Javier Agüero Águila / Una calle como cualquier otra

Filosofía

Hay una calle que es como cualquier otra, una que conozco bien y que también me conoce bien. La he caminado tantas veces que sé cuantos son los pasos exactos que hay entre ella y la siguiente; lo que me demoro en atravesarla según sea el apuro, el lugar hacia donde voy, lo que debo hacer, en fin. En ella se repiten una tras otra casas pareadas, antiguas pero no tanto y que, según cuentan los vecinos, fue en principio una calle que le pertenecía al obispado (por eso, ahora entiendo, el barrio en el que está se llama “Seminario”). Al día de hoy esas casas forman un mosaico algo vintage que le dan un aire pequeño burgués. También hay una inmensa mansión estilo Art decó de principios del siglo XX que resalta por su arquitectura tan típica a la vez que impredecible. Altillos largos, ventanas sobresalientes, enormes y redondas. Es verde. Un poco más allá hay un zapatero y más acá una modista.

Alejandro Arros y Mauro Salazar J. / Ciudad e imagen. Celebrificación y visualidad en el umbral de lo común

Estética, Filosofía, Política

Cuando toda arte parece ingeniería cognitiva, y los artistas devienen en técnicos, conviene repensar, la transformación tecnológica que tiene influencias profundas y frecuentemente imprevistas en el arte, el diseño, los medios y las ciudades. En efecto, en un contexto marcado por la antropología de la imagen de masas (metadatos), una filosofía de los tecnicismos es crucial en los debates existentes sobre los aspectos artísticos, inventivos e informativos de la tecnología. Las imágenes en la lógica de las bases de datos curan la brecha en el tiempo al construir un universo homeostático y atemporal -lugar de su propia tragedia- que es también el modelo de la ecología aprovechada por la ecología profunda y otros movimientos ambientalistas. Estos modelos cibernéticos de ecología postulan la estasis como única alternativa al desastre. Hoy la imagen de masas ya no está interesada en la imagen como imagen, es decir, como artefacto en y del tiempo, ni siquiera en la trágica serialidad de la imagen en movimiento. El potencial como presencia del futuro es reducido por la simulación del mundo plasmado en la imagen de masas, donde no se distingue entre lo real y lo probabilístico. Ya no se trataría de adaptar la percepción humana a los medios, porque la percepción humana ya no es central para el funcionamiento de los medios.

Javier Agüero Águila / La última ciudad

Filosofía

Una ciudad es mucho más que una ciudad. Es más que esquinas, semáforos, gentes de todo tipo o bebés naciendo en hospitales públicos o clínicas privadas. Una ciudad va más lejos de sus edificios, de sus plazas; la ciudad no es, bajo ningún punto de vista, un puro cuadriculado de calles perfecto que permite ser transitada y entonces evitar que los automóviles se estrellen unos con otros; una ciudad es más que iglesias, poderes del Estado, cines, bibliotecas, casas de buenas o malas familias o aquel breve radio donde duerme el vagabundo alcohólico.

Una ciudad es mucho más que una ciudad. No es el pacto con la rutina del trabajo ni la anárquica temporalidad del cesante; no es tan solo un lugar para hacer el amor o asesinar, o sobrevivir o, al final, simplemente, estar. Una ciudad no es únicamente el espacio para ser subordinados, o rebeldes o para liberar una idea; para levantar una revolución o para callar de cara a la miseria de su propia devastación. No es posible que una ciudad vaya solo del clima, del turismo y de sus Centros Regionales de Abastecimiento; de vecinos que asedian o de voces bíblicas que perforan a sangre fría. Una ciudad no son saberes, universidades, personas incultas, cultas, aristócratas, vagos, trenes. No es el estrado en el que alguna vez te paraste, miraste de frente y dijiste una que otra verdad considerada, por ti, esencial. No es la zona de los aplausos, la región de los errores, la promesa de una memoria que nunca terminará de escribir su testamento.

Tariq Anwar / Magos, sacerdotes, profetas

Filosofía

En la antigua espiritualidad humana había dos figuras que se contraponían y que, de alguna manera en nuestro tiempo, siguen jugando un rol decisivo. Por un lado, en las vastas zonas rurales habitaban los magos, expertos en la unión de lo divino y lo terrenal, habitantes de una zona intermedia que hacía de quiasmo entre los antiguos ancestros y el destino de los vivos. Carismáticos, los magos eran médicos sanadores e intérpretes de las estrellas. Su poder provenía de un más allá del que su propio cuerpo era medium. Para conocerlos, había que viajar, lo que ya suponía una aventura para dar con el oráculo, el shaman o el hakim. Espacios amplios para un viaje de encuentro con un humano convertido en un istmo bañado por los mares espirituales y materiales. En contrapocisión, las zonas urbanas contaban con una figura más gris, más reglada y estable, el sacerdote. Actor de una performatividad institucional, su espacio de acción son los edificios –templos, bibliotecas, casas– a lo que entra y sale con el permiso especial de la autoridad. El sacerdote es guardián de la tradición, de la repetición y de todas las formas protocolares que han hecho de su lugar uno privilegiado. A diferencia del mago, su cuerpo no tiene nada de divino, pero hace ingresar a la comunidad de la ciudad en la experiencia espiritual a través de ritos, sacrificios y pertenencia a una estructura soberana. Existe, sin embargo una tercera figura que irrumpe de forma más tardía. No es rural, pero habita la ciudad sólo desde los márgenes. No practica ni la magia ni participa de los poderes establecidos. Se trata del profeta.

Aldo Bombardiere Castro / Tocar los ojos

Estética, Filosofía, Política

A Juan Manuel Garrido, en lo íntimo de las distancias.

Imaginemos la escena.

Pudo haber sucedido ayer o hace algunos años. Podría haber sido en una calle céntrica, desgarrada en medio de la histeria de un lunes por la mañana o bajo la estela de un atardecer cansino. Lo importante es imaginar, es ver la calle. Y más importante aún: lo indispensable consiste en ver a los cuerpos arropados, desplazándose por una vereda extensa y concurrida, pero la cual les permite moverse con soltura, dejando espacio suficientes (¿para qué?) entre ellos. Se dirigen al trabajo o las casas. Se dirigen hacia donde van y desde donde vuelven. La luz es tenue. Las cabezas gachas apuntan hacia los celulares, los autos y las micros se deslizan vestidos de colores pasajeros, las fragancias o hedores no son decisivas ni tampoco, pese al constante ruido de fondo, irrumpen sonidos estruendosos. Pareciera que nada resalta sobre el indiferente conglomerado de un único mar, de una atmósfera inundada por el ritmo monocorde del apremio o la cadencia declinante de la fatiga. Esa es la tonalidad ambiental con que se escriben las mañanas o las tardes en los espacios de tránsito, en las calles. Sin embargo, de golpe, algo deja de suceder: la sucesión se crispa; atraviesa una interrupción. Cada cuerpo cree que su cuerpo es su cuerpo, y sólo gracias y también en contra de tal creencia -aunque en ese momento dicha creencia tan sólo se respire de manera atemática inconsciente, imprecisa e impresionista-, es posible que la continuidad se interrumpa. Al levantar la cabeza para cruzar la calle, unos ojos se encuentran con otros ojos, clavan a otros ojos: un par de ojos tocan a otro par de ojos. Estalla la vergüenza acerca y distancia lo ajeno y lo propio. El encuentro, en realidad, es un golpe. Acto seguido, los ojos huyen girando la cabeza donde sea. No han necesitado buscarse, no han querido verse, ni siquiera ellos mismos sabían que estaban allí. Su propia visibilidad les estaba espontáneamente velada, les era invisible: sólo pudieron saberse ahí en la medida que otros ojos, tan ciegos como ellos mismos, los delataron. Y aún así no se ven. Les es imposible verse a sí mismos. Nada saben de sí.

Gerardo Muñoz / Diez tesis contra la metrópoli

Filosofía, Política

1. La metropolitización del mundo es un nuevo sentido de totalidad que constituye el último topoi del Imperio.

א Si la forma imperio clásica tenía a la operación de la extracción como vórtice de su producción; la nueva organización metropolitana tiende a la modulación del valor como finalidad de su praxis. En efecto, naturaleza y orden, physis y nomos son disueltos en una misma optimización del diseño metropolitano. El nomos y la physis se vuelven dos polos compensatorios de la técnica y el humanismo. Felix Heinimann, Nomos and physis (1945).