Aldo Bombardiere Castro / (Des)fascistización: sensibilidad, captura y resplandores

Estética, Filosofía, Política

Evocación

En el número 141 de Ciudad de los Césares -revista estrechamente vinculada con cierta corriente mística del fascismo histórico- figura una entrevista realizada a Jaqueline de Roux, esposa y editora del novelista y cronista y editor francés Dominique de Roux, a cargo de Frederic Andreu. En ésta se recorren testimonios de vida acerca de los tiempos en los cuales el matrimonio, habiendo fundado la editorial Cahiers de l´Herne, primero, y los Dossiers H, después, difundieron en la Francia de los años 60 las obras de autores como Julius Evola, Ernst Jünger, Louis-Ferdinand Celine, Giuseppe Ungaretti, Jorge Luis Borges y Ezra Pound, entre otros.

A poco andar, la entrevista pasa a ser una reseña y, casi inmediatamente después, una conversación poética. Al interior de una atmósfera mística, casi sagrada, y al mismo tiempo de enorme familiaridad, Jacqueline de Roux refiere a su marido de manera sentida, pero reposada, dejando aflorar ese tono de elegíaca paz cuya manifestación sólo podemos experimentar en compañía de nuestras más hondas certidumbres.

Aldo Bombardiere Castro / Divagaciones: Pensamiento adverbial

Filosofía

El lugar es aquí. Frente a la interrogación del dónde, lo más genuino consiste en responder con otro adverbio, pero ya no espacial, sino de tiempo: el lugar habita el mientras. Porque jamás un lugar podrá quedar apresado en un sustantivo. Más que sustantivos, simples agotadores de espacio en la presunta certeza de creer ser lo que son, el uso de la imaginación reverbera en los modos, en la caricia palmar con la que, de improviso, dicha palma desata la vibración de los entes. Por eso, imaginar nunca puede reducirse a la substancia reproductiva de lo imaginado por la imaginación. Mucho más poliforme que la economía de trasvasije estático -tan propia de la filosofía analítica- entre “objeto de contenido” y “continente subjetivo”, la manera en que habitamos este mundo es adverbial, gerúndica, circunstancial: desde el desde de lo siendo.

Aldo Bombardiere Castro / Elaboración. Apuntes sobre la dialéctica negativa de Theodor W. Adorno

Estética, Filosofía

Desde la perspectiva de la lógica de primer orden, cualquier término (“x”) que resulte afectado por un operador de negación, no sólo mantiene vigente su cualidad sustantiva tras haber sido negado, sino también ha de mantener el carácter objetual de sí mismo, fundado en el principio de identidad. Lo único que la negación puede negar comprende al estatuto existencial del término en cuestión: en caso de no existir “x”, sus propiedades estructurantes no se ven cualitativamente afectadas, subsistiendo a la negación misma. En efecto, al ser negado “x” deja de existir, pero sólo en aquel preciso momento propositivo en el que ha sido mentado en la proposición. La negación, por ende, constata y resalta dicha inexistencia, pero no puede destruir la idealidad de lo negado ni alterar ninguno de sus elementos integrales (de lo contrario, “no x” pasaría a ser “y”).

Por lo mismo, la negación lógica nada tiene que ver con el plano ontológico de los objetos: la negación se limita a un instante del conjunto proposicional, formalmente consistente y susceptible de ser sometido a validación. De esta manera, lo que realiza la negación lógica es instanciar formalmente que el término negado no se encuentra instanciado materialmente en la proposición misma. Intentando pensar un poco, podríamos afirmar que, gracias al operador negativo, la lógica insinúa parte de su ideológica tachadura: la compleja relación entre la negación y lo negado gestualizararía una constitutiva incompletud de la ciencia lógica. En efecto, a la lógica esta cuestión no sólo le resulta inadmisible, sino también impensable, puesto que en su fundamento ideativo (permanenetemente reproducido, a modo de un origen y destino) se ancla el principio de identidad.

Aldo Bombardiere Castro / Divagaciones: sobre decir “no”

Filosofía

Decir “no” nada tiene que ver con negar algo, un “x”, de manera tajante y absoluta; tan tajante que lo aniquiles. Lejos de la connotación destructiva o limitante que habitualmente le atribuimos a la negación, el acto de negar se vincula, previamente a sí mismo, con una positividad material que da lugar a la consecuente negación: aquello que será negado preexiste (y también subsistirá) al “no” que lo excluye. La negación, por ende, reside y detona en el reino de lo a posteriori: siempre constituye una reacción. Por ende, el “no” de la negación se distancia esencialmente de lo inconcebible, de lo impensable y de lo inefable. La negación, por lo mismo, no sólo cuenta con un estatuto derivado, secundario y reactivo; también, su naturaleza difiere sustancialmente del nihilismo. Sólo somos capaces de hablar de “x” en la medida que a ésta la dotamos de un mínimo grado de existencia, exista contra la cual la negación encuentra su propio fracaso: la misma prexistencia y persistencia existencial de lo negado por la negación trasluce el sentido pre-originario de todo lo existente.

Aldo Bombardiere Castro / Tercera divagación en torno a la muerte: lo definitivo y la indecisión

Filosofía

Lo hemos dicho y lo sabemos. Ya lo hemos dicho y desde antes, desde siempre, lo sabemos. Se trata, eso sí, de un saber extraño, de un incontrastable e irrefutable único saber: el saber de muerte. En efecto, lo sabemos a ciencia cierta, sabemos que moriremos, con absoluta necesidad, e ignorando en qué consista, ignorando la esencia quiditativa de la muerte, sabemos que vamos a morir.

La muerte, así, resulta un objeto incognoscible dentro de los marcos teóricos de cualquier epistemología, ya sea desde la ingenua tiranía de los hechos enarbolada por el positivismo hasta, por contraparte, el intimismo ideativo de una consciencia constituyente, pilar inamovible de la fenomenología. En ambos casos, y en cualquier otra epistemología, el contenido de la muerte es inaccesible. Y, sin embargo, sabemos que su advenimiento es inminente e ineludible. Lo sabemos gracias a un tipo de certidumbre aún más radical que aquellas derivadas del principio de falsación que estructura a la región de la cientificidad: la vivencia de nuestra muerte no ha de ser sometida a comprobación alguna; más bien, se reafirma cada vez que lloramos a nuestros muertos, envueltos por un hálito cuyo aura declina entre la noche.

Aldo Bombardiere Castro / Segunda divagación en torno a la muerte: Posibilidad

Filosofía


No-poder

No podemos. Lo más seguro es que nunca podamos. Ni hoy ni nos será permitido hablar de nuestra muerte. A lo más, podremos sabernos abrazados por el declinar de su aura, percibir el temblar de nuestro cuerpo al interior de su vientre. Si Dios lo quiere (aunque en caso de existir, con seguridad lo quería), podremos ver la disolución del horizonte, acunarnos tras la caída de unos párpados que nunca más habrán de alzar el vuelo. No podemos hablar de nuestra muerte. No hay fenomenología de la muerte porque no existe experiencia, en primera persona y susceptible de soportar un análisis descriptivo, de tal vivencia. Nos resultará imposible atestiguar nuestra disolución. Pero, no obstante, casi a diario hablamos de la muerte. No de nuestra muerte, sino de la muerte de los otros, de la muerte de los nuestros. A su vez, las pupilas idas, lánguidas y estériles de nuestros muertos anuncian la inminencia de nuestra propia, de nuestra propia e ineludible muerte. Porque cada muerto, en cuanto gestualiza la finitud de nuestro destino, es nuestro muerto y también nuestro destino: el (incom)probable ocaso que se habrá de llevar consigo la curvatura de todo horizonte. He ahí la mayor, la única de todas las certezas: hemos de morir, amigos míos. No hay otra posibilidad.