Rodrigo Karmy Bolton / «Ven-seremos»

Filosofía, Política

Alguna vez Roberto Matta, escribió la expresión “Venceremos” pronunciada por la izquierda de los años 60 y 70 en la forma “Ven-seremos”. La modificación escritural no puede ser leída como un simple juego de palabras, aunque lo sea. Como sabemos, Matta no era más que un niño juguetón. Al desplazar “venceremos” por “ven-seremos”, Matta subvierte la gramática con la que frecuentemente la izquierda hablaba: el léxico de la hegemonía. En su gesto, Matta desarticula el “venceremos”, en el entendido que ya no funciona como una expresión que defina a una obra que orienta sus esfuerzos a la conquista de un territorio para así incrustar la bandera roja sobre una burguesía vencida. El “venceremos” será el mandato orientado a la realización de una obra. Sin embargo, la subversión operada por Matta, trastoca tal gramática y nos abre al “ven-seremos” que ya no designa la obra de una conquista sino el afecto de un común. “Ven” invita a otro sin el cual no podríamos “ser” –dice la nueva expresión. Por eso, el “ser” aquí comprometido no es el término unívoco de la metafísica, sino uno atravesado por otro que siempre lo compone. Así, el “ser” no calza consigo mismo, y no puede ser “uno” sino siempre múltiple.

Aldo Bombardiere Castro / Divagaciones: Hacer silencio

Filosofía

El modo es imperativo: “¡hagan silencio, por favor!”. Esta frase la podría enunciar un niño, quien, creciente en impaciencia, reclama a sus padres que bajen la voz para, así, poder oír el canto con que los pájaros invocan al amanecer. Pero también podría ser enunciada por sus padres, quienes le habrían de ordenar al niño que reprima su jubilosa búsqueda con el fin de apreciar los silencios que sostienen y horadan una sinfonía de Bruckner.

Sin embargo, para hacer real silencio debemos detenernos en la frase. Si respiramos en ella, si mantenemos la respiración en y con ella, suspendiendo el sentido de eficacia que impone el deseo de concretar imperativamente ordenado, aquello que ha sido imperativamente, se abre la posibilidad de escuchar los silencios que atraviesan y sostienen a esa misma frase. Silencios, por cierto, sin los cuales la modulación material de la frase, sus ondulaciones bucales, no podrían desplegarse. Es decir, para escuchar la manifestación del silencio entre los intersticios que recorren la voz cuya voz no nombra, debemos neutralizar el modo imperativo que lo exige, que, falseando su voz, impone el silencio.

Miguel Valderrama / La banda de Félix Guattari

Estética, Filosofía, Política

1.- Deseo, insistencias

Habría que leer conjuntamente los textos de Félix Guattari en Chile, leerlos a partir de cierta insistencia que se enseña ya en la edición de los libros que documentan su visita al país. Leer con insistencia el modo en que insiste Guattari en inscripción, en un tipo de presentación que encuentra en el libro, en el volumen, en la composición, un modo de registro, de archivación, de consignación, que se identifica con el deseo, que insiste en el deseo como cifra de una autoría, de un contexto, de una recepción, de una apropiación, acaso de un desencuentro.

En efecto, los encuentros de Guattari en Chile han sido objeto de cuatro publicaciones, de cuatro libros “máquina-de-acción”, el término es de su primer editor, Francisco Zegers.1 Publicaciones que tienen por objeto “preparar” su venida al país, así como registrar las intervenciones y alocuciones proferidas durante su estancia. Presentadas en orden cronológico los volúmenes publicados son: Cartografías del deseo (Francisco Zegers editor, 1989), El devenir de la subjetividad (Dolmen ediciones, 1998), Las luchas del deseo (Pólvora editorial, 2020) y Desear la diferencia (Frontera interior, 2024). Más allá de la insistencia en la palabra “deseo” como un descriptor de encabezamiento común de una determinada operación de lectura, más allá de hacer del “deseo” la palabra-pasaje a una lectura de Guattari en Chile que se organiza contra el “libro-perspectiva”, contra el “libro máquina de Estado”, habría que observar en esta insistencia, en esta especie de puntuación rítmica del pensamiento de Guattari, el (auto)descubrimiento de una política, de una posicionalidad que acaso se fue abriendo paso en el mismo trabajo de composición, montaje y edición de una serie cerrada y abierta de textos y operaciones.

Aldo Bombardiere Castro / Divagaciones: delirios y desgarros

Estética, Filosofía

Cuando los rostros extraños se vuelven, además de extraños, entrañables, y sin perder ni un solo espasmo de las tempestades que suscitan, extienden sus brazos en señal de hechicera acogida, entonces la inminencia de la decisión es la que llama a nuestra puerta: abrirla representa un riesgo; mantenerla cerrada, también. Lo único que podemos hacer es respirar -tal vez por última ocasión-, sintiendo la desnudez de una experiencia a un paso de regalarnos, con pudor, su impúdico secreto.

Dionisio Espejo Paredes / Apología del sujeto escénico desde la obscenidad: una mirada barroca

Filosofía, Política

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Hace tiempo que los límites de lo privado se perdieron, hace tiempo que “publicar” se convirtió, en redes sociales, en un gesto banal. Somos espectáculo. No solo como sociedad, sino como individuos, al nivel de la subjetividad, hemos conquistado la escena espectacular mientras abandonábamos la escena política a otros “escénicos”. Las gentes han convertido su vida en un escaparate sometido al eventual “aplauso” de sus amigos virtuales, o supuestos suscriptores. Hacia finales del siglo XX se apuntaba a una era neobarroca, era una forma de declarar el cierre de la “modernidad”, de los viejos proyectos éticos y políticos ilustrados, pero también de caracterizar esa pulsión escénica, escenográfica, que quería presentarse como una novedad frente a los viejos relatos. El fin de la historia, el principio de una nueva era se saludaba con optimismo, nunca antes los divos, grandes personajes escénicos, habían actuado como referentes éticos. Ellos son los que acumulan millones de likes en Twiter o Facebook o Instagram, y ese es el verdadero objeto de deseo, y los que lo han logrado, destacándose, elevándose, por encima de las masas son dioses auténticos. Seguramente la secularización ilustrada, el hecho de que hayamos estado faltos de mitos religiosos, sea una de las razones por las que los fetiches culturales, viejos o nuevos, hayan inundado nuestras representaciones. Y esto se configuraba lejos de la clásica concepción escénica del ritual religioso. De modo que, allí donde hay un Dios trascendente, insustituible, en el moderno ritual, todos son potenciales figuras míticas. La cultura de masas, la que se unió a los mass media, transmitía esa “democrática” imagen de sus rituales. Es bien sabido que el espectador no solo adoraba al escénico, sino que se añoraba esa posición, el lugar, todo individuo soñaba con su propia escenificación, con su tiempo de éxito. Esa convicción fetichista creaba una multitud de obscenos (ob- el que está fuera de escena), los que estando fuera anhelan el aplauso que ellos mismos conceden a los otros, los famosos. La obscenidad misma era el mayor soporte del sistema escénico. El final lo escénico era solo una proyección de deseo de un montón de obscenos. La multiplicación de posibilidades de publicar en redes sociales ha multiplicado las tentativas de salir (imaginariamente) desde la obscenidad multitudinaria hacia la escena. En eso consiste la ilusión de la nueva esfera pública: devenir escénico.

Aldo Bombardiere Castro / Apuntes sobre las presidenciales: el deseo securitario y la captura del deseo

Filosofía, Política

Luego de suspender el tiempo histórico y la cotidianidad individualista, luego de destituir la última actualización del pacto oligárquico plasmada en la Constitución del 80, la revuelta dejó sus ecos, sus esquirlas afectivas dispersas sobre las plazas.

En estos meses, esas esquirlas disparadas hacia el infinito, esas modulaciones dentro de una atmósfera atonal y descentrada, han sido capitalizadas y capturadas por el neofascismo. Su éxito, cual arte alquímico, consiste en transmutar el deseo: hacer de la rabia popular y de la potencia común de los cuerpos derramados por las calles, un odio contra el migrante, una valoración de lo securitario, una sacralización de la propiedad y una homologación de todos los tipos de violencias en la condena de cualquier violencia («venga de donde venga»). Miedo.