Giorgio Agamben / El medioevo que viene

Filosofía, Política

Un pasaje del libro de Sergio Bettini sobre El arte al final del mundo antiguo describe un mundo que es difícil no reconocer como similar al que estamos viviendo. «Las funciones políticas son asumidas por una burocracia estatal; esta se acentúa y se aísla (anticipando las cortes bizantinas y medievales), mientras las masas se vuelven abstencionistas (germen del anonimato popular de la Edad Media); sin embargo, dentro del estado se forman nuevos núcleos sociales en torno a las diversas formas de actividad (germen de las corporaciones medievales) y los latifundios, vueltos autárquicos, preludian la organización de algunos grandes monasterios y del mismo estado feudal».

Si la concentración de las funciones políticas en manos de una burocracia estatal, el aislamiento de esta respecto a la base popular y el creciente abstencionismo de las masas encajan perfectamente con nuestra situación histórica, basta con actualizar los términos de las líneas siguientes para reconocer también aquí algo familiar. A los grandes latifundios evocados por Bettini corresponden hoy grupos económicos y sociales que actúan de modo cada vez más autárquico, persiguiendo una lógica completamente desvinculada de los intereses de la colectividad, y a los núcleos sociales que se forman dentro del estado corresponden no solo los lobbies que operan dentro de las burocracias estatales, sino también la incorporación en las funciones gubernamentales de categorías profesionales enteras, como ha ocurrido en años recientes con los médicos. El libro de Bettini es de 1948. En 1971 se publicó el libro de Roberto Vacca Il medioevo prossimo venturo, en el que el autor preveía una evolución catastrófica de los países más avanzados, que ya no serían capaces de resolver los problemas ligados a la producción y distribución de la energía, a los transportes, al suministro de agua, a la eliminación de residuos y al tratamiento de la información. Si Vacca podía escribir que los anuncios de catástrofes inminentes eran en aquellos años tan numerosos como para haber producido una verdadera literatura «ruinográfica», hoy las predicciones apocalípticas, en particular las ligadas al clima, como mínimo se han duplicado.

Aunque los desastres –como los producidos por la energía nuclear– son, si no probables, ciertamente posibles, la degradación de los sistemas en los que vivimos es pensable sin que esta adopte necesariamente la forma de una catástrofe. El desmoronamiento político, económico y espiritual de los países europeos es, por ejemplo, hoy evidente aunque estos continúen sobreviviendo por algún tiempo. ¿Cómo pensar entonces el advenimiento de una nueva Edad Media? ¿De qué modo el abstencionismo político que vemos a nuestro alrededor podrá transformarse en un «anonimato popular» capaz de inventar nuevas y anónimas formas de expresión y de vida? ¿Y de qué modo el aislamiento de las burocracias estatales y la difusión de potentados autárquicos podrá preludiar la aparición de fenómenos similares a los grandes monasterios, en los que el éxodo de la sociedad existente produce nuevas formas de comunidad? Es cierto que esto solo podrá ocurrir si un número inicialmente reducido, pero creciente, de individuos sabe leer en las formas políticas que se disuelven el presagio de nuevas o más antiguas formas de vida.

Fuente: Quodlibet.it

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