Los años setenta también vieron el crecimiento en Gran Bretaña de movimientos gay, antirracistas, feministas y verdes. En muchos sentidos, fue el éxito sin precedentes de la izquierda y la contracultura en los años 1970 lo que obligó al capital a responder con el neoliberalismo. Esto se desarrolló inicialmente en Chile, después de que el golpe de Estado de Pinochet, respaldado por la CIA, derrocara violentamente al gobierno socialista democrático de Salvador Allende, transformando el país –a través de un régimen de represión y tortura– en el primer laboratorio neoliberal. Mark Fisher, K-Punk (2018: 372)
I. Introducción
En estos días se cumple el quinto aniversario de las revueltas chilenas del 2019. En términos generales, cinco años no parecen ser suficientes para aprehender tendencias y evaluar la naturaleza de cualquier fenómeno histórico; sin embargo, lo ocurrido durante estos últimos años requiere contravenir esta creencia e intentar un análisis que nos permita dimensionar el alcance de dichas revueltas y poner atención a las diversas narrativas originadas en torno a ellas. Recordemos brevemente la concatenación de hechos recientes con el fin de hacer ciertas precisiones: el viernes 18 de octubre de 2019, lo que comenzó como un ciclo más de protestas estudiantiles motivadas por un aumento arbitrario de las tarifas del metro, se convirtió en una revuelta social generalizada. El siguiente viernes 25 de octubre, más de un millón de personas participaron en una serie de manifestaciones que se desarrollaron en Santiago y en las principales ciudades del país. Durante las siguientes semanas y a pesar de la brutal política represiva implementada por el entonces presidente Sebastián Piñera, la situación continuó escalando, aglutinando de paso a la población de manera transversal. En respuesta a esta escalada, el viernes 15 de noviembre, en una jugada estratégica, políticos de distintos sectores se reunieron en el Congreso nacional y alcanzaron un acuerdo denominado Acuerdo Por la Paz Social y la Nueva Constitución que, como su nombre deja claro, fue un reconocimiento oficial de la necesidad de una nueva constitución.
