Para liberar a nuestro pensamiento de los pánicos que le impiden alzar el vuelo, conviene en primer lugar acostumbrarlo a no pensar ya en sustantivos (que, como el propio nombre delata inequívocamente, lo aprisionan en esa «sustancia» con la que una tradición milenaria ha creído poder aprehender el ser), sino (como en su día sugirió hacer William James) en preposiciones y acaso en adverbios. Ese pensamiento, que la mente misma tiene, por así decirlo, no un carácter sustancial, sino adverbial, es lo que nos recuerda el hecho singular de que en nuestra lengua, para formar un adverbio, basta unir un adjetivo a la palabra «mente»: amorosamente, cruelmente, maravillosamente. El nombre -el sustantivo- es cuantitativo e imponente, el adverbio cualitativo y ligero; y, si te encuentras en dificultades, no es un «qué» sino un «cómo», un adverbio y no un nombre, lo que te saca del apuro. El «¿qué hacer?» te paraliza y te inmoviliza, sólo el «¿cómo hacer?» te abre una salida.
Filosofía del lenguaje
Magaly Ruiz Mella / Historias mapuche. Eliana, el Mapuzungun. Una vida posible
Estética, FilosofíaSobre Epew Txem Kulelu. Historias Mapuche de Eliana Albino Caniu, 2018
Los momentos de vigor son esenciales para la «comunidad de los afectos». No son ficciones, menos si distan de estar anclados en las distopías del presente. Bajo la biblioteca de la modernidad, la amistad es catalogada como un lugar enrarecido que occidente ha declarado una “cama mullida”. Un encuentro en la diferencia, en los incordios, en relaciones que hacen del otro la perpetuación de la sombra, o bien, contienen las diferencias en una “política de los afectos” (lugar de la máscara). La amistad “sería” una zona gris que abunda en pactos de productividad, en porosidades. Querríamos instalar otra ética de los afectos territoriales.
Judith Revel / El nacimiento literario de la biopolítica
Filosofía, PolíticaResulta bastante paradójico querer anclar el concepto foucaultiano de biopolítica –que aparece, como sabemos, relativamente tarde en Foucault, hacia la segunda mitad de los años 70– en el corazón de los escritos “literarios” y lingüísticos de la década anterior; o, a la inversa, hacer del interés por el lenguaje, el habla y la escritura –que caracterizó en gran parte los trabajos de Foucault en los años 60– el verdadero caldo de cultivo de lo que emergería diez años más tarde, en medio de una formidable analítica de los poderes, como una nueva problematización de las relaciones entre la subjetividad, el poder y las prácticas de libertad. Paradójico, porque supone enfrentar dos dificultades reales: por un lado, desafiar la división tradicional que en general se somete a la obra de Foucault y que separa claramente los períodos y sus temas de investigación, para intentar, por el contrario, resaltar la figura difícil de una interrogación compleja pero coherente hasta en sus aparentes discontinuidades –en resumen, ligar lo “literario” a lo “político”–; por otro, salvar también a Foucault de una fácil reducción al “viento de época” filosófico, que pretende que, independientemente de sus pertenencias disciplinares, todos los pensadores franceses se involucraron, en mayor o menor medida, con el problema del lenguaje en los años 60 y el del poder en los 70.
Francisco Naishtat / Walter Benjamin y sus usos profanos de la teología
FilosofíaVictor J. Krebs / La Recuperacion del Sentido. Wittgenstein, la filosofía y lo trascendente
FilosofíaEste conjunto de ensayos muestra que la actitud “moderna” de velar la corporalidad, de hacer el lenguaje puro “instrumento”, de concebir el conocimiento sólo como conocimiento intelectual, de rechazar la sensibilidad y de sobrevalorar la generalidad sigue estando presente en nuestra época. Con Wittgenstein, la filosofía, en su desacierto al identificarse con el método de la ciencia, se ha apartado “de todo lo importante”. La sensibilidad, la emocionalidad, el cuerpo, el trabajo profundo y constante de la memoria se recuperan en la obra de Wittgenstein para la vida y para la filosofía. La crítica de Wittgenstein al cientificismo en la filosofía tiene una motivación ética y es una invitación constante a que la imaginación nos asista para lograr el mejor camino hacia el alma del otro.
