Es necesario reflexionar sobre la singular circunstancia de que las dos máximas que han tratado de definir con mayor agudeza el estatuto ético y político de lo humano en la modernidad procedan de la comedia. Homo homini lupus -piedra angular de la política occidental- está en Plauto (Asinaria, v.495, donde advierte jocosamente contra quienes no saben quién es el otro hombre) y homo sum, humani nihil a me alienum puto, quizá la formulación más feliz del fundamento de toda ética, está en Terencio (Heautontim., v.77). No es menos sorprendente que la definición del principio de derecho «dar a cada uno lo suyo» (suum cuique tribuere) fuera percibida por los antiguos como la definición más propia de lo que se trata en la comedia: una glosa de Terencio lo afirma sin reservas: cómico es por excelencia assignare unicuique personae quod proprium est. Si se asigna a cada hombre el carácter que lo define, se vuelve ridículo. O, más en general, todo intento de definir lo humano desemboca necesariamente en lo cómico. Esto es lo que muestra la caricatura, en la que el gesto de captar a toda costa la humanidad de cada individuo se convierte en una burla, hace reír.
Mes: marzo 2024
Aldo Bombardiere Castro / Participar en Palestina. Reflexiones a partir de “Desgarro”, instalación artística de Janet Toro
Arte, Estética, Filosofía, PolíticaUn desierto de devastación. Una cruz peregrina y carente de promesa. Las raíces de los olivos expuestas como huesos. Agonizando en medio del genocidio perpetrado por el Estado de Israel en Gaza, los únicos elementos plenamente distinguibles en Desgarro, instalación visual creada por Janet Toro, son los jirones de gasa adheridos -casi accidentalmente- a los espinos.
Las pieles rasgadas, el crujido de las articulaciones infantiles tan prontamente desarticuladas y el hedor de los residuos corpóreos separados de la vida, son llevados y traídos a merced del viento, y, como si se tratase de un indeseado rito de despedida, sólo encuentran pasajero reposo en la trémula aspereza de los arbustos. Se trata de una organicidad fragmentada, dislocada en su propia angustia, pero la cual, así y todo, persevera en su asombrosa gestualidad: las imágenes nos dicen algo -incluso el grito siempre dice algo que nos es más difícil escuchar que el mismo grito-. Desgarro atestigua la catástrofe que Israel desata sobre Gaza; atestigua el desgarro mismo del dolor en el decir, incluso allí, donde han explotado todas las palabras; incluso ahora, cuando ya no hay palabras.
Tariq Anwar / Magos, sacerdotes, profetas
FilosofíaEn la antigua espiritualidad humana había dos figuras que se contraponían y que, de alguna manera en nuestro tiempo, siguen jugando un rol decisivo. Por un lado, en las vastas zonas rurales habitaban los magos, expertos en la unión de lo divino y lo terrenal, habitantes de una zona intermedia que hacía de quiasmo entre los antiguos ancestros y el destino de los vivos. Carismáticos, los magos eran médicos sanadores e intérpretes de las estrellas. Su poder provenía de un más allá del que su propio cuerpo era medium. Para conocerlos, había que viajar, lo que ya suponía una aventura para dar con el oráculo, el shaman o el hakim. Espacios amplios para un viaje de encuentro con un humano convertido en un istmo bañado por los mares espirituales y materiales. En contrapocisión, las zonas urbanas contaban con una figura más gris, más reglada y estable, el sacerdote. Actor de una performatividad institucional, su espacio de acción son los edificios –templos, bibliotecas, casas– a lo que entra y sale con el permiso especial de la autoridad. El sacerdote es guardián de la tradición, de la repetición y de todas las formas protocolares que han hecho de su lugar uno privilegiado. A diferencia del mago, su cuerpo no tiene nada de divino, pero hace ingresar a la comunidad de la ciudad en la experiencia espiritual a través de ritos, sacrificios y pertenencia a una estructura soberana. Existe, sin embargo una tercera figura que irrumpe de forma más tardía. No es rural, pero habita la ciudad sólo desde los márgenes. No practica ni la magia ni participa de los poderes establecidos. Se trata del profeta.
Javier Agüero Águila / El Estado de Israel y el racismo metafísico
Filosofía, PolíticaEscribir sobre un genocidio, pensarlo a distancia y asumir que se trata de dolores indescriptibles que no podemos siquiera alucinar (delirar), implica tomar un vuelo ciego al fondo de un abismo que nos es extraño; es saber que se ingresa desde lejos a las pasiones humanas más deformadas, monstruosas; apostar por sumergirse en la grieta por donde se filtra el dar la muerte sin reparar jamás en el rostro de quién recibirá la bala, la bomba, la tortura; es asumir también que en la extensiva crueldad de los victimarios se reproduce la iterabilidad del espacio de realización para que la consumación del holocausto, del quema-todo (del incendio el incienso dirá Derrida), siga teniendo su espectacular, infausto y necrótico horizonte. Porque siempre se puede ir más lejos en el impulso tanático; impulso al que el afán colonizador devenido en una suerte de producción fordista de cadáveres no se le transparentará su omega, su fin, hasta que todas las huellas de un pueblo hayan sido borradas.
Mauro Salazar J. / Homero Expósito en el fetiche de un afiche
Estética, Filosofía, PolíticaSiempre debía vestirme con pieles, por supuesto; en la ausencia de pieles los placeres de Leopold estaban desprovistos de sabor…. Deleuze, G. (1967). Présentation de Sacher-Masoch.
No hay dioses hegelianos en la sintomatología poética que abraza Homero Expósito. Solo hay devenir en un mundo de ideologías sexuales donde el fetiche -del afiche- viene a conjurar la penosa ausencia del sujeto significante. La prosa distópica de Afiches (1956) desnuda la representación concebida como velo, espejo y pantallazo. Todo abunda en develar el frenesí donde las artes plebeyas son liberadas en los consumos de la indistinción, o bien, en disolver los compromisos ontológicos en la reificación de las mercancías. Guy Debord y los heraldos de nuestra parroquia. En Maquillaje el poeta de zárate diagrama desde un soneto barroco (siglo XVI) una zona abismante cuyo eco es el juego de las máscaras. En un viaje de ida y vuelta, somos transportados al barroco, “Porque ese cielo azul que todos vemos, ni es cielo, ni es azul. Lástima grande que no sea verdad tanta belleza” (1559-1663). Con ello, alude “a una mujer que se afeitaba y estaba hermosa”. Un fragmento atribuido a Bartolomé Leonardo de Argensola, y su hermano, Lupercio Leonardo de Argensola, cronista del reino de Aragón. La trampa que ausculta la belleza, en connivencia con los ministerios del amor, desnuda la relación entre copia y simulacro. Un efecto de la cosmética que, al mismo tiempo, retoca y trastoca lo real. En el límite de la herida narcisista, existe un cauteloso engaño del sentido, que nos lleva a pensar en la pulsión de simulación, ya que crea una ilusión que aparenta una presencia verosímil (“lo real”). Comparecemos a la decadencia de la mentira. Tras la muerte completamente inesperada de un amigo, Expósito exclamó,“¡No hay derecho a morirse a los 21 años!”.
Giorgio Agamben / ¿El ocaso de Occidente?
Filosofía, PolíticaEn los textos publicados en esta columna se habla a menudo del fin de Occidente. Conviene aquí no equivocarse. No se trata de la resignada -aunque lúcida y amarga- contemplación del último acto de un ocaso que Spengler y otros pseudoprofetas anunciaron hace ya demasiado tiempo. No les interesaba otra cosa que ese ocaso, eran, al fin y al cabo, cómplices y hasta presumían de ello, porque en las alforjas y cajas fuertes de su espíritu no quedaba absolutamente nada, ésa era, por así decirlo, su única riqueza, de la que no querían ser defraudados a cualquier precio. Por eso Spengler pudo escribir en 1917: «Sólo deseo que este libro pueda estar al lado de los logros militares de Alemania sin desmerecer por completo».
