Jamás se ingresa a una batalla sino es porque ésta nos atraviesa. Rodrigo Karmy Bolton
Si la pregunta por el sublevarse de los pueblos y la violencia como “contra- movimiento” que los oprimidos desatan como respuesta de resistencia frente a la aniquilación de sus formas de vida y la usurpación histórica de sus tierras, queda siempre reducida a la categoría normativa y policial de terrorismo, sinónimo de muerte, violencia y horror que permanentemente cargan los que se defienden de la máquina de guerra fundante de los opresores, es porque la pregunta por la violencia queda siempre inscrita en el círculo mítico de la lengua jurídica- soberana del poder- la violencia instauradora, que se perpetua con las vestiduras del “desarrollo y el progreso constante de la historia”.
El libro “Chem Ka Rakiduam”, pensamiento y acción de “la CAM”, da cuenta, precisamente, del “otro” de “la violencia”, inventa justamente otra lengua, que desajusta la narrativa oficial de la dominación. Como gesto de rebelión de los oprimidos, el relato insurgente que crea la subversión del pueblo mapuche – los Weychafes de “la CAM”- es un decir “no radical” a la prolongación de la masacre racista que el Estado de chile como aceleración colonial del imperio deja caer como violencia originaria e institucionalizada (violencia estatal-soberana), sobre el pueblo mapuche y el walmapu. Será, entonces, el relato de estas acciones político-militar desarrolladas a lo largo de estas dos décadas una forma de interrupción de la violencia colonial del capital, y la que dará forma a los modos insurreccionales de existencias en común que como única posibilidad de sobrevivencia y dignidad portan los condenados y despojados de la tierra.
Asumir un modo insurgente de vida como forma de suspensión del expediente de conquista, invasión y muerte que traen consigo los procesos de expropiación y acumulación de las arremetidas necro-políticas de la barbarie, es asumir también una ética de la liberación material de “las distintas formas de vidas”, que arrasadas por la violencia mítica de la razón jurídica- resisten el oficio jerárquico y sacrificial del fuego imperial. Y digo fuego imperial porque si “la CAM” está en el ojo securitario del estado policial de Chile es, precisamente, porque su contra ofensiva insurrecta tiene un horizonte político anti capitalista en su fase global de acumulación imperial financiera; es porque lleva consigo una rebelión que hace frente a la violencia de las oligarquías, las transnacionales del capital y la devastación del mundo.
La resistencia política que asume “la CAM”, desde hace ya más de veinte años contra el estado neoliberal chileno, identificado con “la imperialidad colonial transnacional”-“el empresariado forestal y energético”- que arremete en sus vidas usurpando sus tierras “-ocupación por desposesión”- nos muestra a través de su potencia subversiva y sus procesos de control territorial “-conocidos como recuperación de tierras y autonomía”- sin el cual no podríamos entender el gesto insurrecto de la CAM- una cierta disidencia, una política de disenso radical respecto de las formas de vida que promueve el modelo de desarrollo económico destructivo del neo colonialismo extractivista invasor. La lucha que los Weychafes de “la CAM” en el Walmapu han asumido, es la lucha en contra de un orden político y económico que nos indica como única posibilidad de existir el avasallamiento del humano contra la naturaleza y un modo de vivir fundado en la aniquilación de las diversas formas de estar en el mundo. Es este modo del sublevarse, son estas acciones de insubordinación contra-hegemónicas las que el estado policial y empresarial chileno no le perdona al ademan subversivo del Weychafe de “la CAM” y su dignidad de porvenir emancipado.
Sublevarse- defenderse- es un derecho político de todos los pueblos oprimidos de la historia, y su pugna por la emancipación material no tiene un lugar determinado, una cartografía diseñada por el estatuto soberano del poder. La lucha autonomista del Weychafe de “la CAM” en el Walmapu es fundamentalmente un combate contra la guerra genocida y brutal que el Estado de Chile y las faenas del capital forestal han desatado contra su pueblo, arrinconándolo en la absoluta miseria de sus vidas olvidadas, pero también es, más allá de todo régimen identitario de liberación, una experiencia de “contra-guerra” descolonizadora que se entrecruza con otros procesos histórico- sociales de rebelión por la justicia en el mundo: Palestina es también la experiencia deslocalizada de esa pelea anticolonial; la de un pueblo arrasado por la articulación planetaria del capital en su fase fascista de expropiación, guerra y exterminio global.
Ese es el punto crucial de la experiencia subversiva de la CAM, recuperar el derecho por la autodeterminación de su destino como pueblo, su derecho a defenderse, sin la comandancia de ninguna ideología “revolucionaria” occidental, ni la pauta estratégica de ninguna vanguardia política local iluminada, sino que más bien expresa la sublevación de un pueblo que se levanta en contra de un poder que le oprime, actualizando para sí la memoria rebelde, “inscritas en sus cuerpos”, de la potencia emancipante de su historia de combate contra la regla soberana del colonialismo opresor y los imperativos apropiantes del capital que norman nuestras vidas como principio general de toda existencia.
Inventar una vida subversiva, es crear otras formas de estar y convivir, otras formas de imaginar y estar con otros en la tierra, otros modos de habitar el mundo, rehuir de la rúbrica teleológica de la oficialidad de la historia y sus distintos modos de continua explotación como destino.
La imaginación política y la praxis rebelde de los Weychafes de “la Cam” coincide justamente con la invención intempestiva de un mundo liberado de la determinación histórica del mandato ilustrado de civilización, cuando esta bajo égida de la muerte le invita a su conversión multicultural al precio de la injusticia, la miseria, la persecución ,la esclavitud, y la muerte, subyugándolos en el hechizo del espectáculo de la mercancía toda vez que el capital acelera e intensifica su paso por todos los rincones de la tierra.
Walmapu está ocupado, la máquina de guerra del Estado de Chile por medio de sus dispositivos de control y tecnologías securitarias: léase el interminable estado de excepción como regla de ocupación y borramiento, asedia la mirada rebelde del Weychafe en resistencia contra el poderío colonial de la muerte, y este a la contra, afina su puntería insurgente de una vida autónoma y justa del derecho a vivir libres del golpe acerado mortal que la oligarquía financiera y militar deja caer sobre sus tierras y sus cuerpos constelados.
Los pueblos no disparan afirma la moral del pacifismo liberal burgués progre acomodado; los pueblos no disparan, no queman, no saquean, no detonan misil alguno, solo se dejan masacrar, no calzan con el terror de ninguna violencia; el pueblo mapuche no calza con la violencia subversiva de los Weychafe de La Cam, pero mientras los pueblos no coincidan con esa imagen docilizada de pueblos expuestos a la matanza, seguirán siendo monstruos pasajeros y múltiples,(¿ terroristas?), ademan inatrapable, resto inapresable por la máquina colonial del exterminio. Levantarse, defenderse, resistir y sublevarse seguirá siendo una forma de vida expresiva, singular e irreductible a cualquier régimen policial de sometimiento imperial de los cuerpos. Las formas de lucha de un pueblo tan violentado como el pueblo mapuche, las definen ellos mismos, en pleno uso y ejercicio de su derecho a la rebelión por la justicia, ante la brutalidad criminal de la gobernabilidad neoliberal fascista que los acosa.
Sublevarse es inventar una forma –de- vida, es evadir la dinámica sacrificial de la historia, escabullir el cerco militar de la lengua oficial y la máquina gubernamental que la aísla como vida cercenada a la norma de la excepción soberana. El gesto irreductible de una forma- de- vida que se rebela como una potencia común frente al operador biopolitico que la desecha como desnuda y la encarna como cuerpo cerrado y dócil para su gobierno, siempre supura un resto libertino que escapa de la jaula metafísica que la clausura. Las formas –de- vida como modo bifurco y dislocante- subversivo- de la “unidad teológica” que la separa para soberanizarlas, resisten la deriva ontológica del poder y abren un abismo de ex -carnación que suspenden el dispositivo pastoral de su crianza y representación. La vida se bifurca se “hace” gesto irreductible y movimiento múltiple que trastorna y excede la separación de toda identidad metafísica y captura soberana sobre la libre proliferación improductiva de las formas- de – vida, que como a-narquía deslocalizadas arremeten contra la jerarquía policial del orden que administra y sanciona la disposición de los cuerpos en un lugar diseñado por el mandato del capital y su vocación de “reparto”. Una forma- de- vida se entiende y extiende como una intensidad inoperosa que desactiva e interrumpe la larga violencia individualizante de producción”, cálculo y división, inscrito en una tradición oikonomica, gubernamental de administración general de los cuerpos subsumidos al régimen de acumulación y propiedad como ethos y gloria de la equivalencia mercantil.
A esta luz, podría afirmar que la lucha de resistencia de los pueblos, y en particular la resistencia de los Weichafes de La Cam expresan una mirada singular e ingobernable, una asonada-“forma –de- vida”- que celebra la profanación del orden burgués y los imperativos blancos del patrón tecno-capitalista de acumulación y despojo como “alegría profana” y expresiva que “acribilla la gramática del amo” “como desafío a la soberanía” y dislocación del dispositivo estado como tecnología de crianza” y sometimiento .
La rebeldía como forma – de – vida, “que se genera viviendo” y siempre se muestra como un excedente que no tiene cabida en ningún espacio formal de los modos institucionales y jurídicos del vivir, crea a su vez formas subversivas de existencia en común que se abastecen de las potencias de la imaginación para crear modos de resistir, desobedecer y levantarse, tal como el Weychafe recrea la intensidad de un mundo fiel a la felicidad del encuentro sobre la tierra, donde se juega una vida como potencia inanticipable, que nos invita a descentrar los modos jurídico- soberanos de la temporalidad del progreso capitalista del vivir y habitar un mundo donde el animal humano- el viviente- no quede sujeto a una forma de vida configurada a imagen y semejanza del “Dios de turno”- la soberanía del capital- y su lengua épocal del exterminio .