Sobre Crítica, revuelta y escritura. Tentativas en torno a Nelly Richard. Mauro Salazar J. (Editor). Ediciones Universidad de la Frontera, Palinodia y La Cebra (2024).
El Sur, margen, subalternidad, periferia: el Sur no como determinismo geográfico, sino como contexto político-enunciativo, es la localidad crítica que ancla mi trabajo a memorias históricas y sociales fragmentadas pero insistentes y persistentes en sus narrativas de la crudeza y la precariedad. N.R. Zona de Tumultos, 2021.
Los textos que se congregan tras las escrituras de la revuelta vienen a establecer modos suspensivos contra los lenguajes de la gestión –consenso del accountability– centrados en servicios, desregulación y commodity, manteniendo complicidades y disensiones con Tiempos & Modos. Las formaciones textuales irrumpen bajo un desgarro incurable de la –desgastada- política hegemónica, a saber, cómo conciliar institucionalidad y movilización social en un horizonte del sinsentido, o bien, en un tiempo de acontecimientos sin traducción narrativa. Con todo, tras el acervo de las luchas populares, la revuelta del 2019 es un pasado que permanece pendiente. Una temporalidad que no se orienta hacia el porvenir porque no es posible reconocer en el pasado mismo un sentido de futuro.
Crítica, Revuelta y Escritura es el comienzo de una respuesta a Tiempos & Modos (T&M de aquí en más) que se levantó desde diversos ensayos de organización política (2019), donde los acontecimientos no gozan de relatos y deben litigar con la brecha irrefrenable entre memoria e historia. De un lado, la caducidad ontológica del pasado, su des-narrativización y, de otro, la disputa por la significación del presente. La revuelta compromete un “tiempo excepcional” donde prevalece el desbande de pasiones, el arrebato de sentidos y la efusividad de cuerpos insurrectos.El libro alude a las textualidades desplegadas por la revuelta, y responden al flujo de sucesos (lo transitorio-fugaz) en secuencias de temporalidad, contrastes inauditos y excedentarios, que se vivieron durante meses de intensa potencia igualitaria y desesperada búsqueda de futuro. Una fractura temporal sin horizontes semánticos u otro tipo de articulaciones y propias del campo post-hegemónico. La querella con T&M, cuál archivo de lo intempestivo, contra las “escrituras de la revuelta”, aparece en el desbande de “temporalidades deshistorizadas y “romanticismos del porvenir”.
T&M expone sus ideas bajo la prueba exigente del polemos, a saber, pensar una búsqueda incesante cuando se impone el tiempo del ocaso, pero se trata a la vez de un fin que no termina nunca. Todo bajo la experiencia más pavorosa del sinsentido donde padecemos la catástrofe de lo común. T&M no busca adherir rápidamente al horizonte moral de su época (“cogniciones progresistas”), sino que hace de la hegemonía una “teoría de la esperanza”. La contra-escritura richardiana no pretende agotar el acontecer en la sola “traducción” (gestionar las metáforas) en la lengua del hegemón y limitar la oscilación del sentido en una “traducibilidad” que exhume las temporalidades nómades que litigan con el presente. En suma, no se trata de un frenesí por gestionar acontecimientos y administrar “agenciamientos de sentido”.
Lejos de invocar normados “agenciamientos de sentido” -porque una revuelta es un punto ciego librado a sus avatares – aquí se trataría de obstruir, advertir y emplazar su inevitable “deriva imaginal”. Ello implica otra trama articulatoria de lo político y no el imperio de la facticidad de los contratos modernizantes. Con todo, Richard sabe de la brecha inaferrable-irrefrenable entre memoria e historia que no sería sino, la contemporaneidad de la catástrofe. Cuatro son los querellas de siete intelectuales críticos que, difícilmente, pueden ser rotulados bajo un “nosotros”, a) el vacío imaginal –que recusa Richard- para pensar formas de articulación, narrativa o traducibilidad, conducentes hacia “lo político” sea en tramas de hegemonía o fijaciones de sentido en clave de narrativa b) el desbande dialectal para abundar en lirismos insurreccionales que, en su pasión de fuga -éxodo- cincelaron una escritura acontecimental, amén de que Tómas Moulia en 1998 hizo la crítica al vértigo Barroco de Nelly c) la nula capacidad de pensar lo institucional-plástico como un bloque no homogéneo –un campo estriado- que permite usar los agrietamientos o fisuras institucionales, por fin, d) todo se remite a la crítica richardiana a las metáforas –momentos sin destino- que ayudaron a una restauración conservadora.
Los argumentos que expone Crítica, Escritura y Revuelta (2024) son diversos en materia de realismo, acontecimiento y hegemonía, donde la revuelta es concebida como suspensión del tiempo procedimental de la democracia. De un lado, la singularidad de un acontecimiento no quiere decir lo contrario a lo plural, sino que se entiende como único e irrepetible. Respecto de la necesidad del momento hegemónico de T&M, y dada la fecunda producción feminista de Nelly, nos preguntamos, por el corpus sexual de un término “celebrado” y “manido” como hegemonía (gegemoniya) al interior del modo de producción hetero-normado. Las singularidades deseantes en tanto mundos posibles y su reducción al Point de capiton, aún pueden preservar una economía de los cuerpos. En sus flujos libidinales cómo discurre el lugar de la philia en la hegemonía en tanto disposición del cuerpo masculino como gubernamentalidad de los sexos. Invocamos la trayectoria inestable de un “término” (barítono-relacional) que pudo inspirar la conciencia crítica de la emancipación industrial entre dirigentes y dirigidos desde una consciencia moderna.
En otra zona de litigios, el acontecimiento nos recuerda Javier Agüero, es “iterable o tiende a la iterabilidad y, siendo de esta manera, asumimos que octubre tuvo lugar una única vez. Aunque resuene y se repita, su gestualidad fue la del desajuste radical; des-coincidencia siempre inédita porque no ocurre “en” la historia, sino que le ocurre “a la historia”; le pasa a ella y no en ella, perturbando siempre nuestras certezas respecto de la tradición y la secuencia de la historia misma” (Crítica, revuelta y escritura, 16). La paradoja consiste en que un acontecimiento no sanciona el cierre de una época, sino la imposible clausura de ese pasado inmediato que, sin embargo, se ha cerrado. Nos preguntamos gracias a Badiou cuál es la relación del acontecimiento con la situación de su irrupción. De un lado, la hipótesis acontecimental pertenece a la situación, y alude a un múltiple singular que pertenece a la situación, pero que no sería parte de ella, dado que no puede ser captado por el estado de la misma situación. El nombre del acontecimiento sería un nombre anónimo del cual sólo se puede decir que pertenece al sitio, en cuyo borde se sostiene la presentación intra-situacional de su sitio. Mantenemos un litigio con T&M sobre la dimensión intempestiva del momento acontecimental que interpela nuestro presente.
En una penetrante intervención, Rodrigo Karmy sostiene que, en la cita de Richard, hay un guión Foucaultiano, que se sirve de la “crítica de la crítica” para reivindicar un cierto afuera (exterioridad/otredad) que garantice la necesaria “distancia” con la que toda crítica habrá de contar. Karmy, de probada vocación crítica, se pregunta, “¿Cómo podríamos estar tan seguros de contar con dicha distancia, con la apuesta por un ´juicio´ que, si bien se ha desprendido de su tradicional talante “trascendental”, no deja de responder a la lógica soberana al operar performáticamente esa escisión y funcionar, más bien, como una suerte de katechón estético-cultural frente a la irrupción de la imaginación? Karmy agrega que “Nelly vive en Alemania es, por cierto, una expresión irónica [reconoce Karmy], que encuentra su analogía con un Kant “entusiasmado” con la Revolución Francesa pero situado en la distancia que solo Königsberg podía dar. Desde Alemania se puede contemplar a los jacobinos y su Revolución, desde Alemania se podrá, por tanto, situar el filósofo para seguir el rumbo de un acontecimiento que ofrece para él el signo del progreso. Mi lectura es que la interpretación de la revuelta propuesta por Nelly se sostiene solo desde un lugar de enunciación que supone una distancia tal respecto de los acontecimientos que le garantizaría la posibilidad de la “crítica”. Una distancia que no es la del abrazo, sino la de su conjura (Crítica, revuelta y escritura, 47).
Y aunque no es fácil compartir la solvencia analítica de un Tercer Espacio, cabe admitir su necesidad política y un afán modulado de T&M por objetualizar a las escrituras de la revuelta. En un complejo giro de realismo y traductibilidad –no necesariamente kantiano- se subraya la fuerza escritural que expresa menos una vocación por la alteridad y se suma cuidadosamente a una “objetualidad estratégica”. Con todo, la revuelta marca un punto de ruptura en un orden de discurso constituido a partir de la renovación socialista. Todos los diagnósticos que se han llevado adelante de la revuelta aún están inmersos en ese orden de comunicación, pero eso no implica que aún se esté en ese orden de comunicación política. El propio informe del PNUD 2024, sostiene que los cambios han sido postergados, diferidos, interrumpidos, diferidos, etc. Tenemos un país sin proceso, ni imágenes de cambio. Un informe que no solo deja en vilo la tesis de ruptura entre «lo político y lo social», sino que demuestra que la revuelta no fue el desbande dialectal de insurrectos (ex nihilo).
A propósito de los modos de discutir el presente, e ir a la “materialidad de los significantes” alude a una separación entre la filosofía y crítica cultural en torno a la “actualidad” como contexto de intervención y sin el ánimo de ceder a la subordinación de la crítica a la “factualidad del contexto”: “voluntad de presente, un deseo de intervención que reclama un presente en el cual realizarse. Huelga una pregunta, acaso T&M está fuera de la «zona móvil» -lugar de enunciación- que recusa los momentos sin destino de escrituras paroxísticas desde una distancia protegida. Con todo, qué pasa si el realismo que proclama (o bien, que se le imputa Richard) como holgura de lo audible fuera más bien una «figura formal» para advertir y contrarrestar el riesgo que comportan los juegos de lenguaje como pulsiones de fuga.
Qué pasa cuando Richard padece una “guerilla de posiciones” porque se debe a una «comedida disposición nihilista» que también es necesario recusar en su doblez. Se puede usar la prosa en movimiento, aquella que desconfía de la positividad de los conceptos, para impugnar la «letra errante» –cómo sí– con ello bastará para generar el efecto de un realismo imaginal. Hay «cambios de piel» en la prosa de T&M, para estar en un lugar premunido-eximido sobre las “escrituras de la revuelta”. Basta con el momento suspensivo para sindicar esa supuesta holgura cognitiva que mucho le llaman realismo, como si el Tercer Espacio que proclama Richard fuera ineludiblemente eso. Por fin, cuál sería la relación afirmativa de la contra-escritura richardiana con los juicios empíricos. Lo importante es que la ensayista no se suma al horizonte moral de una época –“rebeldía»- capturada por el realismo progresista y sus garrotes. En suma ¿basta acaso con el lugar suspensivo para sindicar esa supuesta holgura cognitiva sobre las difíciles tareas del orden? Y es como señala Oscar Ariel Cabezas en el texto Octubrismo sin pedido de disculpas sostiene que, “No entender que el espíritu de octubre fue el de la desmilitarización y el del clamor de la dignidad es simplemente empujar el estigma y la criminalización del singular-plural compuesto por una so- ciedad civil que interrumpió el letargo, el aburrimiento y las injusticias de la reproducción de los habitus neoliberales.” (Crítica, Revuelta y Escritura, 129).
Alejandra Castillo en un texto que articula elementos contextuales y sustanciales nos recuerda que T&M, “llama a las salidas de marco del diseño de la democracia liberal “anarquizantes” y reduce el efecto de sus obras y textos a un pequeño círculo de convencidos para mantener el mismo diseño de la democracia que se cuestiona: “Me pregunto –dice la ensayista- si no tendríamos que reservar las fugas de lo menor para aquello que, modestamente, hacemos en el campo de la creación y el pensamiento (textos y obras), sin exigirle al texto constitucional la modulación poética de una variación-alteración continua que lo desfigure todo, cuando bien sabemos que la propuesta de nueva Constitución va a necesitar, al final del recorrido, ser consensuada por una mayoría social compuesta por sectores que claramente le temen a la desestabilización permanente” (T&M, p. 98).
Tiempos y Modos y sus pulsiones de escritura, cultiva un interés declarado -desde la introducción del libro- por abrir un espacio en disputa que nos interesa seguir, en su latencia estético-político, más allá de sociologías del malestar. Con todo, las consignas del paroxismo nos llevan a las “temporalidades cerradas” de la calle neoliberal, donde la acumulación de “imágenes grotescas” –“distopías totalitarias”- reparan permanentemente en las perversiones estéticas (“cuerpos y enunciados”) y los efectos de “confusión babélica” (dialectos insumisos) que agravaron una regresión conservadora. Convocando a Juan Pablo Arancibia, “Aquel acontecimiento de disyunción del tiempo apertura una temporalidad otra, una que pareciera común tanto a la tragedia como a la historia. Allí, el acontecimiento trágico abre un tajo en el tiempo en cuya ablación irrumpe el devenir potencia de una fuerza que se afirma y padece, tanto vence, como se arruina” (Crítica, Revuelta y Escritura, 167).
Pese a la escisión que la revuelta ha generado contra el “milagro chileno”, sus mitos modernizantes, no hemos dejado de ver en la revuelta la disyunción entre temporalidad y una potencia que ha emplazado nuestras facultades perceptivas. Una temporalidad que aún se mantiene des-historizada en su densidad suspensivo. En suma, un acontecimiento no solamente modifica formas en el interior de un horizonte mundano, sino que viene a trastornar, reconfigurar el teatro de las representaciones.
Concitando al intelectual de Tréveris hoy, “la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Es la resurrección de los muertos [a nombre de la llamada segunda renovación socialista]”. La revuelta marca un punto de inflexión respecto a un orden de discurso capturado en las “terminales nostálgicas” de la renovación. Todos los diagnósticos que se han llevado adelante de la revuelta aún están inmersos en ese clivaje refractario a pensar las relaciones entre socialismo y mercado.
Nuestras políticas de la escritura toman distancia de la segunda renovación.
Nous t’aimons Nelly
Mauro Salazar J. (Editor). Doctorado en Comunicación-La Sapienza. Universidad de la Frontera.

