Rodrigo Karmy Bolton / Mundocidio

Filosofía, Política

La histórica colonización de Palestina no se explica sino como una intensificación de las formas de acumulación que implica, ante todo, la cuestión de la apropiación de la tierra. Tal apropiación se expresó en la transformación del régimen de la propiedad impuesto por el mandato colonial británico una vez las tropas del general Allenby invadieron el territorio en 1917. La noción teológico-gestional de “Tierra Prometida” (que, a diferencia de la Biblia hebrea, el sionismo reinterpreta como “territorio”) funciona como la designación de aquél territorio disponible para un solo pueblo, el pueblo de “blancos” que ahora si harán de los judíos europeos, verdaderos representantes de la “civilización occidental” –es decir, la creación de Israel es la cristalización, podríamos decir, de la “conversión” judía al cristianismo en la medida precisa que el sionismo –en sus diferentes formas- se define por ser una teología política de matriz cristiana. Hoy día, la estrategia sigue siendo la que Israel plantea desde 1948: despoblar toda la Palestina histórica para apropiarse de todo el territorio. Pero se agrega un detalle que no estaba necesariamente en los cálculos originales: el descubrimiento de dos yacimientos gasíferos frente a las costas de Gaza y la apuesta israelí de intentar reemplazar a Rusia en el negocio del gas para surtir de él a Europa. Pero para Israel esa “geoeconomía” se inscribe al interior del colonialismo de asentamiento que impulsó desde su fundación y que consiste en despojar al pueblo palestino de sus tierras y, en último término, de su mundo.

En mi lectura, esta guerra geoeconómica que se libra tanto en Gaza como Cisjordania, constituye una guerra sin cuartel contra los mundos que pueblan la tierra. Si por “mundo” entendemos el relieve, el paisaje, la rugosidad que define la textura (el material) de la existencia en común, Israel representa en cambio, al “globo”, esto es, la fuerza orientada al aplanamiento, el horizonte (no el paisaje) y la superficie lisa (no rugosa)1. Gilles Deleuze y Elias Sanbar lo decían muy bien: el sionismo es un proyecto orientado a producir el vacío2. Vaciar y destruir completamente los mundos palestinos a favor de la imposición del globo sionista que impulsa y forma el capital. Vaciar la tierra y convertir la frase “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra” acuñada por el sionismo cristiano del siglo XIX, una realidad. Porque ya sabemos: el capital no es solo economía o, si se quiere, la economía en la época capitalista es un orden social e histórico3, esto es, un “globo” que para desplegarse requiere la destrucción de los “mundos”.

En este sentido, más radical incluso que la ferocidad de un genocidio que designa el exterminio de un genos, población singular, específica, quizás, Gaza nos ofrezca un verdadero mundocidio, esto es, el exterminio de seres humanos y no humanos a la vez, seres cuya singular existencia compone el devenir de los mundos. Borramiento de olores, memorias, anhelos, quema de olivos, violación de mujeres, encarcelamiento y exterminio de niños, matanzas cotidianas, despojo de casas, exclusión de derechos, quemas sistemáticas de seres humanos y destrucción de una población privándole de ayuda humanitaria y, por tanto, produciendo el hambre como dispositivo técnico y político orientado al exterminio de una población, son varias de las diversas formas en las que Israel impone al “globo”.

Bajo estas condiciones, Israel se identifica plenamente al devenir del capital: como ha sido visto por la propia Francesca Albanese, existen un conjunto de grandes corporaciones que han visto acrecentado su capital gracias a la perpetración del exterminio en Gaza que dirigen sus esfuerzos a la conquista de los mundos palestinos para hacerlos desaparecer4. En la medida que Israel impulsa una política del “globo” la catástrofe palestina (nakba) no puede pensarse sólo como una catástrofe “humana” sino “mundana” precisamente porque lo que ahí está en juego es el borramiento de todo relieve, de cualquier rugosidad que impida el despliegue del capital. Se trata de pensar una noción post-antropológica del exterminio que pueda contemplar no a los seres humanos exclusivamente, tal como nos ofrece el humanismo, sino al mundo que habitan con otros millones de seres no necesariamente humanos.

En este sentido, el sionismo prevalente ni siquiera ofrece a Palestina una tumba. Una tumba aún conserva un relieve en la memoria de los muertos. La nakba, en cambio, es globalización, esto es, destrucción generalizada de los mundos. Que nadie recuerde sus existencias. Que no haya un solo apellido, una sola comida, un solo gesto que pueda testificar que aquí la nakba no ha dejado de perpetrarse. Que todo sea normal. Y, sin embargo, eso será la nakba en su máxima ferocidad. En cuanto mundocidio, la destrucción de Palestina es la destrucción de la pluralidad de los mundos, y, en este preciso sentido, la destrucción última, de toda ética posible. Quizás, Palestina nos enseña, justamente, que una resistencia radical consiste en mantener el relieve o, lo que es igual: “Detener el tiempo monstruoso de la unificación del mundo.”5

Julio, 2025

1 Gerardo Muñoz, La fisura post-hegemónica. DobleAEditores, Santiago, 2025.

2 Gilles Deleuze, Elias Sanbar Los indios de Palestina. En: Gilles Deleuze Dos regímenes de locos. Intervenciones y entrevistas. Ed. Pre-textos, Valencia, 2008.

3 Nancy Fraser Cannibal Capitalism.

4 Francesca Albanese, Humans Rigths Council Fifty-ninth session, July 2025.

5 Joseph Rafanell i Orra. Fragmentar el mundo. Contribución a la comuna en curso.Ed. Irrupción. 2024. p. 131.

Imagen principal: Laila Shawa, Road to Jerusalem, 1992

2 comentarios en “Rodrigo Karmy Bolton / Mundocidio

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.