Maurizio Guerri / Mirar el genocidio y no verlo

Estética, Filosofía, Política

La limpieza étnica en curso en Gaza constituye una de las mayores tragedias de la historia después del final de la Segunda Guerra Mundial y nosotros somos testigos de ella. El exterminio deliberado de la población civil con armas, sistemas electrónicos, apoyo político y económico de Estados Unidos y Europa ocurre en directo, así como en directo es la destrucción deliberada de estructuras sanitarias y el bloqueo de suministros de alimentos y medicinas para los habitantes de Gaza, incluidos los niños.

Cada mañana los medios de comunicación anuncian la cifra de palestinos asesinados que son alcanzados por francotiradores mientras buscan tener un poco de agua o un poco de harina. Habría sido difícil imaginar poder ver otra vez el tiro al blanco sobre civiles indefensos, después de haber leído en los libros de historia los crímenes de Amon Göth, que se divertía disparando con su rifle de precisión a prisioneros al azar del campo de Płaszów, apuntando desde el balcón de su villa. Escenas que han entrado en el imaginario colectivo a través de la película La lista de Schindler. A pesar del asesinato de más de 200 periodistas y reporteros en Gaza, a pesar del bloqueo de internet, a pesar de que la Franja de Gaza haya sido transformada por Israel en un campo de concentración dentro del cual nadie tiene permiso de entrar para ver lo que sucede, la cantidad de imágenes que testimonian el exterminio son innumerables. Parte de estas imágenes vienen de los civiles de Gaza, pero una parte extremadamente sustancial es producida – y la producción aún está en curso – por los mismos miembros del ejército israelí: son imágenes de muerte, de tortura, de opresión y de devastación contra los palestinos y sus espacios de vida. Soldados que humillan a los civiles palestinos, orinan y defecan sobre sus cosas y luego con orgullo exhiben las imágenes de estas abominables acciones en las redes sociales. He visto a un soldado israelí compartir un post en el que se muestra junto a sus compañeros en una casa destruida de ciudadanos de Gaza. Los soldados sonrientes tienen en la mano juguetes: una pelota, un peluche y una pequeña bicicleta. El disgusto frente a las imágenes de Abu Ghraib parece desaparecer ante una abominación aún peor.