Esta (nuestra) época apropió un discurso acerca de la felicidad, el estar-bien-por-sobre-cualquier-cosa que probablemente trastoca nuestra más íntima capacidad de sufrir, y con ello, de sanar. Como si fuésemos dos polos de una misma dimensión, o dos caras de una moneda, o la luz y la sombra de un objeto, se volvió primordial evidenciar, dejar registro tangible, de aquello que solamente alumbra artificiosamente nuestros sentidos. Y quizás ni siquiera eso: de la capa más superficial de nuestros sentidos, esa capa donde todo entra ligera y rápidamente en la comprensión de los sujetos. La dificultad, la complejidad y la perplejidad no tiene admisión, son totalmente expatriados de aquella nacionalidad mainstream que es la felicidad/facilidad vacía. ¿En qué momento, dentro de aquella estética cotidiana del día a día, condenamos al exilio a aquel dolor que sin duda nos permite constituirnos como ser humano?
Duelo
Quentin Meillassoux: Duelo por venir, dios por venir
FilosofíaTraducción: Felipe Kong Aránguiz
…cada hombre posee dos cosas: una vida y un fantasma.
Edward Tylor,
Religion in primitive culture.
El dilema espectral
¿Qué es un espectro? un muerto cuyo duelo no hemos hecho, que nos acosa, nos molesta, rehusándose a pasar a la otra orilla: allí donde los difuntos nos acompañan lo bastante lejos para que podamos vivir nuestra propia vida sin olvidarlos, pero también sin morir su propia muerte; sin ser el prisionero repetido de sus últimos instantes. ¿Qué es, para un espectro, ser un espectro esencial, un espectro por excelencia? Es un muerto cuya muerte fue de tal modo que no podemos hacer un duelo de ella.