Mauricio Amar / Sobre Amo Damasco de Simone Fattal

Arte, Estética

Una obra de 2018 de la artista siria Simone Fattal llama la atención por su fuerza expresiva. Se llama Amo a Damasco [aheb dimashq]. Digo expresiva porque podemos verla de dos maneras no sé si del todo relacionadas. La primera es plenamente visual. Reconocemos en la obra una suerte de formas, inquietas, entremezcladas en las que podríamos encontrar cuerpos o casas, quizá ambas sin solución de continuidad, difícil saberlo. Como sea, los cuerpos-casas están amontonados como ocurre en las ciudades árabes. Cuerpos que se tocan, se mezclan y al hacerlo van dejando estelas, como huellas del lenguaje y del desplazamiento de largas túnicas.

Xabier Lezama Perier / Amalur

Arte, Estética

Amalur es el nombre que en euskera significa «Madre Tierra» o «Tierra Madre». En las leyendas del pueblo vasco, la Tierra, Ama-Lurra, es la divinidad principal. La Tierra senos muestra como habitáculo de todos los seres vivos, poseedora de fuerza vital propia que ha creado nuestro entorno natural. La Tierra es un enorme recipiente, un receptáculo ilimitado, donde viven las almas de los difuntos y la mayoría de los personajes mitológicos. La fe en Ama-Lurra es muy antigua en el pueblo vasco, anterior a la invasión de los pueblos indoeuropeos. El arquetipo de la diosa matriarcal y la estructura simbólica de la imagen femenina de la mitología vasca, el ritual, el arte y la creación. La fina sensibilidad creativa que caracteriza toda obra,convertida en referente de la cultura vasca contemporánea de la Diosa Madre (Amalur) y su carácter omnipotente, representado como la divinidad arácnida que teje la red universal del cosmos.

Marco Andreacchio / La verdadera pintura y el problema de la imitación

Arte, Estética

Existe una ruptura categórica entre la pintura clásica y la moderna (progresista o vanguardista), ya que la pintura moderna como tal deja de ser «imitación de la naturaleza» en el sentido clásico de la expresión, al escindir mecánicamente dos polos complementarios: nuestra sensación (o experiencia subjetiva) de las cosas y el concepto (objetivo) que nos forjamos de las cosas. A partir de estos dos polos cartesianos, o basados en la distinción moderna-maquiavélica valor/hecho, se despliega una dialéctica histórica.

Gerardo Muñoz / El ícono vacante: elementos de la pintura de Laura Carralero

Estética, Filosofía

I. «Ícono». El espacio pictórico es la preocupación central de la pintura de Laura Carralero, aunque esto sólo se valida en la medida en que aceptemos su presupuesto: la operación del ícono. El imperio icónico ha sido elevado a tal altura en la apoteosis civilizatoria de nuestro presente (advertising, funcionalidad, señalética, diseño), que olvidamos que la querella bizantina se originó como regulación de la proskynesis timetike (adoración trascendental) entre la imagen redentora del Cristo y la sustancia racional de la naturaleza [1]. Como ha mostrado Gerhart Ladner, un erudito de la controversia iconoclasta, la unidad icónica constituía el pasaje entre la revelación del Cristo y la temporalidad del Mesías hasta la segunda hipóstasis. El ícono producía la iluminación de la forma. En manos de Carralero la iconostasis ya no promete salvación, sino que evacúa el tiempo de espera en una historia consumada y pobre en mediaciones simbólicas o plásticas. La tarea de la pintura admite el cese de la temporalidad para entrar la mirada en el umbral de la proskynesis timetike. Se trata de un desalojo que da lugar no tanto a una economía de las cosas de este mundo, sino a aquella morada que no depende de los subrogados de la actividad metafórica. De ahí que la iconicidad evasiva de los cuadros de Carralero sean el reverso de la fuerza icónica que hoy organiza el ámbito de la moral metropolitana. La publicidad admite el juego de las cosas (res), pero siempre y cuando ésta sea traducida en objeto.

Mauricio Amar / La casa de Sabastiya

Arte, Estética

Una obra de Nabil Anani (Palestina, 1943) titulada Sabastiya me resulta de especial interés. En ella se puede ver una casa en lo alto de un cerro, rodeada por árboles. Para el espectador, la pintura se muestra como un camino largo que tendría que hacerse para llegar arriba y poder acceder a la casa. Camino que tiene escalones naturales cubiertos de más árboles. Sabastiya o Sebastia se encuentra en Nablus, ciudad controlada por la Autoridad Palestina, pero gran parte de sus terrenos han sido expropiados por Israel, incorporándolos a la zona C de Cisjordania, donde el Estado sionista controla militar y administrativamente el lugar. Con estos datos en mente, al apreciar la obra de Anani, pienso en la casa como una forma imaginada, refulgente de colores. Una casa como imagen poética, radicada en la infancia, esa que, como dice Bachelard, terminará repitiendo todas las casas en que habitemos nuestra vida.

Gerardo Muñoz / Expresionismo y pictogénesis: la pintura de Miguel Alejandro Machado

Arte, Filosofía

1. Stasis en pintura. Desde un primer momento la pintura de Miguel Alejandro Machando nos sitúa ante una épica que ha depuesto su movimiento en una suerte de extravío. Nos sobrecoge el celaje de su proceso de indiferenciación entre figuras, colores, y fondo. Un movimiento en caída, en estado de gracia, que es la creación sin automatismos. Al detenernos ante “La batalla entre los Unos y ellos mismos” (2015) confirmamos de inmediato la stasis que recorre su pintura, desde la cual la épica como arcano de la Historia – ese deus absconditus de la guerra que la dirigía hacia su realización efectiva – ha cedido el lugar a una nueva conflagración por la cual el hostis se ha vuelto el huésped extraño en el mundo. Ahora la stasis atraviesa cuerpos y tonalidades que despelleja la colocación de la forma. De ahí que no sea casualidad que estemos ante una guerra fratricida en el seno de la ontología del “Uno”. El campo de batalla es un tejido vital, puesto que las intensidades se alejan sin dirección ni trascendencia. El cuadro habla de un desorden de las sensaciones en la superficie de la tela. Como sabemos, la stasis es tanto el movimiento como la parálisis, aunque también es algo más: es la fragmentación al interior de un mundo que ya no puede ser sustentando por el semblante unitario. La pintura en la plenitud de la stasis, entonces, ya no tiene que ver con “representar” las tonalidades de la guerra, sino más bien con ‘virtualizar’ el recorrido de los elementos de una civilización que ha detonado en el espectáculo de la individuación. En la stasis ingresamos a la pista profusa de los desvíos, las caídas, y la proliferación de lo múltiple. “La batalla entre los Unos y ellos mismos” pareciera repetir una intuición de Hölderlin en su Hiperión: “¿no es esto como un campo de batalla, dónde manos, brazos y todos los miembros yacen despedazados y mezclados, mientras la sangre derramada se pierde en la arena?” [1]. La batalla del nuevo campo de fuerzas aniquila la génesis de la presencia del Hombre y su encubrimiento en la gramática de la realidad. Los mundos se convocan a partir de una metamorfosis mutante de la especie. La stasis pictórica de Miguel Machado, en última instancia, eleva la pintura a una descomposición que nos devuelve una nueva ciencia de la multiplicidad. Esto quiere decir que la stasis pictórica es un cuadro sin centro, abierta a existencias menores y disolventes. Así, stasis en la pintura es el polemos entre la sinuosidad de la autonomía empática de las formas: la descendente guerra contra el cliché desficcionaliza los estratos de la realidad. Y, como sabemos, este el movimiento del suelo de la creación. Si la guerra civil supuso el fin de la autoridad en política; la expresión da fin a la representación como unidad del mundo.