Lo que los líderes del mundo quisieran es que los palestinos fuesen masacrados sin ofrecer resistencia. Tal vez ahí sí podrían sentir lástima, incluso llorar al ver a los niños mutilados y ciegos, tal vez así verían la inhumanidad del sionismo, sólo para corroborar que el curso de la historia, el patrimonio cultural de la humanidad, lleva escrito con sangre el nombre de los vencedores. El problema de los palestinos, para estos líderes, es que su existencia consista en resistencia. Que más allá de todos los despliegues de sus aparatos de muerte, sus cuerpos se levantan una y otra vez. Cierto, mutilados. Cierto, ciegos. Pero erguidos. Este es un problema grave, porque a fin de cuentas lo que los palestinos hacen es crear una nueva imagen acerca de qué es lo que puede un cuerpo.

Y tal imagen irradia, reverbera, hacia todos los rincones del mundo. A aveces se encuentra con otros cuerpos parecidos, que han resistido por siglos y se entienden en el mismo idioma. Otras, son cuerpos dóciles, maniatados por controles biométricos, trabajados en la intensidad de la producción vampírica del capital, los que empiezan a representarse en los palestinos. Esos cuerpos salen a las calles y a los líderes del mundo les encantaría que sus gritos fuesen domesticados: «paz», «amistad», «no más guerras», así en plural. Cuando emerge en cambio «desde el río hasta el mar», «la intifada vencerá», «el sionismo es criminal», no hay otra posibilidad que reprimir, golpear y encarcelar, para que todo sea olvidado, para que el miedo sea más grande que el deseo de ser como los palestinos, porque esos líderes saben que cuando esos cuerpos sean palestinos, nada los salvará a ellos del derrumbe.

La potencia de los cuerpos que resisten subvierte una trama de poder que se ha desplegado planetariamente. Esta trama es la que conjuga al mismo tiempo olvido e inmediatez. Si el olvido todavía puede nutrirse de las historias, la inmediatez sitúa al cuerpo en una esfera individual, cerrada a la temporalidad. Pero el pasado, como la vida, busca la manera de ingresar en el presente. Esta vez lo ha hecho usando los propios dispositivos de dominación, haciendo aparecer allí donde todo es superficial y de una sola mirada, las imágenes de los niños de Gaza, que sufren, pero cantan, que mueren de a miles en el anonimato, pero bailan. Eso que es inconcebible para el poder es lo que hacen los palestinos. El gran temor de los líderes del mundo no es Hamas ni el FPLP, tampoco es que la gente sienta tristeza por los palestinos. El gran temor de los líderes del mundo es que el mundo sea como los palestinos.

Imagen principal: Rama AlAshqar, Above the clouds 3, 2024