Gerardo Muñoz / Delación e invaginación social en Estados Unidos

Filosofía, Política

En la noche del sábado 8 de Marzo, agentes del Homeland Security arrestaron en una operación nocturna al estudiante de posgrado Mahmoud Khalil sin presentar una orden de arresto ni una clara acusación; en efecto, fue retirado de su hogar por haber participado en las protestas contra la guerra en Gaza que tuvieron lugar en la Universidad de Columbia durante la primavera del pasado año. El desbordamiento que no tuvo lugar durante los friendly encampments de campus en el mes de Abril de 2024, ahora lo efectúa los propios aparatos del poder en un claro espíritu revanchista y de acentuada vocación de escarmiento público, como quedó patente con un miserable tweet de Marco Rubio. Esta iniciativa desplegada por el Departamento de Justicia en colaboración con la organización de deportación de inmigración (ICE) bajo el apotegma de “Catch and Revoke” (“Capturar y Revocar”) deja constancia de la orientación hacia la cacería que mueve hoy a la eficacia de los poderes públicos sobre el tejido social. El cercado del perímetro del campus universitario que podíamos ver con cierto espasmo durante las protestas ahora se extiende, manzana por manzana, cuerpo contra cuerpo, a lo largo del espacio metropolitano. Así, no es un hecho circunstancial que el arresto haya tenido lugar en un edificio de viviendas fuera del campus con una exactitud quirúrgica en tiempo y espacio. Y no se trató exclusivamente de un arresto, sino de desnudar a un ciudadano de su propia investidura: revocar una ‘green card’ (permiso de residencia a extranjeros), así como una vez ganada la stasis contra los bárbaros illegals se intentará fallar contra la natalidad ciudadana anclada en el ius soli y garantizada en la Enmienda Catorce de la Constitución.

El flagrante atropello contra Mahmoud Khalil pone en abierto otro nodo de esta nueva configuración de optimización social que no debería pasarse por alto; esto es, que su arresto y localización se debe, en buena medida, a una activa delación por parte de colegas anónimos de la propia Columbia que ya desde los días del encampment habían documentado de forma facinerosa su participación en las redes estudiantiles en solidaridad con Palestina. La delación como práctica social ahora se imbrica con un uso cuantificado de la ‘inteligencia artificial’ como dispositivo para identificar, localizar, y traducir a un estudiante cualquiera a las exigencias ultimadas de la hostilidad en curso. La transparencia y la eficacia gubernamental sobre todos los ámbitos del actuar en lo Social incrementan las prácticas de la delación asistida por los nuevos empalmes cibernéticos. ¿Qué significa que ahora vivamos ya no bajo la autoridad de los grandes diseños del estado, sino sumergidos en la noche de la delación de lo Social? Esta es la cruenta novedad que va ganando espacio y densidad autorreflexividad en la propia ascesis subjetiva. En un importante texto que buscaba pensar el ascenso de la política estática de los treinta orientada al aparato general de la “Producción”, Gérard Granel enfatizó cómo la transformación técnica instrumental de la política oscilaba de un polo técnico-burocrático a otro representacional demagógico popular, pero cuyo objetivo final no era otra cosa que la ‘invaginación de la totalidad’; esto es, buscar mantener todo bajo control desatando la movilización del espacio Social como una sustancia plástica e informe [1].

Esto implica, entre otras cosas, que el estado ya no cumple la función modernista de protección y obediencia sobre la cual erigió su principio de legitimidad; en la epocalidad de la deferencia administrativa la dispensación automatizada modula la atenuación social hacia una lucha sin tregua, donde la antigua figura jurídica de la persona – portadora de garantías procesales – se traduce a una perpetua condena en potencia ante cualquier exigencia del lazo social. Esta racionalización tampoco es nueva, ya que vale la pena recordar que el “Catch and Revoke” desplegado contra Khalil tiene su precedente en la Operación Boulder de 1972 iniciada por la Presidencia de Nixon para vigilar y abrir la puerta de la delación a todo aquel vinculado con la causa de la comunidad Palestina, y que tan solo algunos años después fue desmantelada no porque violara derechos fundamentales y garantías procesales, sino porque, como dijo uno de los directores del programa securitario de entonces, “from the standpoint of cost effectiveness it was not worth it” [2].

Incluso la racionalidad de coste y beneficio en el nuevo paradigma de la invaginación social pasa a transferir el peso y la actividad de los police powers (el poder de la eficacia para producir un cierto modo previsible en el actuar) en la composición de las relaciones sociales. En la nueva ciencia administrativa postliberal la atinada descripción de Alexis de Tocqueville en Democracia en América debe tomarse al pie de la letra y sin artilugios metafóricos: “En Estados Unidos, la sociedad que vive día a día pareciera estar compuesta de un ejército siempre alerta en el campo de batalla” [3]. Así, la descomposición de la forma estatal promueve no solo procesos acelerados de deferencia que se incrustan en la estratificación social, sino que hacen de la socialización un recinto atravesado por la coerción propia de la vigilante way of life, último reducto de la mistificación democrática en nombre de la conciliación.

Los efectos del cierre de lo Social en su repliegue no solo pone en alza los efectos punitivos y relaja la excepcionalidad jurídica, sino que moldean un nuevo tipo de composición social que apenas estamos divisando en nuestro tiempo. Esto se confirma en una transformación radical al interior del derecho penal nortemericano que ha sido registrada por el propio juez de la Corte Suprema Neil Gorsuch en su más reciente libro Over Ruled: The Human Toll of Too Much Law (2024): en los últimos años cerca del 98% de los litigios federales suelen terminar en acuerdos de culpabilidad (guilty plea); esto es, en la admisión de culpa por parte del acusado de esta manera abdicando las garantías penales, el mens rea, la regla de lenidad, y el debido proceso basado en el principio de “nulla poena sine lege”; todos aquellos principios que sostenían a la arquitectónica del derecho civil moderno como sobrevenido coherente de una larga gestación histórica de la Common Law [4].

Y si tomamos en cuenta el impecable estudio de James Q. Whitman sobre los orígenes teológicos del principio de duda razonable, hoy podemos decir que vivimos ante una regresión del viejo orden teológico-jurídico que, para prevenir la contaminación del alma con una acusación deficiente, buscó externalizar la adjudicación de los hechos mediante la neutralización impersonal del proceso [5]. En su reverso, la expansión de los acuerdos de culpabilidad y el creciente efecto social de la delación civil, sólo puede entenderse como la perpetuación de la calumnia contra el alma del ser humano, que ya Franz Kafka había tenido el tino de describir como una actividad cinegética “llevada a cabo por la humanidad contra el último límite terrestre… si sólo el Sionismo no se hubiese inmiscuido de esta forma, pudiéramos haber desarrollado una nueva doctrina secreta” [6]. Más que una ideología identitaria o un imaginario nacional tardío, el Sionismo constituye para Kafka una fuerza soberana orientada hacia la devastación de las almas y la osificación de la realidad, y que hoy se sustenta con un impúdico reclamo de las culpas sin procesos y de procesos administrativos (que emanan de la poder del Ejecutivo) en los que el viviente ha devenido automáticamente culpable. Retomar lo que Kafka llamó sin mayor elaboración “una doctrina secreta” hoy nos exige seguir ahondando en un marranismo con respecto a los dispositivos de culpa y delación que vertiginosamente arrastran al lazo social a una presión invivible y mortífera.

(Addendum). El arresto de Khalil confirma la tesis de la “invaginación social” – la totalización de la exterioridad en un espacio interior – si reflexionamos en dos obvias características jurídicas que, aunque registradas por varios pensadores del derecho contemporáneo (ver las notas de Steve Vladeck,e Ilya Samin), no han sido lo suficientemente dilucidadas: primero, que la justificación de ‘interés nacional’ que antes remitía a la política exterior ahora comande las necesidades sociales de una ‘política doméstica’; y, en segundo lugar, que la deportación prima facie ha tenido lugar una vez que el arresto trasladó el cuerpo de Manhattan a Louisiana previendo una jurisdicción más amistosa con la orden federal y la inmediata petición de habeas corpus. En los últimos años, lo que juristas norteamericanos han llamado “judge shopping”; esto es, litigar un caso en las cortes bajas de preferencia para incrementar un posible certiorari o ‘national injunction’, ahora encuentra su momento de mayor de legibilidad monstruosa en la transformación del “caso” al propio destino de la “persona”. En ambos casos estamos ante una operación que, a fuerza de realizar los movimientos del aparato legal, produce una perfecta inversión de las categorías políticas jurídicas autónomas e independientes: lo que antes era una justificación de política exterior se torna una necesidad doméstica; una práctica de jurisdicción que traduce la “persona” en un “caso”. En síntesis, la invaginación es esencialmente interna al derecho: un caso que solo tiene lugar a partir de una persona, y una persona ahora debe medirse ante la imputación del caso.

Notas

1. Gérard Granel. “The Thirties Are Still Before Us: Logical Analysis of the Concrete Situation», GFPJ, Vol.25, 2004, 129.

2. «A Plan to Screen Terrorists Ends», 24 de Abril, 1975, The New York Times: https://www.nytimes.com/1975/04/24/archives/a-plan-to-screen-terrorists-ends-us-project-to-block-arabs-was-not.html

3. Alexis de Tocqueville. Democracy in America (Library of America, 2004), 237.

4. James Q. Whitman. The Origins of Reasonable Doubt: Theological Roots of the Criminal Trial (2008), 125-140.

5. Neil Gorsuch. Over Ruled: The Human Toll of Too Much Law (2024), 126.

6. Franz Kafka. Tagebücher 1910-1923 (Fischer, 1951): «January 16, 1922: Diese ganze Literatur ist Ansturm gegen die Grenze und sie hatte sich, wenn nicht der Zionismus dazwischen gekommen wäre, leicht zu einer neuen Geheimlehre, einer Kabbala entwickeln können», 878.

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