Desde hace casi un siglo, los filósofos hablan de la muerte de Dios y, como suele ocurrir, esta verdad parece hoy aceptada tácita y casi inconscientemente por el hombre común, sin que, no obstante, se midan y comprendan sus consecuencias. Una de ellas -y sin duda no la menos relevante- es que Dios -o, mejor dicho, su nombre- fue la primera y última garantía del vínculo entre el lenguaje y el mundo, entre las palabras y las cosas. De ahí la importancia decisiva en nuestra cultura del argumento ontológico, que unía insolublemente a Dios y al lenguaje, y del juramento pronunciado en nombre de Dios, que nos obligaba a responder de la transgresión del vínculo entre nuestras palabras y las cosas.
Dios
Quentin Meillassoux: Duelo por venir, dios por venir
FilosofíaTraducción: Felipe Kong Aránguiz
…cada hombre posee dos cosas: una vida y un fantasma.
Edward Tylor,
Religion in primitive culture.
El dilema espectral
¿Qué es un espectro? un muerto cuyo duelo no hemos hecho, que nos acosa, nos molesta, rehusándose a pasar a la otra orilla: allí donde los difuntos nos acompañan lo bastante lejos para que podamos vivir nuestra propia vida sin olvidarlos, pero también sin morir su propia muerte; sin ser el prisionero repetido de sus últimos instantes. ¿Qué es, para un espectro, ser un espectro esencial, un espectro por excelencia? Es un muerto cuya muerte fue de tal modo que no podemos hacer un duelo de ella.