Mauricio Amar / Descolonización

Filosofía, Política

Frantz Fanon, en su clásico Los condenados de la tierra, nos dice lo siguiente:

La descolonización no pasa jamás inadvertida puesto que afecta al ser, modifica fundamentalmente al ser, transforma a los espectadores aplastados por la falta de esencia en actores privilegiados, recogidos de manera casi grandiosa por la hoz de la historia. Introduce en el ser un nuevo ritmo propio, aportado por los nuevos hombres, un nuevo lenguaje, una nueva humanidad. La descolonización realmente es la creación de hombres nuevos. Pero esta creación no recibe su legitimidad de ninguna potencia sobrenatural: la “cosa” colonizada se convierte en hombre en el proceso mismo por el cual se libera (Fanon, 2001, p. 31).

Como en todo proceso de descolonización ocurre, el poder del colono es parcialmente consciente de que algo ha surgido en el colonizado, pero al mismo tiempo es incapaz de comprender tanto lo irreversible de su fuerza como los límites de su extensión. En parte porque ese «hombre» —digamos mejor «humano»— que ha aparecido de la «cosa», en realidad no es un humano como el colono, sino la completa deformación de la idea de humano que, ahora, viene a significar una sola idea con la liberación. El colono no es libre, no es plenamente humano. Lo que ha producido más bien es la captura de lo humano bajo una forma de perpetuación de la forma humana bajo contornos estrechos. El colono es aquel que ha sacrificado su humanidad en el camino de la negación de todo mundo posible y la invención de un infierno en la tierra. La nueva humanidad que anuncia el colonizado, en cambio, no siente vergüenza de la aventura, al contrario, la ama y a ella se lanza. Pero no se lanza sólo, sino con los otros. Si el colono es individuo, el descolonizado es multitudes. Si el colono es pureza, el descolonizado es la mezcla.

Sami Abu Shumays / La política de las escalas de maqam y la descolonización de los estudios musicales

Estética, Música, Política

Empuñamos la cultura como forma de poder. Los seres humanos usan las formas culturales para delinear los límites de las comunidades y para crear y reforzar estructuras de poder dentro de ellas; cuando grupos distintos están en contacto y conflicto, la cultura desempeña un papel central en la lucha por el poder. Este ensayo trata sobre la política de una franja aparentemente muy estrecha de la cultura —las escalas que usan los músicos— que, sin embargo, ha desempeñado un papel grande, aunque en su mayor parte invisible, en la creación y la imposición del poder cultural durante al menos 2.500 años.

Escribiendo en inglés (en el original), necesariamente me dirijo a quienes ostentan el mayor poder cultural a nivel global, y nos llamo a descolonizar nuestro estudio de la música, empezando por destapar los supuestos no dichos en la pedagogía y la teoría musical que han permitido que la educación musical funcione con tanta eficacia como herramienta del colonialismo. Los esfuerzos de descolonización de la educación y la investigación musical hasta la fecha no han tocado, a mi juicio, las estructuras de poder más profundas que nos llevan a estudiar, hablar, enseñar e institucionalizar la música del modo en que lo hacemos.