Julio Cortés Morales / ¿Al fascismo sabremos vencer?

Filosofía, Política

(Penúltimo capítulo de La religión de la muerte, Postscriptum sobre viejos y nuevos fascismos, Editorial Tempestades, 2023).

Entramos a la última parte de este libro, haciendo ver que en octubre del 2022 se cumple el centenario del ascenso al poder de Benito Mussolini, y que en las elecciones de fines de septiembre la gran ganadora fue su admiradora Giorgia Meloni, militante desde los 15 años en la juventud del explícitamente neofascista Movimiento Social Italiano y actual dirigenta del partido Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia), que varios identifican como estando a medio camino de la derecha populista radical y el posfascismo, quedando a pasos de convertirse en la primera mujer jefa de gobierno de la historia italiana[1].

Hemos dedicado bastante tiempo y espacio a discutir sobre los viejos y nuevos fascismos, y se necesitaría un libro aparte para referirse al “antifascismo” con todo el detalle y atención que se merece.  Pero es necesario abordar, aunque sea a grandes rasgos, la cuestión de cómo combatir a la reacción en general, y al fascismo en particular, a la luz de la experiencia histórica de estos 100 años. Amadeo Bordiga, que ha sido acusado de menospreciar los riesgos que representaba el fascismo en el momento de su aparición[2], señaló alguna vez que “el antifascismo es el peor producto del fascismo”. En tiempos como los actuales en que ser “antifa” es una identidad, una frase como la de Bordiga resulta incomprensible, si es que no abiertamente reaccionaria. Un aporte clave para comprender estas posiciones comunistas no oficiales es el breve texto del periódico de la izquierda comunista italiana Bilan, publicado en el exilio belga en el año 1934 y titulado contundentemente como “El antifascismo: fórmula de confusión”[3]. En efecto, nos dicen estos camaradas, el antifascismo “idealiza la confusión” y “se da como tarea agrupar a todos aquellos que están amenazados por el fascismo en una especie de ‘sindicato de los amenazados’”.

Alejandra Castillo / El teatro de Ernesto Orellana y su doble

Estética, Filosofía

Un número, una cifra, una fecha. Una notación numérica breve que detiene el tiempo, lo paraliza en un año, 1984. ¿Cuántos años hay en un año, cuántas vidas en él? Una a una se superponen historias, memorias, fechas ineludibles. En una sola cifra se superponen incontables vidas, algunas recordadas, muchas otras que se olvidan.

1984, año de la distopía de Orwell. 1984, primer paciente confirmado con VIH en Chile, su nombre es Edmundo Rodríguez. 1984, nacimiento de Ernesto Orellana, dramaturgo, director de teatro chileno, activista de la disidencia sexual. En esa superposición de vidas se trama la obra teatral Edmundo, un relato íntimo que en la forma de un monólogo da cuerpo y vida a la documentación del primer caso del VIH en Chile que la prensa amarillista del período llamó “cáncer gay” en exacta superposición con el “cáncer marxista” con el que la dictadura cívico militar de Pinochet nominaba a la militancia de izquierda.

Miguel Ángel Hermosilla / La imaginación sublevada en el mito, Mariátegui y Jesi contra la historia

Filosofía, Política

la sublevación conduce a no dejar que otros nos organicen, sino a organizarnos nosotros mismos.” Marx. La ideología alemana. La sublevación.

La imaginación popular, como reformulación de lo que Furio Jesi denomina mito autentico o propaganda genuina, y que expresaría el momento fulmíneo de todo acontecimiento subversivo1 , porque implicaría una experiencia de verdad y de conocimiento; “un instante de cognoscibilidad”, que fisuraría la intersección dominante entre mito e historia; entre eternidad y contingencia, y que, en efecto, rasgaría un hiato en el interregno abierto por la “verdad” que contendría la potencia de un gesto de insurrección, es que nos interesaría leer la importancia del mito político contemporáneo como topología de la sublevación.

Javier Agüero Águila / Latitudes fantasmas

Filosofía, Política

En torno a Guerra y democracia. Retrato, stasis, anonimia de Miguel Valderrama.

En el contrasentido de las manecillas del reloj se desatascó
la rueda antes de girar y ni siquiera nosotros pudimos
encontrarnos a la vuelta del vértigo, cuando entramos
en el tiempo […]

Nada es bastante real para un fantasma

E. Lihn, “La pieza oscura”1 

1. El fragmento de este poema de Enrique Lihn nos permite partir.

Primero, y según lo veo, el poema mismo nos desplaza hacia un tiempo lateral; a una historia que es otra historia y que en esa condición de latitud excéntrica, el mundo queda sacudido, desorientado porque las horas se dieron vuelta. Como en Silvia y Bruno de Lewis Carroll, en donde el reloj corre permanente al revés sobre las cabezas de los personajes, dándole a cada segundo la potencia de un acontecimiento porque la temporalidad está loca, precipitada, corrompida. Es aquí donde Lihn entonces nos transporta a un lugar en el que el fantasma no puede quedar satisfecho con lo que ve o con lo vendría a ser aquí la historia, el mundo, Dios, el ente, el ser; se trataría de un fantasma insatisfecho y desconcertado que no puede aprehender “lo que pasa” (ce qui passe, dice Alain Badiou)2, todo le resultaría sintético, alternativo y extraviado a su propia condición de fantasma, capturado en la cesura del mundanal oropel que no es su latitud loca, lo propio de su tímpano espectral. No obstante es desde esta zona extraña, desde esa sensualidad bizarra de cara a lo que puede ser el fantasma, que una cierta experiencia lo habita, siendo tocado por los acontecimientos de la política, de la guerra, de las imágenes, de las representaciones, en fin. Y decide insinuar su propia versión, una que se enajena como escena fantástica y que se implica corrosivamente en la “oficial”, desactivando no la memoria sino lo memorístico; el dossier firmado por la mano institucional. Y aquí la historia, la transparencia de los límites, el holograma que es el lenguaje y sus fronteras conscientes e inconscientes, lo “raro” de la cosa misma, su implosión genealógica; las metábasis de los pliegues en el que deambula activa toda invención o inversión hermenéutica; pliegue del azar a la vez que pliegue geométrico, en tanto y como lo decía Pascal en su correspondencia con Pierre de Fermat, aquí lo que se dinamiza es eso, una “geometría del azar”3; o la traductibilidad de todo en una escena que puede condensar el rostro del mundo, la ficción de su rictus y las pasiones (traiciones) humanas.

Mauro Basaure / Violencia y Democracia. La deuda teórica de Miguel Valderrama

Filosofía, Política

La primera impresión que deja Guerra y Democracia de Miguel Valderrama es la de un texto sólido y original en su planteamiento: desarrolla una reflexión que sitúa la violencia (guerra) en el corazón mismo de la democracia, desplazando la mirada tradicional que concibe ambas como polos opuestos. A lo largo de sus páginas, la noción de stasis opera a la vez como herramienta analítica y como signo de fractura en la democracia liberal, entendida ésta última habitualmente como garante de la paz interna. Con ese concepto, Valderrama revisa la historia, la memoria y la escena política chilena, para mostrar una dimensión bélica latente en la democracia, regular y típicamente escamoteada por la institucionalidad o el lenguaje oficial. En este sentido, la mayor virtud del libro radica en su lectura filológica, en la capacidad de detectar “abismos” o “non sequitur” en la narración histórica y en la representación política, llevándonos a considerar la revuelta —el así llamado “estallido social” de Octubre de 2019 en Chile— no como un evento puntual a explicar sociológicamente cuestión que Valderrama junto a Rodrigo Karmy y Javier Agüero, entiende como una reducción sociologizante sino como algo que revela la imposibilidad de un consenso verdaderamente pacificado.

Miguel Valderrama / De historia, historiografía y cine chileno

Cine, Estética

Sobre Tesis sobre la historia del cine chileno, de José Miguel Santa Cruz Grau (Ediciones Qual Quelle, Santiago de Chile, 2024).

¿Cómo leer Tesis sobre la historia del cine chileno? ¿Cómo abordar la singular ensambladura de textos e imágenes que nos propone José Miguel Santa Cruz Grau? Y ¿cómo hacerlo a partir de un punto de mira, de una posición que se quiere disfracta, que se organiza en el vacío, en el intervalo de texto e imagen? Estas preguntas, la trinidad que parece determinarlas, la misma secuencia de subsunción que entrevista su ilación, hacen de esa trinidad una unidad, aquello que se suele identificar propiamente con una problemática, con una estructura de objetos, preguntas y respuestas. Entonces, nuevamente, qué se interroga, qué se somete a lectura en esta lectura sobre la historia del cine chileno. El efecto de recursión, de giro, de retorno, de viraje, de recursividad, no es indiferente a la propia estructuración de las Tesis sobre la historia del cine chileno.1 Aparece ya en el preámbulo, como insignia y sello de lo que se adelantará en forma de dieciocho tesis y dos corolarios. Tesis y corolarios que son emplazadas por mediación de dos paratextos, dos discursos que en las figuras del preámbulo y del epílogo organizan un cierre protector que busca relanzar y retrazar las proposiciones que en tanto tesis y corolarios conforman “una escritura de trinchera”,2 una especie de parte de guerra.