Miguel Ángel Hermosilla / ¿Qué es sublevarse? A propósito de “La Cam” y “Chem Ka Rakiduam”

Filosofía, Política

Jamás se ingresa a una batalla sino es porque ésta nos atraviesa. Rodrigo Karmy Bolton

Si la pregunta por el sublevarse de los pueblos y la violencia como “contra- movimiento” que los oprimidos desatan como respuesta de resistencia frente a la aniquilación de sus formas de vida y la usurpación histórica de sus tierras, queda siempre reducida a la categoría normativa y policial de terrorismo, sinónimo de muerte, violencia y horror que permanentemente cargan los que se defienden de la máquina de guerra fundante de los opresores, es porque la pregunta por la violencia queda siempre inscrita en el círculo mítico de la lengua jurídica- soberana del poder- la violencia instauradora, que se perpetua con las vestiduras del “desarrollo y el progreso constante de la historia”.

Magaly Ruiz Mella / Historias mapuche. Eliana, el Mapuzungun. Una vida posible

Estética, Filosofía

Sobre Epew Txem Kulelu. Historias Mapuche de Eliana Albino Caniu, 2018

Los momentos de vigor son esenciales para la «comunidad de los afectos». No son ficciones, menos si distan de estar anclados en las distopías del presente. Bajo la biblioteca de la modernidad, la amistad es catalogada como un lugar enrarecido que occidente ha declarado una “cama mullida”. Un encuentro en la diferencia, en los incordios, en relaciones que hacen del otro la perpetuación de la sombra, o bien, contienen las diferencias en una “política de los afectos” (lugar de la máscara). La amistad “sería” una zona gris que abunda en pactos de productividad, en porosidades. Querríamos instalar otra ética de los afectos territoriales.

Rodrigo Uribe Otaíza / Cartografías III. La pax araucana

Filosofía, Política

Habita al lenguaje, desplegante en sus tecnologías del dialogo. Se imbuye del inmenso párrafo dotado de mitologías políticas poderosas, de liturgias intransitivas, de rituales no intensos. Logo o no logo. Palabra o verbo. Una vez los militares salieron a la calle en el 18 de octubre del 2019, la marcha de los fusiles, los comandos de escritorio, no han dejado de derramar ríos de tinta roja por calles tuertas. La fotografía política recalcó al lapsus compartido que recordaba a un Sebastián Pinochet al mando. Vendaval contra el barco, timón apretado por brazos cortos y tiesos, velas desplegadas. Ahí donde la digitalidad se definía por el mundo dentro de mundos, por el enjambre infinito de una red de redes1, su gesta política reiteró el discreto justificativo frugal: gran crisis dada dentro de la época general de las crisis2. Erección del gran epitafio político de la transición, su criminología, su letarguismo ilustrado. Cifra elemental, de palacios monetarios dentro de una democracia presupuestaria. Todo ha sido convocado por la pregunta por el origen de su archivo: ¿es el Estado de Sitio una alternativa política? ¿Puede retomarse la relación original entre violencia legal y extracción productiva?