En torno a Guerra y democracia. Retrato, stasis, anonimia de Miguel Valderrama.
En el contrasentido de las manecillas del reloj se desatascó
la rueda antes de girar y ni siquiera nosotros pudimos
encontrarnos a la vuelta del vértigo, cuando entramos
en el tiempo […]
Nada es bastante real para un fantasma
E. Lihn, “La pieza oscura”
1. El fragmento de este poema de Enrique Lihn nos permite partir.
Primero, y según lo veo, el poema mismo nos desplaza hacia un tiempo lateral; a una historia que es otra historia y que en esa condición de latitud excéntrica, el mundo queda sacudido, desorientado porque las horas se dieron vuelta. Como en Silvia y Bruno de Lewis Carroll, en donde el reloj corre permanente al revés sobre las cabezas de los personajes, dándole a cada segundo la potencia de un acontecimiento porque la temporalidad está loca, precipitada, corrompida. Es aquí donde Lihn entonces nos transporta a un lugar en el que el fantasma no puede quedar satisfecho con lo que ve o con lo vendría a ser aquí la historia, el mundo, Dios, el ente, el ser; se trataría de un fantasma insatisfecho y desconcertado que no puede aprehender “lo que pasa” (ce qui passe, dice Alain Badiou), todo le resultaría sintético, alternativo y extraviado a su propia condición de fantasma, capturado en la cesura del mundanal oropel que no es su latitud loca, lo propio de su tímpano espectral. No obstante es desde esta zona extraña, desde esa sensualidad bizarra de cara a lo que puede ser el fantasma, que una cierta experiencia lo habita, siendo tocado por los acontecimientos de la política, de la guerra, de las imágenes, de las representaciones, en fin. Y decide insinuar su propia versión, una que se enajena como escena fantástica y que se implica corrosivamente en la “oficial”, desactivando no la memoria sino lo memorístico; el dossier firmado por la mano institucional. Y aquí la historia, la transparencia de los límites, el holograma que es el lenguaje y sus fronteras conscientes e inconscientes, lo “raro” de la cosa misma, su implosión genealógica; las metábasis de los pliegues en el que deambula activa toda invención o inversión hermenéutica; pliegue del azar a la vez que pliegue geométrico, en tanto y como lo decía Pascal en su correspondencia con Pierre de Fermat, aquí lo que se dinamiza es eso, una “geometría del azar”; o la traductibilidad de todo en una escena que puede condensar el rostro del mundo, la ficción de su rictus y las pasiones (traiciones) humanas.