Rudy Iván Pradenas / Fiat ars – pereat mundus: el fascismo en las alturas (fragmento 1)

Estética, Filosofía, Política

“Decían de él que era el más inteligente de su promoción, también el más impulsivo. Podía pilotar sin problemas un Hawker Hunter o un helicóptero de combate, pero lo que más le gustaba era recoger el viejo avión cargado de humo, remontar los cielos vacíos de la patria y escribir con letras enormes sus pesadillas, que también eran nuestras pesadillas, hasta que el viento las deshacía. (…) Cuando los periodistas le preguntaron, a su regreso, cuál había sido el mayor (peligro), contestó que atravesar el silencio. (…) El silencio es como el canto de las sirenas de Ulises, dijo, pero si lo atraviesas como un hombre ya nada malo puede ocurrir” (196). Roberto Bolaño, sin duda uno de los mejores retratistas del fascismo chileno, narra la historia del poeta nazi vanguardista Ramírez Hoffman. En la narración que cierra su libro La literatura nazi en América, este poeta y aviador adepto a la dictadura escribe poemas en el cielo utilizando los nombres de las poetas de izquierda que ha asesinado.

Diversos autores han hecho hincapié en el vínculo entre vanguardia y fascismo. Los aviadores en el silencio de las alturas parecen constituir una figura de esta vanguardia abyecta que se eleva por sobre los restos de la devastación que el fascismo deja a su paso. La destrucción de los bombardeos vista desde el silencio de las alturas seguramente genera, si no un sentimiento de belleza, sí un sentimiento sublime ante los ojos de los sujetos que gozan inmutables ante la potencia de la destrucción maquínica. Walter Benjamin, en su famoso ensayo sobre “La obra de arte…” en la sección final titulada “Estética de la guerra”, escribió el lema: “Fiat ars – pereat mundus” (hágase el arte, aunque perezca el mundo), para referir a la estética fascista, particularmente al manifiesto del futurista Marinetti, el cual reza: “La guerra es bella porque enriquece los prados en flor con las orquídeas en llamas de las ametralladoras. La guerra es bella porque unifica en una gran sinfonía el fuego de los fusiles, los cañonazos, los silencios, los perfumes y hedores de la putrefacción. La guerra es bella porque crea nuevas arquitecturas como la de los grandes tanques, de los aviones en escuadrones geométricos, la de las espirales de humo en las aldeas en llamas (…)” (66-67).

En una entrevista televisada el general de la Fuerza Aérea chilena Gustavo Leigh Guzmán, a cargo de dar las órdenes del bombardeo del Palacio de La Moneda el 11 de septiembre de 1973, afirmó tanto su admiración militar como estética por los referentes del nazismo alemán: “para mí los aviadores alemanes fueron ejemplares durante la segunda guerra mundial. (…) Fue una fuerza aérea muy eficiente la que montó Alemania en la Segunda Guerra”, luego añade sobre su fascinación por la música, “también estoy con los alemanes Mozart y Beethoven”. Leigh Guzmán fue el director de la gran sinfonía aérea que, como en el manifiesto de Marinetti, conjugó la “belleza” destructiva de los escuadrones geométrico de aviones de guerra, el ruido de las metralletas y los lanzacohetes con las espirales de humo y la flor de orquídeas en llamas.

Esta gran obra, movilización total militar y estética contra el pueblo, fue llamada, paradójicamente, “Operación silencio”. Las imágenes del palacio en llamas, con sus “espirales de humo” elevándose, son el gesto estético más alto de la vanguardia fascista chilena. El comandante Mario López Tobar, jefe de la escuadrilla del Grupo Siete que llevó a cabo el bombardeo de La Moneda, en una entrevista para la televisión alemana, luce orgulloso una enorme fotografía que adornaba su despacho. En ella se ve el palacio bombardeado, justo después de ser impactado por los cohetes Oerlikon SURA de 80 mm, mientras adentro, los endebles cuerpos de Allende y sus camaradas aún resistían.

Para Leigh Guzmán esta fue “una labor de higiene hemisférica”. Así, la obra fascista se compone de silencio, higiene y muerte. “Después planeó sobre unos almacenes ferroviarios y sobre lo que parecían fábricas abandonadas y escribió el segundo verso: La muerte es Chile. Enfiló hacia el centro. Allí, sobre La Moneda, escribió el tercer verso: La muerte es responsabilidad. Algunos peatones lo vieron. (…) En el cielo se gestaba una tormenta eléctrica. Desde la torre de control un coronel le pidió que se diera prisa y aterrizara. Ramírez Hoffman dijo: entendido y volvió a tomar altura. Entonces en el otro extremo de Santiago cayó el primer rayo y Ramírez Hoffman escribió: La muerte es limpieza” (198).

Referencias:

Roberto Bolaño. 2015. La literatura nazi en América. Barcelona: Anagrama.

Walter Benjamin. 2015. “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”, en Tomás Vera Barros (comp.), Estética de la imagen. Fotografía, cine y pintura. Buenos Aires: La Marca Editorial.

Imagen principal: María Verónica San Martín, Dignidad, still de performance. Archivo Nacional de Chile, 2018. Foto: Catalina Riutort

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