Este artículo explora la visión por ordenador no sólo en términos de su uso con máquinas “inteligentes”, como los vehículos autónomos, sino también en términos más amplios de la visión humana cotidiana mediada digitalmente, como la que se experimenta a través de los teléfonos inteligentes. Basándome en la teoría del ensamblaje y la arqueología radical de los medios de comunicación, describo los procesos tecnológicos que enlazan ensamblajes espacio-temporales materialmente diferentes para producir una condición posthumana de la visión por ordenador tipificada por lo que Wolfgang Ernst denomina el “impulso epistemogénico” de las “configuraciones tecno-matemáticas”. Las ontologías planas de Manuel DeLanda resultan útiles aquí para describir cómo interactúan los ensamblajes que operan en diferentes espacio-tiempos. A continuación, recurro al estrato tecno-semiológico de Deleuze y Guatarri, concretamente a su análisis de la superlinealidad espacio-temporal del estrato, para articular una capa digital-calculativa emergente. Sostengo que para entender los conjuntos de visión por ordenador no basta con establecer descripciones técnicas junto a una crítica cultural e ideológica, sino que también es necesario un análisis integrado de las funciones que desempeñan los no humanos digitales en la producción de un nuevo régimen visual con nuevas capacidades y deseos. La capacidad compartida entre humanos y no humanos de la visión por ordenador desplaza la vista de los conjuntos biológicos y lingüísticos de los humanos a conjuntos digitales en los que la visión se vuelve calculable y sujeta a modificaciones algorítmicas. El resultado no son sólo imágenes digitalmente compuestas y proyectadas, sino también nuevos medios de producción, organización e identidad.
ojos
Remi Devouassoud / Iris
Arte, Música, VideosEn Ficción de la razón presentamos el microfilm IRIS del artista francés Remi Devouassoud. De una maravillosa fuerza visual, el film simplemente hace aparecer ante nuestros ojos la analogía. La forma como repetición sobre la que se funda toda experiencia de reconocimiento. El ojo es ojo del cosmos, pero un cosmos ficcionado por el ojo humano. Concentración momentánea, posicionamiento de una imagen que siempre está fluyendo fuera de sí.
Aldo Bombardiere Castro / Tocar los ojos
Estética, Filosofía, PolíticaA Juan Manuel Garrido, en lo íntimo de las distancias.
Imaginemos la escena.
Pudo haber sucedido ayer o hace algunos años. Podría haber sido en una calle céntrica, desgarrada en medio de la histeria de un lunes por la mañana o bajo la estela de un atardecer cansino. Lo importante es imaginar, es ver la calle. Y más importante aún: lo indispensable consiste en ver a los cuerpos arropados, desplazándose por una vereda extensa y concurrida, pero la cual les permite moverse con soltura, dejando espacio suficientes (¿para qué?) entre ellos. Se dirigen al trabajo o las casas. Se dirigen hacia donde van y desde donde vuelven. La luz es tenue. Las cabezas gachas apuntan hacia los celulares, los autos y las micros se deslizan vestidos de colores pasajeros, las fragancias o hedores no son decisivas ni tampoco, pese al constante ruido de fondo, irrumpen sonidos estruendosos. Pareciera que nada resalta sobre el indiferente conglomerado de un único mar, de una atmósfera inundada por el ritmo monocorde del apremio o la cadencia declinante de la fatiga. Esa es la tonalidad ambiental con que se escriben las mañanas o las tardes en los espacios de tránsito, en las calles. Sin embargo, de golpe, algo deja de suceder: la sucesión se crispa; atraviesa una interrupción. Cada cuerpo cree que su cuerpo es su cuerpo, y sólo gracias y también en contra de tal creencia -aunque en ese momento dicha creencia tan sólo se respire de manera atemática inconsciente, imprecisa e impresionista-, es posible que la continuidad se interrumpa. Al levantar la cabeza para cruzar la calle, unos ojos se encuentran con otros ojos, clavan a otros ojos: un par de ojos tocan a otro par de ojos. Estalla la vergüenza acerca y distancia lo ajeno y lo propio. El encuentro, en realidad, es un golpe. Acto seguido, los ojos huyen girando la cabeza donde sea. No han necesitado buscarse, no han querido verse, ni siquiera ellos mismos sabían que estaban allí. Su propia visibilidad les estaba espontáneamente velada, les era invisible: sólo pudieron saberse ahí en la medida que otros ojos, tan ciegos como ellos mismos, los delataron. Y aún así no se ven. Les es imposible verse a sí mismos. Nada saben de sí.
Karen Glavic / Pañuelos, ojos
Estética, Filosofía, PolíticaVamos de 8 de marzo a 8 de marzo, el de 2020 con millones en la calle, una marcha cuerpo a cuerpo, a pleno sol, sin todavía la noticia de un caso confirmado de Covid 19 en Chile. Ahora es 2021, el llamado es a reunirse en los territorios, a una concentración en el centro de Santiago, a llenar la Alameda a un pañuelo de distancia. Entre nosotras nos cuidamos. No nos cuida la policía, nos cuidan nuestras amigas. Con todas las prevenciones salimos a la calle, no por tanto tiempo, no tan lejos, no se trata tanto de desafiar la existencia del virus o la domesticación de la revuelta que hemos ido observando de manera paulatina desde noviembre de 2019, como seguir la trenza que hemos hilado durante décadas y, en este momento feminista, en el de “ahora que estamos juntas, ahora que sin nos ven”, salir a decir que el cuerpo que se vuelve pregunta cada vez que los feminismos ocupan la calle, que vienen y van a intervenir las murallas, a gritar consignas y a ser una potencia heterogénea, han de salir nuevamente a hacer visibles los problemas “privados”, a ocupar el espacio público por tanto tiempo negado. No es solo una cuestión de cuarentenas.