Hace algunos meses en un coloquio sobre la Nakba, es decir, la Catástrofe palestina que da inicio a Israel y a la puesta en marcha por el sionismo de una fase decisiva de la limpieza étnica hacia los palestinos, una persona del público preguntó ¿que debemos entender por resistencia? A pesar que usamos este concepto de manera frecuente, se podría decir, parafraseando la idea del ser de Aristóteles que la resistencia se puede decir de muchas formas. Pero esto no soluciona un problema que hoy se vuelve urgente dado el abismo al que nos precipita el capitalismo tardío en términos climáticos y de reconfiguración de conceptos que habíamos entendido por mucho tiempo como dados: lo humano, la naturaleza, la política, entre muchos otros. Frente a esta compleja situación, la resistencia o las resistencias deben volver a ser pensadas e imaginadas. Quizá consista la resistencia en esto mismo, porque parece ser inseparable de la crítica, pero sería bueno echar un vistazo tanto a esa cercanía como su distancia.
En un texto llamado ¿Qué es el acto de creación? Giorgio Agamben busca en una conferencia homónima que Gilles Deleuze dio en 1987 en la que afirma que el acto de creación es un acto de resistencia (Agamben, 2014, pp. 39-60). El texto de Deleuze está en la compilación Dos regímenes de locos, en la que vale la pena indicar, abundan también las reflexiones sobre la cuestión palestina (Deleuze, 2007, pp. 281-289). La conferencia de Deleuze está destinada a cineastas y pertenece a la época en que se estaba preguntando ¿Qué es la filosofía?, de modo que intenta evidenciar que el pensamiento filosófico es creador, es decir, hay filosofía cuando se crean conceptos. Pero los conceptos, como cualquier otra creación, y esto es fundamental, no se forjan en la mente de un radical libre, sino que surgen en un espacio-tiempo determinado y determinante, que hace de la aventura de la creación una necesidad. Un ejemplo cinematográfico, muy de Deleuze, sitúa a los siete samuráis de Kurosawa preguntándose ¿qué es ser un samurái?, no tanto para saber qué es un samurái a secas, sino qué es un samurái e este espacio-tiempo, en ese Japón que describe la película en la que los samuráis ya no son de verdad requeridos. Aquí nos topamos con una pregunta política de gran envergadura. ¿Qué hacemos cuando los samuráis no son requeridos?
Quizá, la única alternativa es crear, crear a partir de las necesidades de nuestro espacio-tiempo, sabiendo que llegará el día en que habrá que inventar otra cosa, porque la creación se mueve y prolifera en una cuestión mucho más profunda que es la necesidad de resistir, que el propio Deleuze comprende como resistencia a la muerte, propio de lo que entendemos como arte, sí, el arte resiste a la muerte, como de una lucha humana, por ejemplo, la resistencia de un pueblo contra un ocupante, una dictadura o los sistemas de control que dan forma a este nuevo espacio-tiempo planetario.
Agamben agrega a esta cuestión algo más. Pareciera no bastar la oposición a un poder externo para consagrar el término resistencia. El propio Deleuze había dicho en otro lado que el acto de creación está relacionado con la liberación de una potencia, entonces en el triángulo creación-resistencia-potencia, es necesario que pensemos también este último término. Como es su costumbre, si Agamben va a hablar de potencia, recurre a Aristóteles y su concepción del ejercicio de la technai (arte en el sentido más amplio de la palabra). Interesa sobre todo a Agamben la potencia descrita por el estagirita en el libro IX de la Metafísica y el libro II de De anima, donde la potencia no se trata banalmente como un llegar a ser, es decir como el telos que siempre parece ir ligado a la relación potencia-acto, sino a aquella en la que un ser se encuentra en posesión de una potencia, una hexis, hábito que indica tener una capacidad o habilidad.
Tener una capacidad o una habilidad para hacer algo significa, por supuesto, tener también la capacidad y la habilidad de no hacerlo. Es decir, la potencia que le interesa a Agamben es esta que no indica sólo un hacer, sino que porta en sí misma una abertura que es hacer o no hacer, como si trajera consigo una privación, que en términos de hábito, poseer una potencia es también poseer una privación. Una suerte de impotencia o adynamia que vive en la potencia. “Adynamia –dice Agamben – no significa aquí ausencia de potencia, sino potencia-de-no (pasar al acto), dynamis me energein” (Agamben, 2014, p. 44). Ahora bien, resistir, del latín sisto, indica un mantener firme, aprehender, que indicaría ese hábito inscrito en la resistencia que es tanto una posibilidad de pasar al acto como de mantener en sí, frenando el impulso ciego que desembocaría sólo en la consumación del acto. Resistir, en este sentido, es mantener-se, sostener-se, en el dominio de una potencia, en la posibilidad de la creación y, quizá más relevante, en el dominio de una impotencia, es decir, de la capacidad de cortar el flujo a través del cual se sostiene la operosidad, creando una desactivación, una suspensión que hace posible, en efecto, que el mundo no sea una simple concatenación de hechos consumados de antemano. De hecho, si existe un vínculo con la crítica es precisamente que la resistencia puede pasar al acto sin que en ello se extinga su potencia, tal como la crítica se funda en el desfondamiento de todo argumento, permitiendo la misma posibilidad de que el pensamiento se piense a sí mismo, o en otras palabras, que haya pensamiento.
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En el contexto de la resistencia palestina a la ocupación sionista existe un concepto especialmente significativo que se ha levantado con fuerza desde los años 60. Se trata de sumud. Si quisiéramos traducirlo tendríamos que entrar en una constelación de conceptos en los que se encuentra resistencia, persistencia, firmeza, tenacidad, permanencia y resiliencia. En árabe resistencia en sentido estricto se dice muqawama. Pero sumud indica una afirmación más amplia de formas de resistir y perseverar.
Jeff Halper, del Comité Israelí contra las Demoliciones de Casas, plantea que los palestinos han seguido una ruta de resistencia en tres niveles: las negociaciones, que son las que lleva a cabo la OLP con Israel y en la arena internacional; el desgaste, que involucra todos los aspectos de debilitamiento de la ocupación militar producto del deterioro de su imagen internacional, los recursos gastados y lo ineficaz de su gestión del Apartheid; y sumud. Ahí tenemos que detenernos. Halper dice:
A pesar de la huida de muchos palestinos de clase media, uno no puede sino sentirse impresionado por la firmeza (sumud) y la resistencia a la ocupación por parte de los campesinos, las clases trabajadoras y la pequeña burguesía, una resistencia que adopta la forma de supervivencia diaria, una insistencia en seguir adelante con la propia vida y un rechazo a dejarse acobardar, así como formas de lucha activas e intencionadas. Ya sea intifada, evasión de puestos de control, insurrección fiscal o mera “amenaza demográfica”, Israel no ha conseguido expulsar o “transferir” a los palestinos fuera del país, ni siquiera rutinizar su control sobre ellos (Halper, 2006, pp. 46-47).
Lo interesante de la cita es que Halper considera el sumud desde una amplia gama de posibilidades. En primer lugar sumud llevan a cabo todas las clases sociales: campesinos, trabajadores y burgueses. Luego, sumud indicaría una persistencia que permitiría seguir con la vida cotidiana, la vida bajo ocupación. Se resiste no tanto en la excepcionalidad, sino en una vida cuyo sentido es resistir. Se niegan a ser desplazados, se plantan y cuidan los olivos, se vive la cultura común, se traspasan las historias orales y escritas, se crea siempre nueva poesía, se practica la autosuficiencia económica con huertos y agricultura de pequeña escala, se educa y alfabetiza con los medios de la cultura local, se crea el Teatro de la libertad, se abren caminos para avanzar ahí donde Israel ha creado carreteras segregadas que para los palestinos no conducen a ninguna parte, se sonríe perturbadoramente cuando se es detenido, se es solidario como un deber por sobre todos los demás. Esta es una forma de resistencia, un tipo de sumud que ha sido capaz de persistir la limpieza étnica y el Apartheid que Israel ha montado sobre Palestina, sin deberle nada específico a la resistencia armada.
Pero al mismo tiempo, Halper nos habla de intifada y evasión de puestos de control, desobediencia civil. Son los mismos palestinos, las mismas familias que ahora lanzan piedras a los tanques, se parapetan en los campamentos de refugiados y marchan decididos contra el muro de segregación o contra los bombardeos perpetrados por Israel. De pronto sumud es también sumud muqawim, un acto de resistencia activo que puede, por supuesto, costar la vida. Es el espacio-tiempo el que define la necesidad de resistir de una forma u otra, permaneciendo entre los palestinos el hábito, la cultura de la resistencia. Edward W. Said decía a propósito de una obra de Ghasan Kanafani que “El palestino tiene que crear el presente, ya que el presente no es un lujo imaginario, sino una necesidad literal, existencial. Una escena que apenas se adapta a él y se convierte en una provocación: la paradoja de la contemporaneidad resulta para el palestino abrupta” (Said, 2013, p. 213).
Lo abrupto nos lleva a una situación extraña que los palestinos han documentado en cada film y en cada relato. Se trata de la imposibilidad de planificar. Toda la vida de los palestinos está mediada por arbitrariedades de los militares, los puntos de control, los desvíos de carreteras, los decretos de demoliciones de casas, el asalto de los colonos judíos fundamentalistas a las aldeas, las redadas nocturnas, el gaseamiento de las escuelas, la tala de olivos por parte de los mismos colonos, o peor aún, como ocurre en Gaza, la posibilidad constante de que Israel lance un bombardeo que, como sabemos, cobra la mayor de las veces vidas de civiles. Entonces sumud no es estrategia sino resistencia de un tiempo y espacio sin continuidad, donde lo que queda es sólo el reconocimiento del hábito de resistir como forma de vida. Y en ese tranco sin descanso se crea un sueño, se resquebraja un poco el muro y aparece en el horizonte una imagen fugaz de la libertad. De alguna manera, el sumud es un hilo para el cultivo de un hábito donde el tiempo y el espacio han sido interrumpidos. Es, entonces, siempre un comienzo, pero no uno ex nihilo, sino el pararse firme y agrupar los pedazos de la catástrofe para construir una y otra vez una línea de fuga, una forma de resistir. En Beginnings, Said explora la idea de que cada comienzo es una interpretación generada a partir de una compleja red de preexistencias y previas interpretaciones. Más que un punto de origen fijo, el comienzo es cada vez un acto creativo, una intervención en un campo ya existente de discursos (Cf. Said, 2012). Bajo este lente, el sumud indica una resistencia que crea, y que cada vez que pasa al acto, conserva plenamente su potencia.
Se podría decir que en ese frágil hilo que permite la conexión de las resistencias, el montaje y ensamble de prácticas que comienzan cada vez porque son inmemoriales, permite también una permanente metamorfosis colectiva, una proliferación del deseo de libertad que es práctica de resistencia, verdaderas transformaciones o devenires que afirman la existencia como encuentro y evento de lo común. Frente a los colonos que se auto perciben como un pueblo elegido, los palestinos levantan la resistencia como una forma de vida que no espera salvación, porque toda transfiguración la ha encontrado en la apropiación de la potencia-de-no, de ser siempre hacia una nueva resistencia. En un relato de prisión del ahora mártir del Frente Popular para la Liberación de Palestina, Ibrahim El Ra’ii, este se encuentra en la sala de interrogación y torturas frente al funcionario del Servicio de Inteligencia Israelí, Shabak. Ibrahim dice: “¿Alguna vez has interrogado a una mesa? Ahora soy una mesa. Ve a interrogar a una mesa. Si te contesta, ven a mí y verás que me he convertido en una montaña (Ibrahim El Ra’ii, citado en Meari, 2014).
Bibliografía
Agamben, G. (2014). Il fuoco e il racconto. Roma: nottetempo.
Deleuze, G. (2007). Dos regímenes de locos. Textos y entrevistas (1975-1995). Valencia: Pre-Textos.
Halper, J. (2006). A Strategy within a Non-Strategy: Sumud, Resistance, Attrition, and Advocacy. Journal of Palestine Studies, 35(3), 45–51. https://doi.org/10.1525/jps.2006.35.3.45
Meari, L. (2014). Sumud : A Palestinian Philosophy of Confrontation in Colonial Prisons. South Atlantic Quarterly, 113(3), 547–578. https://doi.org/10.1215/00382876-2692182
Said, E. W. (2012). Beginnings: Intention and Method. London: Granta Books.
Said, E. W. (2013). La cuestión palestina. Barcelona: Debolsillo.
Este texto fue presentado como ponencia en la Conferencia Internacional La Comuna Planetaria, el jueves 28 de septiembre de 2023.