Giorgio Agamben / Réquiem por Occidente

Filosofía, Política

A finales del siglo XIX, Moritz Steinschneider, uno de los fundadores de la ciencia del judaísmo, declaró, no sin escándalo de muchos bienpensantes, que lo único que podía hacerse por el judaísmo era asegurarle un funeral digno. Es posible que desde entonces su juicio se haya aplicado también a la Iglesia y a la cultura occidental en su conjunto. Lo que de hecho ha ocurrido, sin embargo, es que el funeral digno del que hablaba Steinschneider no ha tenido lugar, ni entonces para el judaísmo ni ahora para Occidente.

Andrés Gordillo / Éxtasis sin causa. Acerca de La Chimera (2023) de Alice Rohrwacher

Arte, Estética, Filosofía

Entre los residuos que documentan la existencia de los hablantes hay unos cuantos que cifran «el misterio etrusco» [1]. Uno de ellos es el largometraje La Chimera (2023) de Alice Rohrwacher [2]. Esta inicia, como toda película, con un fondo oscuro. Vale la pena recordar el apunte que hizo Evgen Bavčar al respecto: «Desde hace más de un siglo al ir al cine olvidamos el hecho de que por un breve instante sufrimos la experiencia de la ceguera. Aquella ceguera del cine es efímera, tiene un principio y un fin, y no nos domina ad vitam eternam, así que no presupone la privación de la libertad de la luz circundante. Sin embargo, representa un breve retorno a las tinieblas originales, mejor dicho, hace alusión a lo más oscuro e infinitamente más profundo» [3]. Es, precisamente, a esa dimensión profunda, al tiempo cósmico, al que abisma una y otra vez éste filme. Lo hace a través de lo que Gerardo Muñoz ha denominado como la vía etrusca es decir, de la retirada de la suturación metafísica cifrada históricamente en la subsunción al cálculo hacia las estelas de un silencio ligado a Ctonia, región subterránea, inframundo al que se dirige y de donde proviene la existencia [4]. Esta vía es, esencialmente, una experiencia errática, pues no es programable. Irrumpe, como quien tropieza con la raíz de un árbol al caminar, desestabilizando el andar [5]. Su signo es el de la negatividad: va hacia lo que no dice.

Aldo Bombardiere Castro / Divagaciones: Hechos, posmodernidad, historia

Filosofía, Política

Hechos

¿Dónde reside la fuerza de los hechos sino en la rigidez de aquella mirada que nosotros, casi sin saberlo y durante siglos, hemos ido proyectando sobre ellos? ¿Acaso aún los hechos son capaces de hablar por sí mismos? ¿Aún son capaces de decir algo diferente de lo que dicen -nunca terminan de decir- las palabras? Y sí, si pudieran aportar algo distinto que las palabras, ¿acaso los hechos no estarían condicionados, desde su inicio, por la experiencia de la primera persona que los vivencia, ejecuta o padece? Y en ese mismo sentido, ceñido a la vivencia en primera persona, ¿acaso no sería más apropiado hablar de la singularidad de la experiencia antes que de la fuerza demostrativa, y hasta probatoria, de un hecho? Pero, al contrario, si los hechos nunca pudiesen decir con claridad algo distintos a lo que dicen las palabras, entonces ¿para qué hablar de hechos, por un lado, y de palabras, por otro? Tal vez en la misma noción de “hecho”, y sobre todo de “hecho histórico”, siempre esté existiendo de antemano una configuración lingüística, una suerte de a priori hermenéutico: como si cuando afirmamos que “los hechos históricos nos han dado la razón”, tal razón, en realidad, no estuviese siendo dirimida por un supuesto tribunal de los hechos, sino por el de una razón en sombras, solapada y hasta siniestra, la cual, incluso sin proponérselo, ha forjado el concepto de “hecho” bajo el inadmisible criterio de su propio interés y beneficio, de su propia imagen en difusa semejanza.

Gerardo Muñoz / Pierre Bonnard, o cuando la pintura se aferra al mundo

Arte, Estética, Filosofía

Volver hoy a la pintura de Pierre Bonnard tiene algo de experiencia enrarecida e inconspicua, incluso cuando reaparece en las cuidadas paredes de un museo. Se debe celebrar que la Philips Collection (Washington DC) haya acogido la nutrida muestra “Bonnard’s Worlds” que saliendo de los parámetros de las cronologías, se propone un ejercicio taxativo de pensar cada cuadro de Bonnard como un pequeño mundo sinuoso y autosuficiente. La relación entre pintura y mundo en este momento cumbre de la pintura francesa – ese gran acontecimiento de Occidente junto a la inserción de la filosofía griega y al subjetivismo del romanticismo alemán – no goza de una extraviada contingencia, sino que es seña de todo un momento histórico acotado. Ese momento civilizatorio es la legibilidad productiva de la sensibilidad moderna. Probablemente un momento histórico donde aferrarse al mundo, o a la idea de mundo en todo lo que irradian los sentidos, se conjuraba como una posibilidad unificadora de la experiencia del arte pictórico. Obviamente, ya no estamos en ese mundo, y nuestra separación con el colorido íntimo y los reflejos de una timidez desvaneciente del pincel de Bonnard es muestra de una devastación acelerada e irreversible. Ante las telas de Bonnard – cuya secuencia se ordena mediante el desplazamiento de geográficas exteriores que se abren ante nosotros como ventanas al interior de nuestra morada – nos atrapa la idea de que somos testigos de una última imagen del mundo; esto es, que el pintor ha decidido entregarnos el mundo justamente porque éste se ha perdido, o bien porque está en camino a ser perdido muy pronto. La pintura es, entonces, revelación y encantamiento de lo que ha sido.

Miguel Ángel Hermosilla / La caída de la crítica y el estallido de la universidad: Una lectura del genocidio en Palestina

Filosofía, Política

Vino con todos sus ungüentos

Vino fingiéndose la luz,

Vino con átomos sangrientos,

Vino demócrata y con cruz.

La virgen de Occidente.

A propósito del fin de la Universidad moderna, que describe Karmy, en La Universidad estallada. Palestina y el devenir de las humanidades, y la desesperación impotente del juicio, la crítica y del discurso universitario respecto de la explosión- implosión de la academia, que muestra el fin de una frontera entre un interior/ exterior, expresada en el agotamiento del vínculo moderno entre inteligencia universitaria y mundo social, que habría sido establecido por la soberanización del pensamiento en la Universidad estatal moderna soberana, a decir de Thayer, en “La crisis no moderna de la universidad moderna”, y las nuevas formas de hegemón financiero fundado por las políticas neoliberales a partir de los setentas en gran parte de las sociedades contemporáneas. Nos proponemos aquí , entonces, a partir de un cierta modalidad de diálogo con el texto de Karmy, interrogar la aporía analítica de pensar el estatuto de la crítica y su relación con la axiomática del capitalismo global integrado, atendiendo a la pregunta; ¿de cuán universitario es también el capital financiero, en tanto que tecnología y administración académica del pensamiento? . En ese escenario discursivo, la discusión que Karmy abre respecto de la implosión de la razón universitaria, en el contexto de la violencia genocida del fascismo sionista en Palestina, nos invita a pensar y problematizar, también: ¿Cuál es el lugar de la universidad y la crítica hoy?, ¿qué derroteros espistémicos le esperan al pensamiento, en el paradigma de lo que podríamos denominar; “la caída de la crítica en la facticidad de la violencia equivalencial?”.

Giorgio Agamben / El toro de Pasífae y la técnica

Filosofía, Política

En el mito de Pasífae, la mujer que se hace construir por Dédalo una vaca artificial para aparearse con un toro, es legítimo ver un paradigma de la tecnología. En esta perspectiva, la tecnología aparece como el dispositivo a través del cual el hombre intenta alcanzar -o volver a alcanzar- la animalidad. Pero éste es precisamente el riesgo que corre hoy la humanidad a través de la hipertrofia tecnológica. La inteligencia artificial, a la que la tecnología parece querer confiar su resultado extremo, pretende producir una inteligencia que, como el instinto animal, funcione por sí misma, por así decirlo, sin la intervención de un sujeto pensante. Es la vaca dedálica a través de la cual la inteligencia humana cree poder aparearse felizmente con el instinto del toro, convirtiéndose o volviéndose a convertir en animal. Y no es de extrañar que de esta unión nazca un ser monstruoso, con cuerpo humano y cabeza taurina, el Minotauro, que es encerrado en un laberinto y alimentado con carne humana.