos de la tierra.
Para la vida emancipada de los despojados del mundo
Viva la resistencia Palestina.