Quienes hoy nos gobiernan intentan organizar la supervivencia de la humanidad, intentan, es decir, transformar a los vivos en supervivientes. Pero lo que sobrevive ya no está vivo; vive de verdad solo quien no sobrevive a su propio modo de vivir y a su propio mundo. Una vida desnuda no existe: no es más que una abstracción del derecho y del poder. Los supervivientes que nos rodean no tienen boca ni oídos, no hablan ni escuchan, solo cuentan. Hablarles no sirve de nada. Los poetas y los filósofos están muertos; por eso con ellos podemos hablar.
Giorgio Agamben
Giorgio Agamben / Cocineros, actores y capitanes
Filosofía, PolíticaUna frase de Kierkegaard describe perfectamente nuestra situación histórica: «Tengan cuidado: el barco está ahora en manos del cocinero de a bordo y las palabras que transmite el megáfono del capitán ya no se refieren al rumbo, sino a lo que se comerá mañana». A veces, quien dirige el barco no es el cocinero, sino un actor que, en lugar de hablarnos de la ruta, nos habla de la obra de teatro que está representando. En cualquier caso, el barco no podrá evitar naufragar.
Giorgio Agamben / La guerra es la paz
Filosofía, PolíticaEntre los horrores de la guerra que a menudo se olvidan está su supervivencia en tiempos de paz a través de sus transformaciones industriales. Es sabido –pero se olvida– que los alambres de púas con los que muchos aún cercan sus campos y propiedades provienen de las trincheras de la Primera Guerra Mundial y están manchados con la sangre de innumerables soldados muertos; es sabido –pero se olvida– que las lanchas neumáticas que llenan nuestras playas fueron inventadas para el desembarco de tropas en Normandía durante la Segunda Guerra Mundial; es sabido –pero se olvida– que los herbicidas utilizados en la agricultura derivan de aquellos empleados por los estadounidenses para deforestar Vietnam; y, como última consecuencia, y la peor de todas, las centrales nucleares con sus residuos indestructibles son la transformación “pacífica” de las bombas atómicas. Y conviene recordar, como comprendió Simone Weil, que la guerra externa es siempre también una guerra civil, que la política exterior es, en realidad, una política interna. Invirtiendo la fórmula de Clausewitz, hoy la política no es más que la continuación de la guerra por otros medios.
Giorgio Agamben / Los últimos días de la humanidad
Filosofía, PolíticaA partir de octubre de 1915, tras la noticia del estallido de la gran guerra, Karl Kraus comenzó a escribir «para un teatro de Marte» el drama Los últimos días de la humanidad, que no quiso que se representara, porque «los asistentes a los teatros de este mundo no habrían soportado el espectáculo». El drama –o más bien, como se lee en el subtítulo, «la tragedia en cinco actos»– era «sangre de su sangre y sustancia de la sustancia de aquellos años irreales, inconcebibles, inalcanzables para cualquier intelecto vigilante, inaccesibles a cualquier recuerdo y conservados solo en un sueño sangriento, de aquellos años en los que personajes de opereta interpretaron la tragedia de la humanidad». Y en el Weltgericht publicado después del fin de la guerra, hablará de su «gran época», que había conocido «cuando era tan pequeña y que volverá a ser pequeña, si aún le queda tiempo», como de una época «en la que ocurre lo que no se podía imaginar y en la que deberá ocurrir lo que ya no se puede imaginar y que, si pudiera imaginarse, no sucedería».
Giorgio Agamben / Moneda y memoria
Filosofía, PolíticaMoneta, el término latino del que deriva el nuestro, proviene de moneo, «recordar, pensar», y era originalmente la traducción del griego Mnemosyne, que significa «memoria». Moneta se convirtió así en Roma en el nombre del templo en el que se celebraba a la diosa de la memoria y se acuñaba la moneda. Es a partir de este nexo etimológico entre la moneda y la memoria que deberíamos considerar el resurgimiento actual de los debates sobre la abolición de la moneda única europea y la recuperación por parte de cada país de su moneda tradicional. Bajo la urgente cuestión «monetaria» se esconde una cuestión no menos urgente de memoria, es decir, nada menos que el redescubrimiento de la memoria propia de cada uno de los países europeos que, al renunciar a la soberanía sobre su moneda, han abdicado sin darse cuenta, en cierto modo, también de su patrimonio de recuerdos. Si la moneda es ante todo el lugar de la memoria, si en la moneda, en cuanto que puede pagar todo y sustituir todo, está en juego para el individuo y para la colectividad el recuerdo del pasado y de los muertos, no es de extrañar entonces que en la ruptura de la relación entre pasado y presente que define nuestro tiempo surja con ineludible urgencia el problema monetario. Cuando un ilustre economista declara que la única forma que tiene Francia (como quizás cualquier país europeo) de salir de su crisis es recuperar la autoridad sobre su moneda, en realidad está sugiriendo a ese país que recupere la relación con su propia memoria. La crisis de la comunidad europea y de su moneda, que ya está a las puertas, es una crisis de la memoria, y la memoria —no hay que olvidarlo— es para cada país un lugar eminentemente político. No hay política sin memoria, pero la memoria europea es tan inconsistente como su moneda única.
Giorgio Agamben / ¿Dónde estamos?
Filosofía, PolíticaEn el infierno. Cualquier discurso que no parta de esta conciencia carece simplemente de fundamento. Los círculos en los que nos encontramos no están dispuestos verticalmente, sino esparcidos por el mundo. Dondequiera que los hombres se asocian, producen infierno. Los círculos y los abismos están por todas partes a nuestro alrededor, y reconocemos, como en los caprichos de Goya, a los monstruos y demonios que los gobiernan.
