“La razón fundamental que explica esto es que hoy no tenemos un presidente. Sebastián Piñera es una figura fantasmal, ronda los pasillos de La Moneda y de cuando en cuando aparece con declaraciones desafortunadas y lamentos extemporáneos. Pero su liderazgo es inexistente y su capacidad de dirección ejecutiva ausente” El Líbero, marzo de 2020.
A semanas del apabullante estallido electoral en favor del Partido Republicano se agolpan una serie de textos e imágenes que nos llevan a ocuparnos de las incertidumbres de diciembre (2023). Todo transcurre una vez que los elencos de la post-transición experimentan una drástica reducción demográfica y un vacío discursivo-programático. ¿Fin de ciclo? Aludimos a una orfandad hermenéutica, donde ni siquiera el “tiro de gracia” que le propinó Repúblicano al clivaje PPD/DC -Concertación-, pudo ser capitalizado por un campo de izquierdas (AP) sin disputa ideológica, relatos, ni potencia imaginal. El bullado proyecto que encabeza José Antonio Kast (JAK) y los enigmas de su sociodemografía, de innegable inserción en un sentido común nihilista y colérico, obligan a sopesar sigilosamente las posiciones o nudos ideológicos que harían plausible un nuevo “pacto social” (texto Constitucional) con una socialdemocracia absorbida en la administración y capturada en la gestión. Lo último agravado por obra y gracia del propio partido que lidera JAK y su promesa refundacional que se avalancha para disputar la hegemonía de la política post-transicional.