Giorgio Agamben / Solo un Dios puede salvarnos

Filosofía

La brusca afirmación de Heidegger en la entrevista al «Spiegel» de 1976: «Solo un Dios puede salvarnos» siempre ha suscitado perplejidad. Para entenderla, es necesario, ante todo, situarla en su contexto. Heidegger acaba de hablar del dominio planetario de la técnica, que nada parece capaz de gobernar. La filosofía y otras potencias espirituales —la poesía, la religión, las artes, la política— han perdido la capacidad de conmover o, en cualquier caso, de orientar la vida de los pueblos de Occidente. De ahí el amargo diagnóstico de que estas «no pueden producir ningún cambio inmediato en el estado actual del mundo» y la inevitable consecuencia de que «solo un Dios puede salvarnos». Que aquí no se trata en absoluto de una profecía milenarista se confirma inmediatamente después con la precisión de que debemos prepararnos no solo «para la aparición de un Dios», sino también y más bien «para la ausencia de un Dios en su ocaso, para el hecho de que nos hundimos frente al Dios ausente».

Giorgio Agamben / Dios, hombre, animal

Filosofía

Cuando Nietzsche, hace casi ciento cincuenta años, formuló su diagnóstico sobre la muerte de Dios, pensó que este acontecimiento sin precedentes cambiaría fundamentalmente la existencia de los hombres sobre la tierra. «¿Hacia dónde vamos ahora? – escribió- ¿no es la nuestra una continua caída a pique? […] ¿Sigue habiendo un alto y un bajo? ¿No vagamos por una nada infinita?». Y Kirilov, el personaje de los Demonios, cuyas palabras Nietzsche había meditado detenidamente, pensaba en la muerte de Dios con el mismo sentido pathos y extraía de ella como consecuencia necesaria la emancipación de una voluntad sin más límites y, al mismo tiempo, sin sentido y suicida: «Si Dios está ahí, yo soy Dios… Si Dios está ahí, toda voluntad es suya y yo no puedo escapar a su voluntad. Si Dios no está, toda la voluntad es mía y me veo obligado a afirmar mi libre albedrío… Me veo obligado a pegarme un tiro, porque la expresión más plena de mi libre albedrío es matarme».

Giorgio Agamben / El barro y las estrellas

Filosofía

Todo el mundo recuerda la anécdota, relatada por Sócrates en el Teeteto, de la sirvienta tracia, «ingeniosa y graciosa», que se ríe al observar a Tales que, manteniendo la mirada fija en el cielo y las estrellas, no ve lo que hay bajo sus pies y cae en un pozo. En una nota en el Quaderno genovese, Montale reivindica en cierto modo el gesto del filósofo, escribiendo: «Aquel que arrastra los pies en el barro y los ojos en las estrellas; ése es el único héroe, ése es el sol viviente«. Que el poeta de 21 años resuma y anticipe en esta nota lo esencial de su futura poética no ha pasado desapercibido a los críticos; pero igualmente importante es que esta poética, como toda verdadera poética, implica, por así decirlo, una teología, aunque negativa, que un estudioso cuidadoso ha resumido drásticamente en la fórmula «teología de la miga» («Sólo lo divino es total en el sorbo y la miga» – se lee en Rebecca «Sólo la muerte la vence si pide la porción entera»).