La guerra en Ucrania está llegando a su fin y, sea cual sea su desenlace, coincidirá con la desaparición de la «antigua República Socialista Soviética de Ucrania» (antes de la cual nunca había existido un Estado ucraniano y conviene recordar que Crimea, que Zelensky no deja de reclamar, fue unida a la República Soviética Ucraniana solo en 1954 por Jruschov y, según el censo de ese año, estaba poblada en un 72% por rusos). Como no ha dejado de repetir la clase dirigente europea: estaremos con Ucrania hasta el final. Pero este final no podrá sino implicar también el destino de Europa. ¿Qué hará y qué dirá Europa cuando el fin de Ucrania, al que ha contribuido a convertir en catastrófico, sea un hecho consumado? Según las previsiones de los observadores políticos más perspicaces, es probable que también se ponga en tela de juicio la identidad de la actual comunidad europea, que no tiene otra realidad jurídica que la de un acuerdo internacional entre Estados. Y esta es la única consecuencia positiva que podemos esperar de la guerra en Ucrania, que, por lo demás, como todas las guerras, es desastrosa.
Ucrania
Giorgio Agamben / Algunas noticias sobre Ucrania
Filosofía, PolíticaEntre las mentiras que se repiten como si fueran verdades evidentes está la de que Rusia invadiría un Estado soberano independiente, sin especificar en absoluto que ese supuesto Estado independiente no sólo lo era desde 1990, sino que durante siglos había sido parte integrante primero del imperio ruso (desde 1764, pero ya entre los siglos XV y XVI estaba incluido en el Gran Ducado de Moscú) y luego de la Rusia soviética. El ucraniano, además, fue quizá el más grande de los escritores en lengua rusa del siglo XIX, Gogol’, quien, en las Estelas de la granja Dikanka, describió maravillosamente el paisaje de la región que entonces se llamaba «Pequeña Rusia» y las costumbres de las gentes que vivían en ella. En aras de la exactitud, hay que añadir que, hasta el final de la Primera Guerra Mundial, una gran parte del territorio que hoy llamamos Ucrania era, bajo el nombre de Galitzia, la provincia más lejana del Imperio austrohúngaro (en una ciudad ucraniana, Brody, nació Joseph Roth, uno de los más grandes escritores en lengua alemana del siglo XX).
Giorgio Agamben / Teatro y política
Filosofía, PolíticaEs al menos singular que no nos cuestionemos el hecho, no menos inesperado que inquietante, de que el papel de líder político sea cada vez más a menudo asumido por actores: es el caso de Zelensky en Ucrania, pero lo mismo ocurrió en Italia con Grillo (eminencia gris del Movimiento 5 estrellas) e incluso antes en los Estados Unidos con Reagan. Es ciertamente posible ver en este fenómeno una prueba del declive de la figura del político profesional y de la creciente influencia de los medios de comunicación y la propaganda en todos los aspectos de la vida social; pero es evidente en cualquier caso que lo que está ocurriendo implica una transformación de la relación entre política y verdad sobre la que hay que reflexionar. Que la política tuviera que ver con la mentira es, de hecho, obvio; pero esto simplemente significaba que el político, para alcanzar objetivos que consideraba desde su punto de vista verdaderos, podía sin demasiados escrúpulos decir lo falso.
Giorgio Agamben / La guerra en Galizia
Filosofía, PolíticaAlgunas regiones del centro de Europa han sido borradas del mapa. Una de ellas -no es la única- es Galizia, que hoy coincide en gran medida con el territorio en el que se ha librado una desgraciada guerra durante más de un año. Hasta el final de la Primera Guerra Mundial, Galizia era la provincia más alejada del Imperio austrohúngaro, fronteriza con Rusia.
Francesco Sticchi / Un nuevo lenguaje para el conflicto
Filosofía, PolíticaFuente: Le parole e le cose
En La máquina blanda, William Burroughs describe el lenguaje como un virus (y hoy podríamos decir que los virus son lenguajes), un flujo de información que modifica cuerpos y sistemas relacionales según su propia lógica interna. La Guerra Fría, como también señaló Gregory Bateson con la noción de cismogénesis (generación negativa por separación), fue un lenguaje de oposiciones binarias, que se desarrolló parasitariamente a través de una continua escalada de posiciones. Acumular bombas atómicas por decenas de miles en cada bando, lanzarse a guerras continuas por cuenta de terceros, construir fronteras y líneas de influencia arbitrarias, todas estas y otras operaciones no hacían sino encarnar y reproducir la lógica lingüística de los bloques enfrentados. La guerra abierta en Ucrania, como ya se ha mencionado en las intervenciones de Ida Dominijanni, Lea Melandri y Nadia Urbinati, nos presenta una nueva semiosis binaria. En todas partes se oye hablar repetidamente de liberalismo-autoritarismo, de occidente-oriente y, por supuesto, de amigos-enemigos. Más allá de la hilaridad que provocan estas oposiciones, y de la constatación de que este léxico nunca ha desaparecido del debate público, lo que resulta especialmente inquietante es cómo estas dicotomías parecen ser el único recurso ante las crisis urgentes del presente y del futuro próximo. Las grandes urgencias ecológicas, políticas, económicas y, por tanto, también semióticas de nuestro tiempo no encuentran otra respuesta que en el pomposo «¡Apretar las filas!» Nunca ha estado Europa tan unida políticamente como en su rechazo frontal al imperialismo ruso, se afirma en muchos sectores con un mal disimulado optimismo desesperado. Sin embargo, esta aparente unidad no es, de nuevo, más que una expresión del lenguaje de la guerra posicional y un movimiento reactivo, y por lo tanto carente de toda fuerza creativa. Occidente no se recompone en torno a las nociones de bienestar, de futuro, de prosperidad, de reanudación de la democracia tras décadas de vaciado de sus estructuras, sino sobre el orden, el frente y el rearme, incluso de aquellas comunidades que habían hecho del desarme un valor político aparentemente innegociable. Junto al enemigo de ahora (Rusia), se piensa en los enemigos de después (China), en los verdaderos amigos y en los falsos amigos, que se decretan y establecen en función de las necesidades contingentes. Las figuras neocon que son corresponsables de las tragedias y masacres en Oriente Medio vuelven a ser noticia, y Hillary Clinton habla con ligereza de convertir a la resistencia ucraniana en los nuevos muyahidines afganos, sacrificando a toda una población para desangrar al eterno enemigo, siguiendo el manual de la Guerra Fría.
Aldo Bombardiere Castro / Geopolítica: tablero de guerra
Filosofía, Política“Las consignas «No a la guerra», «Paz», «Ni con Putin ni con Biden» parecen débiles e impotentes si no encuentran su fuerza contra Putin y contra Biden. La oposición a la guerra debe basarse en una enérgica lucha contra las diferentes formas de capitalismo y soberanía en disputa e igualmente movilizadas en la organización de la dominación, la explotación y la guerra.” Maurizio Lazzarato, La guerra en Ucrania, Revista Disenso.
“La guerra es una mierda.” Inna Afinogenova, periodista de Ahí les va (RT en Español).
La guerra es una mierda. Y esa es nuestra tragedia.
Dentro de las múltiples perspectivas de abordaje interpretativo que resiste el acontecimiento de la invasión rusa a Ucrania todas remiten a un denominador común. Se trata de interpretaciones que descansan sobre un mismo “horizonte de sentido”: la geopolítica. La ironía está en que tal horizonte de sentido geopolítico, antes que permitirnos vislumbrar y crear nuevas formas de vida y modos de habitar la existencia, porta una amenaza angustiante: el advenimiento del sinsentido.
