Mauro Salazar J. / Carlos Peña. Liberalismo de las ausencias

Filosofía, Política

«Et tu, Brute?»

I. ¿Notario del orden?

Cabe evitar, ante todo, la pereza cognitiva. Sería demasiado fácil, y por tanto inútil, reducir la figura de Carlos Peña a la caricatura del intelectual orgánico de las élites, del columnista complaciente, del rector que administra prestigio mientras predica neutralidad. Esa lectura molar (aunque eficiente en la crítica gruesa) escamotea lo que hace de Carlos Peña un caso significativo. Y no por su supuesta traición a principios que nunca sostuvo del todo, sino por la arquitectura de su posición enunciativa, las condiciones de posibilidad de su discurso, el lugar desde el cual habla y los efectos de ese lugar en la configuración del panorama cultural chileno. Respecto a las frecuentadas críticas de nuestra escena filosófica contra Peña, cabría desconfiar profundamente de la institucionalización del saber crítico. Lo que importa no es el archivo erudito, sino el gesto de lectura; cómo un texto interviene en una coyuntura, qué fisuras abre, qué visibiliza, qué desestabiliza. Nadie ha negado el intenso sistema de alianzas del rector UDP con las élites. Pero agotar el análisis allí es convertir la crítica en defensa gremial.

Exigirle a Peña «obra en Derrida, Nancy o Deleuze» reproduce exactamente la lógica que dice combatir el campo crítico: la expertise despolitizada, el saber remitido a credencial, el pensamiento convertido en línea de currículum. La pregunta no es «¿tiene Peña suficientes publicaciones sobre Derrida?». La pregunta sería más bien ¿es posible intervenir en la coyuntura, en la producción de sentido, o más vale refugiarse en la erudición como coartada?

Mauro Salazar J. / Carlos Peña. Sinuosidades de El Rector

Filosofía, Política

a Javier Agüero…

En nuestro mundanal tupido las vocerías de izquierdas que, aún pululan, suelen establecer comentarios molares -obesos- para descalificar velozmente (perezas cognitivas) el campo de sus adversarios, hundirse en la demonología y estimular el negacionismo parroquial. Este ha sido el expediente más frecuentado para estigmatizar vitriólicamente a Carlos Peña González. En efecto, las críticas van desde retratar a un neoliberal –hegemón– que ha participado de las “cogniciones adaptativas”, o bien, un sujeto de permutas con elites en trayectorias liberales diferidas. También ha sido calificado como un normativista solvente que, por la vía del Kantismo (razón, modernidad, progreso, orden), oferta un somnífero a nuestra a nuestras elites -sin retrato de futuro-. Una especie de médium -principio de realidad- que establece los destinos de la quietud conteniendo los delirios partisanos. Y aunque el Rector Peña estableció juicios que nunca hemos terminado de comprender -compartir o tolerar- en el contexto de la revuelta (2019), ello incluye su furioso llamado a las fuerzas del orden, todo queda limitado a una enemización del juicio simple -donde finalmente se impone el slogan. Otros sostienen que Peña -el Rector- no es un lector fino de Jacques Ranciére, Jean-Luc Nuncy o el faro de la deconstrucción, Jacques Derrida. Casi como carta de triunfo nuestros filósofos enrostran un argot (precrítico) para desacreditar la dimensión mercurial de El Rector -en tanto abogado-. De suyo Peña, y pese a su innegable talento, no está desprovisto de corporaciones, sistema de medios y poderosas cadenas de influencia, ha cultivado el expediente del sermón para preservar la continuidad dominical de las modernizaciones.

Mauro Salazar J. / El malestar como despojo. Dispositivo de la post-transición

Filosofía, Política

En medio de un paisaje empapado de negacionismos y enemizaciones, dice Carlos Peña, “Han mejorado de una forma inimaginable las condiciones materiales de existencia, hasta situarse entre los países con alto desarrollo humano, pero al mismo tiempo ha incubado un malestar hasta hace poco soterrado y, de pronto, hecho explícito con alto desarrollo humano-, pero al mismo tiempo ha incubado un malestar hasta hace poco soterrado y, de pronto, hecho explícito” (2020). Aquí no hay vestigios sobre la acumulación primitiva de capital. No hay referencia sobre la caída de los salarios reales y su traducción en informalidad y angustia existencial. Ni siquiera existe alguna referencia (decorativa) a las formas de explotación analizadas por el intelectual de Tréveris.