Cuando los historiadores venideros estudien la segunda década de este siglo no podrán un ignorar un hecho que se ha desplegado con toda claridad ante los ojos de todo el mundo: que la aceleración de la Inteligencia Artificial y la nueva modelación tecnológica se desplegara al mismo tiempo que el genocidio del pueblo palestino. En un sentido estricto, la destrucción del mundo que representa Gaza va de la mano del punto más alto de la racionalidad de la subsunción técnica ontoteológica cuyo verosímil, la Inteligencia Artificial, es el último avatar de la cibernética aplicada a la turbulencia de los fenómenos. Por supuesto, al menos desde la mirada esférica y autonomizada de Abbe Sieyes, la modernidad política siempre ha dependido de los encuadres tecnológicos para gobernar los cuerpos y las almas de los vivientes. En este sentido, la novedad de la Inteligencia Artificial es el resultado de la fascinación humanista siempre obsesionada con el orden, la identificación, y los infinitos andamios de prevención ensimismada (hoy la phone app, los checkpoints, lentes con videograbación). La óptica pasiva moderna regresa como la última cárcel mortífera de una existencia amortizada en su propia degeneración.
IA
Carlos Flores Cancino / Tesis críticas sobre el Manifiesto Tecnopolítico
Filosofía, PolíticaLas siguientes tesis nacen como réplica a propósito, y en contra, al reciente texto titulado “Manifiesto tecnopolítico” aparecido en un primer momento en Arqueologías del porvenir —como Manifiesto geotecnopolítico 0.1 — y posteriormente en la Revista Supernova. En este texto, en su última versión, Emmanuel Biset, Flavia Costa y Javier Blanco nos ofrecen una atenta lectura de los impactos que trae consigo la aceleración de la mediación técnica sobre las formas de vida y la crisis ambiental como consecuencia de los procesos antropogénicos. Sin embargo, vale la pena detenernos y poner algunos puntos de tensión para discutir y tomar distancia de sus propuestas tecnopolíticas. Veamos.
Giorgio Agamben / Sobre la inteligencia artificial y la estupidez natural
Filosofía«Comienza una época de barbarie y las ciencias estarán a su servicio». La época de barbarie no ha terminado aún y el diagnóstico de Nietzsche se ve hoy puntualmente confirmado. Las ciencias están tan atentas a satisfacer e incluso adelantarse a toda exigencia de la época que, cuando esta decidió que no tenía ganas ni capacidad de pensar, le proporcionó de inmediato un dispositivo bautizado «Inteligencia artificial» (para abreviar, con la sigla IA). El nombre no es transparente, porque el problema de la IA no es el de ser artificial (el pensamiento, en cuanto inseparable del lenguaje, implica siempre un arte o una parte de artificio), sino el de situarse fuera de la mente del sujeto que piensa o debería pensar. En esto se asemeja al intelecto separado de Averroes, que, según el genial filósofo andalusí, era único para todos los hombres. Para Averroes, el problema, en consecuencia, era el de la relación entre el intelecto separado y el individuo singular. Si la inteligencia está separada de los individuos, ¿de qué modo podrán estos unirse a ella para pensar? La respuesta de Averroes es que los individuos se comunicaban con el intelecto separado a través de la imaginación, que permanece individual. Es sin duda un síntoma de la barbarie de la época, así como de su absoluta falta de imaginación, que este problema no se plantee respecto de la inteligencia artificial. Si esta fuese simplemente un instrumento, como las calculadoras mecánicas, el problema, en efecto, no existiría. Si, en cambio, se supone, como de hecho ocurre, que, al igual que el intelecto separado de Averroes, la IA piensa, entonces el problema de la relación con el sujeto pensante no puede evitarse. Bazlen dijo una vez que en nuestro tiempo la inteligencia ha acabado en manos de los estúpidos. Es posible que el problema crucial de nuestro tiempo adopte entonces esta forma: ¿de qué modo un estúpido —es decir, un no pensante— puede entrar en relación con una inteligencia que afirma pensar fuera de él?
Gerardo Muñoz / La universidad norteamericana ya ha colapsado
Filosofía, PolíticaEn uno de los últimos números de Princeton Alumni Weekly que llega a mi buzón mensualmente aparecía una breve nota sobre el desplome de la participación activa de estudiantes graduados de Princeton en las donaciones anuales de esa institución [1]. Al menos desde la pandemia, si no antes, la contribución de los egresados vive un marcado declive que se ha vuelto una nueva tendencia en las métricas institucionales. Y una tendencia de la época, añadiremos nosotros, puesto que hasta aquí el artículo no llega. En una época marcada por la stagnation o declive; fenómeno que Marx vinculó a la caída de la tasa de ganancias en la crisis interna de la acumulación, ahora se expresa también al interior del aparato universitario norteamericano. Desde la crisis financiera del 2008, las universidades (aunque mucho más las públicas), se vieron a la esquina de un colapso, lo que llevó a una reestructuración fiscal sin precedentes, aferrándose y dependiendo aún más de los esquemas bursátiles federales a dos bandas. Las universidades privadas, por su parte, aprovecharon para ampliar sus assets y fondos financieros de inversión en una “global mission” que ahora ha entrado en directa confrontación ante el auge neonacionalista que pone en cuestión, función unitaria del poder ejecutivo mediante, la rentabilidad de un cuerpo estudiantil de active clients.
hakim george / spectres
Sonido¡Viernes de sonidos! En Ficción de la razón presentamos el álbum spectres de hakim george. En sus pistas desfilan variados espectros, formas inasibles y a menudo poco identificables, es decir, que ponen en cuestión cualquier noción de objeto sonoro. Pero este álbum gira en torno a una cuestión epocal. Dice hakim george:
Este es un tiempo de espectros, habitantes oníricos que sustentan la realidad. La IA, el metaverso y las plataformas digitales, son los medios con los que el poder corporativo ha asumido el gobierno del mundo y, a su vez, han creado un mundo nuevo que no tiene horizonte. El futuro es la muerte del planeta, salvo que arrebatemos a los espectros algo que podríamos llamar una «genuina espectralidad», porque mientras los espectros corporativos encienden las luces del planeta sin dejar lugar a lo invisible, la vida, si ha de sobrevivir, debe encontrar la oscuridad, el hiato que une y separa las cosas, la opacidad en la que es posible el pensamiento.
No es casualidad que el genocidio en Palestina sea llevado a cabo con IA. Tampoco lo es el hecho de que sea visto como un espectáculo por las masas. La humanidad es capaz de presenciar su propia destrucción como un espectáculo, decía Benjamin. Pues bueno, ahora que ese espectáculo ilumina absolutamente todo, es nuestra tarea política aprender a ver sombras, donde se esconden los paisajes que el poder no ha logrado capturar.
Pues bien, a escuchar.
Tariq Anwar / Una lengua que no comunica
Filosofía¿Qué es una lengua que no comunica nada? Diremos que hay, a menos dos opciones, muy en boga hoy. Una sería el vaciamiento de la lengua, que nos hace decir palabras que ya no significan, porque no se sostienen en ninguna apelación a la verdad. Declararse demócrata, republicano, pacifista o «consciente del problema» ya no implica ni relación con una ética ni con una intención, por más que se redacte en 280 caracteres pareciendo muy importante el anuncio. Un gran influjo de vaciamiento se desplaza así por la lengua, las lenguas. Pero hay una segunda fuerza de vaciamiento que recibe tributo, por cierto de todas las «redes sociales», al tiempo que las hace posible. Se trata de una enorme episteme que ha convertido al mundo en información. Las estrellas son información, mis movimientos son información, mis likes por supuesto, la música que escucho, las transacciones bancarias, los pobres en mi ciudad, los niños aniquilados en Gaza, pura información, es decir, vaciamiento de cualidades para alcanzar la mínima expresión en vistas a su utilidad.
