Gerardo Muñoz / Palestina y la Inteligencia Artificial

Filosofía, Política

Cuando los historiadores venideros estudien la segunda década de este siglo no podrán un ignorar un hecho que se ha desplegado con toda claridad ante los ojos de todo el mundo: que la aceleración de la Inteligencia Artificial y la nueva modelación tecnológica se desplegara al mismo tiempo que el genocidio del pueblo palestino. En un sentido estricto, la destrucción del mundo que representa Gaza va de la mano del punto más alto de la racionalidad de la subsunción técnica ontoteológica cuyo verosímil, la Inteligencia Artificial, es el último avatar de la cibernética aplicada a la turbulencia de los fenómenos. Por supuesto, al menos desde la mirada esférica y autonomizada de Abbe Sieyes, la modernidad política siempre ha dependido de los encuadres tecnológicos para gobernar los cuerpos y las almas de los vivientes. En este sentido, la novedad de la Inteligencia Artificial es el resultado de la fascinación humanista siempre obsesionada con el orden, la identificación, y los infinitos andamios de prevención ensimismada (hoy la phone app, los checkpoints, lentes con videograbación). La óptica pasiva moderna regresa como la última cárcel mortífera de una existencia amortizada en su propia degeneración.

Como lo demuestra con absoluta claridad el libro The Philosopher in the Valley: Alex Karp, Palantir, and the Rise of the Surveillance State (2025) de Michael Steinberger que acaba de ser publicado, el 7 de octubre supuso una “vuelta a las raíces” y un “clarísimo momento de supervivencia” para la firma Palantir encargada de suministrar diseños de datos y localizaciones de poblaciones “enemigas” a las inteligencias de los Estados Unidos e Israel [1]. Para los nuevos masterminds de la Inteligencia Artificial y la nueva ingeniería de datos como Alex Karp, la imagen de Gaza suple a la tecnología en su totalidad del régimen de la fuerza. Como lo confirma el mismo Karp en una intervención en el marco del encuentro Seguridad AI en Londres a comienzos de noviembre de 2023: “Nosotros construimos productos y sistemas para un mundo que es violento, disyunto e irracional, un mundo en el que por encima de todo debemos mostrar la fuerza, un mundo en el que, si no muestra la fuerza, aquellos que son xenófobos, y también diría antisemitas voltearán sus cabezas” [2].

El lema de Palantir es no dejar que ninguna cabeza se asome al mundo (y no es menor que cabeza y capital compartan la misma raíz etimológica, el capitis). ¿Pero qué significa “mostrar la fuerza” en el mundo de crisis terminal de la política y del derecho internacional? Sin decirlo con todas las letras, Palantir ya nos provee una imagen: mostrar la fuerza es proyectar el genocidio en Palestina. Por eso no se trata simplemente de exponer los vínculos entre las firmas tecnológicas y las inteligencias imperiales, tal y como aparece en el Reporte Especial sobre el Genocidio en Gaza esbozado por la relatora Francesca Albanese por más necesario que éste sea; se trata ver el nexo entre la atrofia tecnológica vigente y la organización más terrible de la destrucción de la vida humana [3]. Por eso ya no se trata de meras complicidades opacas entre actores canallescos o ajenos a las normas de un uso responsable; sino más bien que, tras la liquidación de toda legitimidad interestatal que orientó la modernidad política, la fuerza tecnológica, indistinguible de la guerra, tiene como objetivo el ocaso de un mundo sin redención y sin lengua.

Como parte de la desmemoria y embrutecimiento de la época, a los historiadores venideros tampoco se les escapara la bizarra manipulación del término “antisemitismo”, un comodín de la alta retórica para la legitimación de la agresión desatada (valga recordar que la tesis doctoral de Karp trata el problema de la agresión como cohesión comunitaria) planetaria. La asimilación del “antisemitismo” como dispositivo artificial para justificar un genocidio es el acto antisemita por excelencia, puesto que si asumimos la elección divina de Israel, como enseñó Erik Peterson, estamos forzados a aceptar un cambio en la propia antropología de la especie humana en la que se desalojan las guerras fratricidas y el faccionalismo nacional para habitar en la eternidad de Dios [4].

Así, cuando Palantir y los exponentes del actual americanismo evocan al “antisemitismo”, en realidad está enunciando una guerra perpetua que se decide mediante los avances de la Inteligencia como esquema en el que se decide la vida y muerte. Sin embargo, sabemos que para Peterson, como ha mostrado el teólogo Mårten Björk en una brillante investigación, la redención espiritual de Israel no es una teología política, sino que está orientada a la totalidad de las almas de los vivos y de los muertos que sobrevivieron y que sobrevivirán a la propia destrucción del orden intramundano. No puede ser de otra manera: en su eschaton secularizado ficticio, la dispensación planetaria de la Inteligencia Artificial aparece como una de las formas más siniestras del antisemitismo que hayamos tenido noticias. Un combate interno que depende del genocidio concreto del otro sobre el que se está siempre actuando.

NOTAS

1. Michael Steinberger. The Philosopher in the Valley: Alex Karp, Palantir, and the Rise of the Surveillance State (Avid Reader Press, 2025), 239.

2. Ibid., 239.

3. “Reporte Especial del Genocidio en Gaza: Un Crimen Colectivo. Francesca Albanese”, Naciones Unidas, 20 de Octubre 2025: https://www.un.org/unispal/document/special-rapporteur-report-gaza-genocide-a-collective-crime-20oct25/

4. Erik Peterson. “Imperium, Christus, Antichristus”, en Offenbarung des Johannes und politisch-theologische (Echter Verlag, 2012), 230.

Imagen principal: Ruba Salameh, A.A supermoon, 2024

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