Es fácil observar cómo las imágenes que se nos presentan como parte de lo inclusivo no poseen la capacidad de abordar cada uno de los problemas que denuncian en su magnitud, así mismo, son imágenes que tienden a trivializar y/o contaminar sus unidades de análisis. A pesar de ello, son estas las imágenes que mayormente circulan, confirmando justamente lo que no es la inclusión. Este punto es llamativo: lo que más conocemos, practicamos, estudiamos y enseñamos, no es la inclusión. Sólo conocemos su principal error de aproximación.
Academia
Aldo Ocampo González / Desfigurar la inclusión, fracturar lo sensible
Filosofía, PolíticaLa cultura visual que crea el género académico y el movimiento sociopolítico indexado como educación inclusiva, articula formas para visualizar aquello que no ha sido nombrado, visibilizado y representado. Por tanto, su cultura visual parte del reconocimiento que, sí, es posible representar lo irrepresentable. Este acto, de naturaleza profundamente sociopolítica reconoce en el registro de lo irrepresentable la tarea de des-objetualizar la existencia del Otro, subyugada a una pragmática epistemológica de la abyección (Ocampo, 2020). Esta es la fuerza operante de las ontologías ortopédicas, normativas o, también, llamadas, discrecionales. En ellas, cada sujeto es convertido en un objeto de conocimiento, cuya experiencia es representada a través de criterios que reducen la experiencia humana a mecanismos que la objetivizan y la explican a través de criterios diagnósticos que maximizan la interpretación de sus patologías y disfunciones que, en el terreno pedagógico, se expresa a través de la ideología de la anormalidad, la defectología, etc. No olvidemos que, la matriz de esencialismos-individualismos habita en el corazón de la ontología discreta. En esta oportunidad, me he propuesto explorar algunos argumentos claves para explicar cómo y porqué desfigurar la inclusión –específicamente, sus tecnologías de regulación ontológicas–, pues, reconozco en dicha empresa, la posibilidad de fracturar efectivamente el repertorio de elementos que definen lo sensible.
Gerardo Muñoz / San Casiano y los estudiantes
Arte, Estética, FilosofíaHay una pintura de principios del siglo XVI en las galerías de la Universidad de Bolonia que muestra la espantosa muerte de San Casiano de Imola a manos de sus propios alumnos. La leyenda es conocida aunque vale la pena repasarla: se cuenta que Casiano era un cristiano que huía del Imperio Romano, y encontró un puesto de maestro en la ciudad de Imola hasta que fue descubierto y expuesto. En las hagiografías de los santos se destaca su pasión por la lectura y escritura que inculcó a sus alumnos. Esto confirmaría el alto precio del castigo aplicado a Casiano: tortura y muerte a manos de una turba de jóvenes estudiantes (algunos supuestamente incluso trajeron sus punzones afilados). La pintura de Bolonia es, de hecho, una miniatura de aproximadamente cinco por siete pulgadas, en la que podemos ver a ocho jóvenes estudiantes golpeando a Casiano desnudo y atado a un tronco. El pintor anónimo ha elegido cuidadosamente que todas las figuras den la espalda al espectador, a excepción de un estudiante en el extremo derecho de la pintura que parece sostener una especie de cuenco en el aire. Éste parece estar desconectado de la multitud frenética. Y, sin embargo, no hay heridas ni contusiones en el cuerpo de Casiano, lo que podría ser una declaración alegórica del pintor sobre la condición del mártir, o, más literalmente, denotar el simple hecho de que el cruel festín acaba de comenzar. El rostro parece poseído por una monótona incredulidad que aún no llega a expresar el éxtasis del sufrimiento corpóreo. Definitivamente su postura es la de un humillado en medio de un acto tan violento y atroz. Esto se destaca por la escenografía del asalto, que no parece tener lugar al aire libre, sino en una habitación extraña cuya única salida se devela desde una oscura y siniestra franja negra al lado izquierdo de la pintura.
