En el infierno. Cualquier discurso que no parta de esta conciencia carece simplemente de fundamento. Los círculos en los que nos encontramos no están dispuestos verticalmente, sino esparcidos por el mundo. Dondequiera que los hombres se asocian, producen infierno. Los círculos y los abismos están por todas partes a nuestro alrededor, y reconocemos, como en los caprichos de Goya, a los monstruos y demonios que los gobiernan.
Una voce
Giorgio Agamben / Sobre las relaciones falsas
Filosofía, PolíticaUna buena definición del poder político es la que lo caracteriza como el arte de poner a los hombres en relaciones falsas. Esto, y no otra cosa, es lo que hace en primer lugar el poder, para poder gobernarlos luego como quiere. Una vez que se han dejado introducir en relaciones oblicuas en las que no pueden reconocerse, los hombres son de hecho manipulables y orientables a su antojo. Si creen tan fácilmente en las mentiras que se les proponen, es porque falsas son ante todo las relaciones en las que, sin darse cuenta, ya se encuentran siempre.
Giorgio Agamben / El Estado y la guerra
Filosofía, PolíticaLo que llamamos Estado es, en última instancia, una máquina para hacer guerras y, tarde o temprano, esta vocación constitutiva acaba emergiendo más allá de todos los objetivos más o menos edificantes que pueda fijarse para justificar su existencia. Esto es especialmente evidente hoy en día. Netanyahu, Zelensky y los gobiernos europeos persiguen a toda costa una política de guerra para la que sin duda se pueden identificar objetivos y justificaciones, pero cuyo motivo último es inconsciente y se basa en la propia naturaleza del Estado como máquina de guerra. Esto explica por qué la guerra, como es evidente para Zelensky y para Europa, pero también en el caso de Israel, se persigue incluso a costa de enfrentarse a su propia posible autodestrucción. Y es vano esperar que una máquina de guerra pueda detenerse ante este riesgo. Seguirá adelante hasta el final, sea cual sea el precio que tenga que pagar.
Giorgio Agamben / El fin de Ucrania
Filosofía, PolíticaLa guerra en Ucrania está llegando a su fin y, sea cual sea su desenlace, coincidirá con la desaparición de la «antigua República Socialista Soviética de Ucrania» (antes de la cual nunca había existido un Estado ucraniano y conviene recordar que Crimea, que Zelensky no deja de reclamar, fue unida a la República Soviética Ucraniana solo en 1954 por Jruschov y, según el censo de ese año, estaba poblada en un 72% por rusos). Como no ha dejado de repetir la clase dirigente europea: estaremos con Ucrania hasta el final. Pero este final no podrá sino implicar también el destino de Europa. ¿Qué hará y qué dirá Europa cuando el fin de Ucrania, al que ha contribuido a convertir en catastrófico, sea un hecho consumado? Según las previsiones de los observadores políticos más perspicaces, es probable que también se ponga en tela de juicio la identidad de la actual comunidad europea, que no tiene otra realidad jurídica que la de un acuerdo internacional entre Estados. Y esta es la única consecuencia positiva que podemos esperar de la guerra en Ucrania, que, por lo demás, como todas las guerras, es desastrosa.
Giorgio Agamben / El medioevo que viene
Filosofía, PolíticaUn pasaje del libro de Sergio Bettini sobre El arte al final del mundo antiguo describe un mundo que es difícil no reconocer como similar al que estamos viviendo. «Las funciones políticas son asumidas por una burocracia estatal; esta se acentúa y se aísla (anticipando las cortes bizantinas y medievales), mientras las masas se vuelven abstencionistas (germen del anonimato popular de la Edad Media); sin embargo, dentro del estado se forman nuevos núcleos sociales en torno a las diversas formas de actividad (germen de las corporaciones medievales) y los latifundios, vueltos autárquicos, preludian la organización de algunos grandes monasterios y del mismo estado feudal».
Giorgio Agamben / Lo viejo y lo nuevo
Filosofía¿Por qué somos capaces de describir y analizar lo viejo que se desvanece, pero no logramos imaginar lo nuevo? Quizás porque creemos, más o menos inconscientemente, que lo nuevo es algo que llega —no se sabe de dónde— después del fin de lo viejo. La incapacidad de pensar lo nuevo se revela así en el uso imprudente del prefijo «post»: lo nuevo es lo post-moderno, lo post-humano, en todo caso, algo que viene después. La verdad es precisamente lo contrario: la única manera que tenemos de pensar lo nuevo es leerlo y descifrar sus rasgos ocultos en las formas de lo viejo que pasa y se disuelve. Esto es lo que Hölderlin afirma con claridad en el extraordinario fragmento sobre La patria que declina, donde la percepción de lo nuevo es inseparable del recuerdo de lo viejo que se hunde y cuya figura, de hecho, debemos asumir amorosamente de algún modo. Aquello que ha cumplido su tiempo y que parece disolverse pierde su actualidad, se vacía de su significado y vuelve a ser, de algún modo, posible. Benjamin sugiere algo similar cuando escribe que, en el instante del recuerdo, el pasado, que parecía concluido, se muestra incompleto y nos ofrece así el regalo más precioso: la posibilidad. Verdaderamente nuevo es sólo lo posible: si ya fuera actual y efectivo, estaría inevitablemente destinado a envejecer y decaer. Y lo posible no proviene del futuro, sino que es, en el pasado, aquello que no fue, que quizás nunca será, pero que pudo haber sido y que por eso nos concierne. Percibimos lo nuevo solamente cuando somos capaces de captar la posibilidad que el pasado —es decir, lo único que tenemos— nos ofrece por un instante, antes de desaparecer para siempre. Es de esta manera como debemos referirnos a la cultura occidental que hoy, a nuestro alrededor, se deshace y disuelve.
