1. Por extravagantes que puedan parecernos figuras como el reelecto Donald Trump en EEUU, Meloni, Le Pen o Weidel en Europa, Milei o Kast en América latina, en fin, cualquier expresión de la fascistización objetiva del mundo –uno que se licúa de cara a la extrema derecha y sus prédicas supremacistas– lo cierto es que, y no es una tesis para nada original, lo que se evidencia es el fin de un cierto tipo de democracia, al menos tal y como las conocíamos en su versión ultraliberal.
No se trata del derrumbe del sistema democrático en sí mismo, sino que comienza a sintonizar a escala global con el autoritarismo despótico y la tachadura de lo alterno, ahora sí y con Trump a la cabeza de este grupo, de manera definitiva. Y el peligro es enorme; y Palestina puede ser barrida del mapa completamente. Y todos los pueblos disidentes/perseguidos del planeta, también. Son las nuevas democracias del odio.
