Miguel Valderrama / ¡Quousque tandem! Sobre una imagen de pensamiento

Filosofía, Política

Nada es más desesperante que tener algo que decir. La frase, proferida por un histérico, introduce la duda sobre el propio saber que se arriesga cada vez que se busca ocupar el lugar que garantiza un saber. La frase, en aquello que arriesga un decir, un saber decir, puede ser aprendida igualmente contra aquel proferimiento obsesivo, propio de las ciencias sociales, que afirma siempre tener algo que decir, que se sostiene sobre el reclamo de un decir que sabe siempre lo que dice, que sabe decir lo que sabe.

Julio Cortés Morales / ¿El fascismo ya pasó?

Filosofía, Política

Presentación a la edición argentina de La religión de la muerte

En torno a la cuestión del fascismo parecen existir dos posiciones básicas. Mientras algunos lo consideran un fenómeno propio del siglo XX y lo dan por históricamente superado, evitando usar extensivamente el concepto para referir fenómenos bastante diferentes y propios del siglo XXI, otros acuden a la denominación “fascista” para designar un amplio abanico de fenómenos que proliferan en la actualidad: desde ciertas formas propiamente posmodernas de subjetividad, cultura y relaciones interpersonales (los fascismos “micro-políticos” o “moleculares”) hasta las nuevas y agresivas formas de extrema derecha que se manifiestan con bastante éxito a nivel global, desde el populismo autoritario de líderes como Trump o Erdogan, hasta ultraliberales mesiánicos como Javier Milei que se presentan como libertarios de derecha, “minarquistas” o “anarcocapitalistas”.

Edilberto Afanador y Sandra Edgar / Los tres cuerpos en “La fotografía y el otro” de Diego Lizarazo

Estética, Filosofía, Política

De tanto en tanto la fotografía inspira un conocimiento que aporta paradigmas nuevos para entender la imagen y su repercusión en la cultura y la sociedad. No es difícil inscribir el ensayo de Diego Lizarazo “La fotografía y el otro” (Lizarazo, 2022) en una serie en la que estarían el clásico libro de Roland Barthes “La cámara lúcida” (1980), el libro de Susan Sontag “Sobre la fotografía”, y “Para una filosofía de la fotografía” (1983) de Vilém Flusser. El hecho de que la obra de Lizarazo, en esta serie tan conspicua, sea de un latinoamericano, no es algo que deba pasarse por alto. Más allá de los varios diálogos que el autor haya establecido con las autoridades que forman esta lista; además de que la semiótica, la filosofía y la estética sean campos de referencia para el autor, Lizarazo se diferencia de las perspectivas previas, en que la fotografía de la que habla surge de los contextos de violencia propios de sociedades colonizadas (o poscoloniales, pero con marcas coloniales), asoladas por el capitalismo salvaje y por la guerra. Ni siquiera Susan Sontag, con su especial sensibilidad por las luchas del tercer mundo, podría hablar con la claridad, la solvencia y el sentido que Lizarazo expone al respecto. Con gran agudeza, en el texto de Lizarazo, la fotografía exhibe sus posibilidades éticas y políticas. Al igual que fuese planteado por Butler en “Marcos de Guerra” Lizarazo muestra que en la fotografía hay una condición política, pero a diferencia de ella, en “La fotografía y el otro” no solo estamos ante la política de los aparatos visuales de la guerra que extienden, clasifican y encuadran a sus enemigos según las voluntades del poder, sino ante la posibilidad de contra-aparatos de liberación. Butler tiene presentes las fotografías de Abu Ghraib, en las que el personal militar y paramilitar norteamericano realizó actos de tortura sobre los prisioneros, planteando que tales imágenes expresaban la visión del Departamento de Defensa sobre sus enemigos. Es decir, que la política de guerra norteamericana consideraba que sus enemigos no eran humanos y por ello justificaba dicho trato, y que sus cuerpos, minorizados, no eran merecedores de llanto. Las fotografías de Abu Ghraib encarnaban, con su encuadre, la visión norteamericana sobre el mundo árabe. Butler señaló de esta forma que la imagen funcionaba como una herramienta para definir y calificar a los otros, y para justificar la violencia que se ejerció sobre ellos (Butler, 2009). En su libro Lizarazo presenta la producción visual de otra clase de fotografía, la que realizan fotógrafas y fotógrafos de México, Colombia y Argentina, con la que muestran la experiencia de sufrimiento que las víctimas y sus familias han vivido en medio de procesos de represión de las fuerzas del Estado o de los para-poderes del narcotráfico, frecuentemente aliados con militares y políticos de la región. La mirada fotográfica tiene en estas imágenes, otra naturaleza, no radica en la interpretación de los cuerpos de los otros como recurso para su control político o para su comercialización, sino como una alteridad que nos compromete:

Mauro Salazar J. / El malestar como despojo. Dispositivo de la post-transición

Filosofía, Política

En medio de un paisaje empapado de negacionismos y enemizaciones, dice Carlos Peña, “Han mejorado de una forma inimaginable las condiciones materiales de existencia, hasta situarse entre los países con alto desarrollo humano, pero al mismo tiempo ha incubado un malestar hasta hace poco soterrado y, de pronto, hecho explícito con alto desarrollo humano-, pero al mismo tiempo ha incubado un malestar hasta hace poco soterrado y, de pronto, hecho explícito” (2020). Aquí no hay vestigios sobre la acumulación primitiva de capital. No hay referencia sobre la caída de los salarios reales y su traducción en informalidad y angustia existencial. Ni siquiera existe alguna referencia (decorativa) a las formas de explotación analizadas por el intelectual de Tréveris.

Giorgio Agamben / Dios, hombre, animal

Filosofía

Cuando Nietzsche, hace casi ciento cincuenta años, formuló su diagnóstico sobre la muerte de Dios, pensó que este acontecimiento sin precedentes cambiaría fundamentalmente la existencia de los hombres sobre la tierra. «¿Hacia dónde vamos ahora? – escribió- ¿no es la nuestra una continua caída a pique? […] ¿Sigue habiendo un alto y un bajo? ¿No vagamos por una nada infinita?». Y Kirilov, el personaje de los Demonios, cuyas palabras Nietzsche había meditado detenidamente, pensaba en la muerte de Dios con el mismo sentido pathos y extraía de ella como consecuencia necesaria la emancipación de una voluntad sin más límites y, al mismo tiempo, sin sentido y suicida: «Si Dios está ahí, yo soy Dios… Si Dios está ahí, toda voluntad es suya y yo no puedo escapar a su voluntad. Si Dios no está, toda la voluntad es mía y me veo obligado a afirmar mi libre albedrío… Me veo obligado a pegarme un tiro, porque la expresión más plena de mi libre albedrío es matarme».