Giorgio Agamben / Comas y llamas

Filosofía, Política

A un amigo que le hablaba del bombardeo de Shanghai por los japoneses, Karl Kraus le contestó: “Sé que nada tiene sentido si la casa se incendia. Pero mientras sea posible, cuido las comas, porque si los que tuvieron que hacerlo se hubieran preocupado de que todas las comas estuvieran en el lugar correcto, Shanghai no se habría incendiado”. Como siempre, el chiste esconde aquí una verdad que vale la pena recordar. Los hombres tienen su morada vital en el lenguaje, y si piensan y actúan mal, es porque su relación con su lenguaje está corrompida y viciada en primer lugar. Hace tiempo que vivimos en una lengua empobrecida y devastada, todos los pueblos, como decía Scholem de Israel, caminan hoy ciegos y sordos sobre el abismo de su lengua, y es posible que esta lengua traicionada se esté vengando de algún modo, y que su venganza sea tanto más despiadada cuanto más la hayan estropeado y descuidado los hombres. Todos nos damos cuenta, más o menos claramente, de que nuestra lengua se ha reducido a un pequeño número de latiguillos, que el vocabulario nunca ha sido tan estrecho y gastado, que la fraseología de los medios de comunicación impone su miserable norma por doquier, que las conferencias sobre Dante se dan en mal inglés en las aulas universitarias: ¿cómo, en tales condiciones, puede alguien esperar ser capaz de formular un pensamiento correcto y actuar en consecuencia con probidad y prudencia? Tampoco es de extrañar que quienes manejan semejante lenguaje hayan perdido toda conciencia de la relación entre el lenguaje y la verdad y, por tanto, crean que pueden utilizar palabras que ya no se corresponden con ninguna realidad, hasta el punto de no darse cuenta de que están mintiendo. La verdad de la que hablamos aquí no es sólo la correspondencia entre el discurso y los hechos, sino, incluso antes, el recuerdo del apóstrofe que el lenguaje dirige al niño que pronuncia con emoción sus primeras palabras. Los hombres que han perdido todo recuerdo de esta llamada sumisa, exigente y amorosa son literalmente capaces, como hemos visto en los últimos años, de cualquier maldad.

Miriam Jerade / El monolingüismo del huésped

Filosofía

En una nota a pie de página de su El monolingüismo del otro (publicado originalmente en francés en 1996), Derrida presenta una reflexión sobre la lengua que denomina “el monolingüismo del huésped”. Este “monolingüismo del otro” se contrapone a la noción de lengua materna que había propuesto Hannah Arendt. El presente artículo pretende ahondar en ese “monolingüismo del huésped” tomando como punto de partida el concepto derridiano de “idioma” y su reflexión sobre el acto de traducir. Buscamos demostrar cómo las ideas de Derrida pueden servir para repensar la relación entre lengua y hospitalidad, noción esta crucial dentro del concepto del “monolingüismo del otro”.