Gerardo Muñoz / Nombre y libertad

Filosofía, Política

En el otoño de 2020, discutimos un libro de Rodrigo Karmy titulado Intifada: una topología de la imaginación popular (2020), que reparaba en las implicaciones que conllevan las formas de las revueltas contemporáneas para la imaginación común. Se ha dicho con buenas razones que los controles administrativo-sanitarios desplegados durante la pandemia de COVID-19 neutralizaron el ascenso de revueltas surgidas del descontento experiencial al interior del tejido social. El desgaste y la domesticación de la experiencia probaron, al menos por ahora, su eficacia sigilosa así como su éxito unilateral. Sin embargo, lo que algunos de nosotros no vimos en ese momento fue que esta energía de contención prolongada también se estaba aplicando a la sustancia misma del lenguaje. Esto ahora se ha hecho ostensible, a raíz de los recientes acontecimientos en los campus universitarios donde autoridades administrativas, escritores de opinión y analistas legales han sugerido que una palabra en particular, “intifada”, debería proscribirse y borrarse de la vida universitaria. No vale la pena considerar aquí la etimología, el alcance semántico o el despliegue político de este término —para esto ya existe la elegante y densa articulación del término elaborada por Karmy.

Lo que ha pasado completamente desapercibido en la cháchara circulante sobre la “intifada” es el hecho de que la realización plena de una “sociedad retórica” implica, necesariamente, una guerra civil preventiva en curso sobre lo que se percibe como “decible”. Esto significa que la contención no alcanza sólo al momento de la realización de la acción (y su razón o justificación); sino que además se extiende íntegramente sobre lo que potencialmente podría decirse. Los diversos llamamientos –de izquierdas y derechas, desde analistas jurídicos hasta expertos y algunas administraciones académicas– contra el uso del término “intifada” no son meramente sustantivos (o al menos no se detienen en este umbral específico); es una reacción preventiva contra la posibilidad misma del nombre y del nombrar. El acto de nombrar está íntimamente relacionado con los acontecimientos exteriores del mundo; por lo tanto, la proscripción de la nominación es un paso más en el proceso de domesticación en el que la especie humana es arrancada de la posibilidad de establecer un contacto con el mundo, de poder acceder a él a través de la densidad específica de la nominación.

La situación paradójica de este interregno es que, por un lado, el colapso de la autoridad política moderna que funda el Estado liberal (auctoritas, non veritas facit legem), como superación del lenguaje y de las verdades, ha llevado directamente a la inflación retórica donde se sacrifica la nominación y el lenguaje es codificado en una normatividad de segundo orden que impone obligaciones arbitrarias sobre lo que es lícito e ilícito. Es por eso que la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos –y el constitucionalismo total en general– se convierte en la zona de construcción que permite la justificación contingente del “tiempo, lugar y manera” bajo el derecho civil de “libertad de expresión”, lo que convierte la nominación en una sombra ominosa y terrible; un apóstrofe sin garantía. La proscripción casi anecdótica de la “intifada” revela el dominio heteronómico sobre la interioridad; es decir, sobre la posibilidad misma del decir. Al fin de cuentas, el desarrollo civilizatorio no es otra cosa que el paulatino olvido del decir (legein) para acceder a las cosas.

Recuerdo años atrás, en Princeton, cuando Quentin Skinner nos dijo que una característica fundamental de la no-libertad (unfreedom), considerada en sentido amplio, comienza cuando uno piensa dos veces si es conveniente o prudente decir lo que piensa. No creo, por supuesto, que él estuviera a favor de una posición de imprudencia o de una cacofonía generalizada. Supongo que quiso decir que el fin de la libertad (liberty) comienza cuando desaparece la posibilidad misma de nombrar –“entre el movimiento y el acto cae la sombra”. La fijación y la transparencia constituyen hoy la gramática circulante. ¿Puede el lenguaje subsistir en un mínimo tan empobrecido y supervisado por la logística general del gobierno? Como preámbulo, se puede decir que en el momento actual cualquier concepción de libertad comienza con el opaco ejercicio de nombrar.

Traducción del inglés al español por Gonzalo Díaz-Letelier. Publicado en inglés el 14 de diciembre de 2023 en el sitio electrónico Infrapolitical Reflections:

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