Mauro Salazar J. / La paradoja de la gente. El orden policial

Filosofía, Política

» La democracia es siempre aporía: la posibilidad de la democracia coincide con su imposibilidad». J.D.

¿Qué es exactamente «la gente» que Franco Parisi invoca? No es el pueblo de la historia, de los antagonismos irresolubles. No es la ciudadanía de derechos ya inscritos, sino disidencia potencial devenida en orden policial convocando a Jacques Rancière. Admitamos una construcción que rehúye elites urbanas y se presenta como descubrimiento, cuando lo que estaba ahí debe ser transformado, reinventado para poder aparecer como «la gente». Y aquí comienza la verdadera ironía, el acto de hacer aparecer nuevas subjetividades es simultáneamente el acto de clausurar las posibilidades de que esos sujetos cuestionen la escena de su propia aparición (emergencia). El PDG introduce un concepto que es problemático, y conviene detenerse aquí, en esta problematicidad que no es meramente teórica, sino que tiene toda la densidad de una operación política concreta. Reemplaza «el pueblo» por «la gente común y corriente». Esto no es simple variación semántica, sino una operación fundamental de redistribución de lo sensible (según Rancière): una transformación de quién puede aparecer, quién puede ser visto, quién cuenta como sujeto que tiene derecho a hablar. «La gente» en el PDG es literalmente (debe insistirse en ese literalmente) una invención política. Es un sujeto que no existía previamente en la política chilena de la manera en que el PDG la construye. Un modo donde aparecen cuerpos gestiónales, bajo una «hegemonía de la negación».

Mauro Salazar J. / La herida republicana. Aporofobia y orden post-social

Filosofía, Política

El análisis que ofrece la izquierda progresista y la derecha institucional sobre Franco Parisi revela, con una transparencia patética, el verdadero objeto de su pánico: la precarización de la creatividad («lo político») cuando irrumpe el comentario aporofóbico —gestional— y la reactividad ante toda forma de populismo que envilece elites, que han devenido «gente con dinero». No hay proyecto hegemónico —ni de derecha ni de izquierda—, solo administración técnica de la crisis. La bio-familia del PDG no es una amenaza real en el sentido tradicional, sino una «policía» anoréxica que escinde la política del juego de las metaforizaciones. El pánico es mucho más profundo cuando se desliza una lengua transparente que articula sin pudor aquello que la izquierda y la derecha utilizan como mediaciones para adormecerse a sí mismas. Las ritualidades funcionales al poder, los acuerdos tácitos, todas las formas mediacionales comprenden una elitización de la transición. Asistimos a un revival de la Concertación centrado en la «razón gestional» como un lugar oracular. Entonces, administración, tecnificación y gobernanza comprenden un argot de acuerdos manageriales que erige el dogma institucional sin salivar pavloviano, y sus prescripciones estéticas.

Mauro Salazar J. / Kast, el dispositivo afectivo. Inteligilbilidad carcelaria y desorientación mediatologica

Filosofía, Política

Kast en las cárceles. O, mejor dicho: en once de diecisiete. Los números aquí no pesan. 623 presos, emanan de la información del Servel. Aunque cabe apostillar. Aunque siempre cabe advertirlo, «sin pena aflictiva» —esos que acceden al local, que pueden estar donde se vota— no son los encarcelados sino una especie de ellos, una subespecie, diremos, ya domesticada por el sistema. ¿Muestra estadística que goza de representatividad? No, nula. ¿Entonces? Entonces nada y algo a la vez por escrutar. El espectáculo mediático funciona así: toma lo insignificante y lo vuelve visible. Y al hacerlo lo vuelve potente, aunque sea en su insignificancia. Quizás, aunque por ver, habría que saber cuántos presos de condena no aflictiva hay en Chile. Pero eso el Estado no lo dice, o no lo sabría. O prefiere no saberlo. Y aunque cabe apostillar múltiples precisiones (siempre las hay, siempre habrá), vamos a obviar, como se debe, los sesgos de la industria mediática, sus intereses y la pereza cognitiva del gremio.

Gerardo Muñoz / Palestina y la Inteligencia Artificial

Filosofía, Política

Cuando los historiadores venideros estudien la segunda década de este siglo no podrán un ignorar un hecho que se ha desplegado con toda claridad ante los ojos de todo el mundo: que la aceleración de la Inteligencia Artificial y la nueva modelación tecnológica se desplegara al mismo tiempo que el genocidio del pueblo palestino. En un sentido estricto, la destrucción del mundo que representa Gaza va de la mano del punto más alto de la racionalidad de la subsunción técnica ontoteológica cuyo verosímil, la Inteligencia Artificial, es el último avatar de la cibernética aplicada a la turbulencia de los fenómenos. Por supuesto, al menos desde la mirada esférica y autonomizada de Abbe Sieyes, la modernidad política siempre ha dependido de los encuadres tecnológicos para gobernar los cuerpos y las almas de los vivientes. En este sentido, la novedad de la Inteligencia Artificial es el resultado de la fascinación humanista siempre obsesionada con el orden, la identificación, y los infinitos andamios de prevención ensimismada (hoy la phone app, los checkpoints, lentes con videograbación). La óptica pasiva moderna regresa como la última cárcel mortífera de una existencia amortizada en su propia degeneración.

Mauro Salazar J. / ¿Franco o Parisi? La aporía de un nombre. Tanatopolítica y campo popular

Filosofía, Política


Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados. Dante, del Purgatorio

El fenómeno Parisi (Political Trader) no accede a la inteligibilidad mediante los protocolos morales del reproche o la indignación épica cuando la vida cotidiana ha sido devastada. Irrumpe como cristalización de un proceso de descomposición (paroxística neoliberal) y un vacío operacional de toda gobernabilidad. Franco/Parisi encarna la paradoja inmunológica, un vector que se constituye precisamente mediante el rechazo de toda comunidad sustantiva. Su «Partido de la Gente (pero sin gente)», es la immunización llevada a la potencia —no hay protección de comunidad alguna, sino negación activa de que tal comunidad pueda existir.

Decir “outsider” es la mudez de nuestros analistas cuando no dicen nada (balbucean la contingencia). Parisi, más que Franco, pero sin agotarlo en la demonología, invoca informalidades que pasan por los extra-muros del territorio como enfermedad crónica de la subjetividad psicotrópica. Territorios librados durante cuatro décadas a un régimen tanatopolítico donde la vida se marchita, en los pasajes, y no logra articularse según formas tradicionales de politización. No se puede obviar su triunfo en la San Tomas, comuna de la Pintana (Santiago) y no acotarlo —estrictamente a regiones. La identidad nominal que aquí nos ocupa no inventa a sus congregados, sino que los recoge allí donde la izquierda progresista, instalada en zonas de confort epistémico, se rehúsa activamente a leerlos. Los endebles, los informales, los coléricos, los juguetes rabiosos, esa capa media popular distópica cuya existencia carece de inscripción institucional segura, constituyen precisamente el material político que Parisi («The Speculator» y “Tele-canditato”)captura operacionalmente los emprendizajes fallidos. Los trabajadores nómades —temporeros cuyo cuerpo apesta a pesticida, migrantes que cargan la patria en pantalones rotos— no son figura retórica. Son una cadena epidemiológica de precariedad que golpea cotidianamente contra centros de salud donde no hay remedios, contra oficinas de beneficios donde los tratan como delincuentes, contra cifras de desempleo que el Estado reporta sin inmutarse. Votos inconexos, donde circulan sujetos de la ex/concertación, sin consuelos, y emprendimientos fallidos de Piñera, que coinciden numéricamente sin constituir jamás un nosotros. Singularidades que comparecen solo para ratificar su propia dispersión irreversible.

Julio Cortés Morales / La pulsión fascista del rock: algunos comentarios sobre la estética del black metal

Estética, Filosofía, Política

En efecto, nada de esto significa que los fascistas se hallen incapacitados de experimentar la belleza, los arrobamientos y asombros. Más bien, lo que hace el fascismo es capturar esa experiencia, buscar enclaustrarla entre sus coordenadas, reducirla al museo de una memoria permanente y siempre disponible a su reproducción: petrificarla y monumentalizarla para seguro goce de la propia voluntad del hombre a dejarse hechizar” (Aldo Bombardiere, (Des)fascistización: sensibilidad, captura y resplandores).

1.- Recuerdo haber leído en la revista Bardo Methodology una entrevista a un integrante de la banda Abigor (veteranos del black metal austríaco)1, que en una parte destacaba algo así como que el black metal (o BM) se asocia a muerte y homicidios en base a un par de suicidios y asesinatos que se produjeron en Escandinavia a inicios de los 90, lo cual era una proporción de violencia homicida bastante baja en comparación, digamos, al gangsta rap y la cantidad cercana al centenar de muertos que ha causado rivalidad interna entre artistas y pandillas de las escenas de las dos costas de Estados Unidos. Agregaría un ejemplo aún más llamativo, cual es el del reggae jamaicano que se asocia a sentimientos universales de “paz y amor” a despecho de su violento original subcultural en los guetos del país de Bob Marley (el primer “rock star” del tercer mundo). Busquen listados de muertes asociadas a cada una de estas subculturas musicales y saquen sus propias conclusiones.